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    jueves, 29 de noviembre de 2018

    La paciencia todo lo alcanza

    Cápsulas para un vocabulario cordial | Manuel Soler Palá, msscc


    La paciencia todo lo alcanza  
    Decía el polifacético norteamericano Benjamín Franklin que quien tiene paciencia obtendrá lo que desea. No sé si es lícita una afirmación tan contundente, pero sí es verdad que la paciencia alcanza muchos objetivos que, sin ella, se disuelven en la nada.
    En cambio, es más aceptable la confesión del matemático y físico Isaac Newton (1642-1727): si he hecho descubrimientos invaluables ha sido más por tener paciencia que cualquier otro talento.
    Uno imagina quizás la paciencia —si se encarnara en una persona— como un ser sumiso, apacible, dócil, resignado y hasta un tanto aburrido. Pero posee una oculta fuerza sorprendente. Cuando traba alianza con el tiempo es capaz de conseguir objetivos asombrosos. Las apariencias engañan, en efecto.
    Paciencia y persistencia, sudor y terquedad logran una combinación imbatible y acaban triunfando sobre otros elementos en apariencia más sólidos.
    Aparentes contradicciones
    Dice un refrán lapidario que: a camino largo, paso corto. Por cierto, la frase lleva a la memoria aquel otro dicho: vísteme despacio que tengo prisa. Ambas expresiones dan a entender que es mejor recurrir a la perseverancia y al tesón que a la fogosidad y al arrebato. El apresuramiento, el ímpetu y la fogosidad son trillizos que aconsejan mal.
    Es muy frecuente la queja de que tal individuo nos impacienta. Pero los demás no lograrán jamás pulsar la tecla de la impaciencia a menos que les dejemos. Los otros no nos impacientan. En todo caso lo pretenden. Pero al cabo somos nosotros los que nos impacientamos.
    La paciencia es más efectiva que la fuerza
    Las grandes obras suelen ser fruto de la perseverancia y no de la fuerza ni de la inspiración. Aunque, es verdad, en ocasiones la fuerza y la inspiración pueden dar un buen impulso a la perseverancia.
    Se dan situaciones en las que el poder y la paciencia entablan batalla. Es aconsejable apostar por la paciencia. Ofrece mayores garantías. Ya lo enseñaba el filósofo Plutarco, antiguo escritor griego: la paciencia tiene más poder que la fuerza.
    Las diversas caras de la paciencia
    El metódico filósofo alemán, que tanta influencia tuvo en el pensamiento de Occidente, afirmaba que la paciencia es la fortaleza del débil y la impaciencia, la debilidad del fuerte. Cierto. El fuerte lo quiere todo aquí y ahora, de una vez. Y esto no raramente le lleva a la perdición.
    Otro filósofo, Jean Jacques Rousseau, éste de nacionalidad francesa y de mucha relevancia en la etapa de la Ilustración, decía que la paciencia es amarga, pero sus frutos son dulces. Quizás había llegado a sus oídos el proverbio persa que suena así: la paciencia es un árbol de raíz amarga, pero de frutos muy dulces.
    Hay quien no tiene clemencia cuando reprime y fustiga a su prójimo. Pero no siempre uno ejerce la función del martillo. En ocasiones no le queda otro remedio que sufrir el rol del yunque. Y entonces quien no fue clemente, debe recurrir a la paciencia que no tuvo con anterioridad.
    Cuidado con manipular las cosas. La falta de empuje o de ánimo, nada tiene que ver con la paciencia. Tampoco debe confundirse la indiferencia con la paciencia.
    Cierto que la paciencia es una virtud del todo loable y muy relevante. Sin embargo, hay momentos en los que la situación exige vehemencia, iniciativa, arrestos. El discernimiento es imprescindible para saber cuándo apostar por uno o por lo otro.
    El gran filósofo, teólogo y literato catalán Ramon Llull sostenía que la paciencia comienza con lágrimas y, al fin, sonríe. Es muy cierto. Sudor y lágrimas —gracias al tratamiento de la perseverancia— se mudan al cabo en gozo y sonrisas.
    El ser humano más pacífico puede enfurecerse a fuerza de acosarlo y hostigarlo. El mismo comportamiento puede observarse en los animales domésticos. Es que la paciencia importunada, vejada, maltratada y abusada se irrita hasta transformarse en furia,
    La naturaleza no se anda con prisas
    Tal vez no está fuera de lugar la metáfora. El genio o la inspiración es como la semilla masculina que requiere del paciente óvulo femenino para desarrollarse y llegar a buen fin. Por ahí anda el proverbio que dice: la paciencia es la madre de la ciencia.
    Un pollito nace de la espera paciente de un huevo, no de romper la cáscara a fin de que el animalito salga más deprisa. O, si se prefiere, un tallo de hierba no crece más deprisa por tirar de él hacia arriba.
    Adopta el paso de la naturaleza: Si el agua del río no puede atravesar un obstáculo, lo rodea y sigue avanzando.
    Una gran virtud
    He aquí un peculiar punto de vista. Se diría que la paciencia es una virtud anónima y humilde dado que huye de todo exhibicionismo. Pero justamente por su modestia es muy relevante virtud.
    Alguien ha dicho que la paciencia es un logro, más que una virtud. Y añadió un tercero que es la compañera de la sabiduría.
    La inteligencia distingue al hombre del animal, cierto. Pero quizás todavía más le distingue la facultad de esperar, de vivir pacientemente, de no querer poseer al instante lo que le agrada.
    Talento o perseverancia
    Uno de los genios que han habitado nuestra humanidad ha sido Miguel Ángel, sublime escultor y magnífico pintor. Pues habrá que escucharle con atención, pues sabía de qué hablaba cuando dijo: El genio es paciencia eterna. La frase se completa con la del científico y escritor George Louis de Buffon: El genio no es otra cosa que una gran aptitud para la paciencia.
    Espera y esperanza
    Un reconocimiento al anónimo escritor que tuvo la feliz idea de decir que la esperanza es la paciencia con la lámpara encendida.
    Jamás habría que confundir una derrota con el fracaso absoluto. Se pueden perder batallas, pero la guerra es muy larga. El poeta Khalil Gibran lo dice de otro modo: por muy larga que sea la tormenta, el sol siempre vuelve a brillar entre las nubes.
    El niño no es capaz de esperar. Se le da una galleta exhortándole a que no se la coma si quiere tener el doble mañana. Por lo general no espera. La persona adulta y sabia sí preferirá esperar. Quererlo todo aquí y ahora suele redundar en pérdida a la postre.
    Por favor, no confundir paciencia con indolencia, ni con resignación pasiva. La paciencia es una forma de acción. No sólo tiene que ver con la capacidad de esperar, sino también con el talante con que uno espera.
    Claro que siempre tomará la palabra un individuo corrosivo que posiblemente diga: la paciencia es la forma menor de desesperación disfrazada de virtud. (Ambrose Bierce, escritor estadounidense (1842-1914). ADH 827.


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