Enfermo y de avanzada edad
“Los compañeros enfermos o de edad avanzada participan en la misión de la congregación. Se mantienen fieles a su vocación uniéndose siempre más al Señor…”
Se trata del artÃculo 53 de las constituciones de la Congregación del Inmaculado Corazón de MarÃa (CICM) de la cual soy miembro desde 1971. Desde que sentà que, para ser feliz, me tocaba vivir y anunciar la Buena Noticia de que Dios es Amor y sólo Amor, yo pensaba que la vocación misionera significaba viajar a lo lejos, insertarse en una nueva cultura y vivir la fraternidad con los más empobrecidos de la tierra. Yo sabÃa que Santa Teresita del Niño Jesús habÃa sido proclamada patrona de la Misión por el Papa Pio XI, en diciembre de 1927 pero yo no caÃa en la cuenta de que esa mujer nunca habÃa realizado lo que yo consideraba como obras misioneras. Ella tenÃa apenas 25 años de edad cuando murió y pasó su vida de adulta, encerrada en un monasterio de monjas contemplativas. Sin embargo, ella fue una mujer de numerosos deseos; ningún muro podÃa parar su deseo de volar lo más lejos posible porque estaba convencida de que toda vocación estaba hundida en la inmensidad de Dios.
He aquà sus palabras: “Siento la vocación de guerrero, de sacerdote, de apóstol, de doctor, de mártir. Siento en una palabra, la necesidad, el deseo de realizar por ti, Jesús, las más heroicas acciones... ¡Ah! A pesar de mi pequeñez, quisiera iluminar a las almas, como los profetas, los doctores. Tengo la vocación de apóstol... Quisiera recorrer la tierra, predicar tu nombre, y plantar sobre el suelo infiel tu cruz gloriosa. Pero ¡oh, Amado mÃo!, una sola misión no me bastarÃa. DesearÃa anunciar al mismo tiempo el Evangelio en las cinco partes del mundo, y hasta en las islas más remotas... Quisiera ser misionera, no sólo durante algunos años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y seguir siéndolo hasta la consumación de los siglos...”.
Teresita querÃa ser misionera para llevar el Evangelio al mundo entero y lo hizo sin salir de su convento. Al final de su vida, agotada por la enfermedad, ella hacÃa el esfuerzo de caminar diciendo: “camino por un misionero. Pienso que allá, muy lejos, alguno de ellos puede estar agotado por sus correrÃas apostólicas, y para disminuir sus fatigas, yo ofrezco las mÃas a Dios.” Mirando a Santa Teresita, descubrimos cómo es posible ser misionero sin nunca viajar… sólo por medio de la oración y de la comunión con Jesús y los más pequeños.
Mis vacaciones forzadas
Desde el mes de mayo pasado, me encuentro en Bélgica por unas vacaciones un poco forzadas. Los médicos descubrieron que yo tenÃa un tumor canceroso sobre un riñón y que yo tenÃa que ser operado. Antes de la intervención quirúrgica, pasé unas tres semanas en la abadÃa de las hermanas trapistas de Soleilmont a unos 10 kilómetros de mi pueblo natal. Allá, la Hermana Paula quien habÃa sido madre abadesa por muchos años me miró con su ternura de siempre y me susurró unas pocas palabras: “Usted se ha encargado de decenas de huérfanos y huérfanas en Zambia, ha vivido con ellos, les ha dado de comer y les ha ayudado a crecer; ahora le toca llevarlos en los brazos de Dios por medio de la oración.”
Tengo que decir que esas palabras resonaron en mi cabeza y me han animado durante todas estas semanas de convalecencia. La operación no fue nada fácil; el cirujano habÃa previsto dos horas de trabajo pero surgieron algunas complicaciones y me quedé más de seis horas en el quirófano. Antes y después de esa intervención el rosario desfiló entre mis dedos centenares de veces; sólo yo tenÃa la fuerza de murmurar miles de “Dios te salve MarÃa” pensando en la Familia de las Flores de Sol perdida en los montes de Zambia. Por medio de MarÃa, trataba de llevarlos en los brazos de Dios.
Después de una semana en el hospital donde me administraron una buena dosis de morfina para aliviar el dolor, yo fui transferido a un hogar de cuidado residencial donde 25 misioneros CICM ancianos o enfermos se esfuerzan por formar una comunidad de hermanos. En su forma de vivir ayudándose mutuamente y pasando varias horas en la capilla, me doy cuenta de que la misión no depende de la edad ni del estado de salud ni de viajes largos por el mundo. No sé si algún dÃa tendré de nuevo la fuerza de regresar a Zambia pero aprendo a seguir “el caminito” de Santa Teresita; por medio de mi pobre oración, viajo hacia los lugares de mis amores: la Isla de Quisqueya y Zambia tratando de llevar a toda mi gente en los brazos de Dios. Tengo mucho tiempo libre para leer, dibujar y prepararme a aceptar lo que viene. ADH 825
Nada te turbe, nada te espante,
Todo se pasa, Dios no se muda.
La paciencia todo lo alcanza;
Quien a Dios tiene nada le falta.
Sólo Dios basta.
Eleva el pensamiento, al cielo sube,
Por nada te acongojes, nada te turbe.
A Jesucristo sigue con pecho grande,
Y, venga lo que venga, nada te espante.
¿Ves la gloria del mundo? Es gloria vana;
Nada tiene de estable, todo se pasa.
Aspira a lo celeste que siempre dura…”
Santa Teresita del Niño Jesús
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Promueve el diálogo y la comunicación usando un lenguaje sencillo, preciso y respetuoso...