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    lunes, 5 de noviembre de 2018

    Sobrevivir la Pérdida de un Ser Querido a Causa del Suicidio

    Para vivir mejor | Miguelina Justo, M. C. 


    Sobrevivir la Pérdida de un Ser Querido a Causa del Suicidio  

    La Organización Mundial de la Salud afirma que más 800,000 personas se suicidan cada año, un número mayor a los que mueren a causa de la guerra y los homicidios. Según los datos del Observatorio de Seguridad Ciudadana y de la Oficina Nacional de Estadística de la República Dominicana, cerca de 500 suicidios son reportados anualmente en el país. Familiares y amigos lloran este violento adiós.  La culpa, la tristeza, la vergüenza y la rabia confluyen en un crisol ardiente, donde sueños y recuerdos se consumen. Una danza voraz de pensamientos huracanados surge, inicia la búsqueda del por qué inalcanzable. 

    Hablar sobre la muerte de quien ha tomado su propia vida no resulta fácil.  El suicidio es un tabú que muchas veces se exhibe públicamente de manera indecorosa; sin embargo, en las distancias cortas, la conversación se evita, la palabra resulta molesta.  Quienes han sobrevivido la pérdida de un ser querido por esta causa experimentan este doble sufrimiento, la muerte de quien se amó y la dificultad para encontrar apoyo en el proceso de duelo.  Las murmuraciones flotan en el aire, y amplifican el tormento: “Quizás no hicieron lo suficiente”, “¿Cómo no lo vieron?”, “No supieron apoyarle”.  El morbo que destilan las preguntas inoportunas, potencia el aislamiento.  El estigma les envuelve y les condena.

    Durante largo tiempo, prácticas religiosas y sociales posibilitaron el proceso de estigmatización que aún perdura.  Amador (2015) cita a Minois cuando afirma que, en la Grecia antigua, el suicidio era considerado un delito, salvo algunas excepciones, como el autocastigo por una falta grave al Estado.  Se procuraba deshonrar al suicida, desmembrando su cuerpo y enterrándole en lugares apartados del resto de los ciudadanos.  Minois también es citado por Salman (2011), cuando asegura que durante la Edad Media el suicidio fue catalogado como un pecado, aún peor que el asesinato.  Quienes así morían no podían ser enterrados en el camposanto, sus bienes eran incautados y ningún oficio religioso podía ser ofrecido en sufragio de su alma.  Estas prácticas, ya en desuso, llevaban a que allegados trataran de ocultar, en lo posible, la causa real de la muerte, y, paradójicamente, podría empujarles al mismo destino.  ¿Cómo sanar la herida de la pérdida, mientras la vergüenza gravita silente? ¿Cómo buscar y recibir ayuda?

    Afortunadamente, el reconocimiento del suicidio como un fenómeno complejo, donde confluyen múltiples factores, entre ellos psicológicos y sociales, ha contribuido a que poco a poco se vea al suicida y a su familia como entes necesitados de ayuda y comprensión, no de condenación. En este sentido, es oportuno mencionar una valiente iniciativa, la cual ha permitido que familiares y amigos de personas que se han suicidado reciban el soporte que necesitan, se trata del Día del Sobreviviente a la Pérdida por Suicidio, el cual empezó a conmemorarse en el año 1999, gracias a una resolución introducida por Harry Reid, entonces senador de los Estados Unidos de América. Reid conocía muy bien el dolor de la muerte, su padre se había suicidado en el 1972, enfermo física y mentalmente.  Desde entonces, la conmemoración se realiza el sábado anterior a la festividad norteamericana del Día de Acción de Gracias. Debido al impacto del suicidio, otros países se han sumado y, cada año, en el mes de noviembre, familiares y amigos se reúnen para sanar juntos.  Cantos, relatos, caminatas, velas que se encienden y se apagan facilitan el proceso de duelo. Las palabras reemplazan al silencio, el encuentro al aislamiento, la solidaridad al juicio.

    Aquellos que han perdido a un ser querido a causa del suicidio, aquellos que han sobrevivido el devastador efecto de su muerte, juegan un rol importante en la comprensión de este fenómeno y en su prevención (Reed, 2014).  Su sufrimiento debe adquirir sentido.  Sus lágrimas pueden humedecer la tierra, su dolor fecundarla, sus experiencias iluminar otros senderos, que conduzcan a la vida. Es tarea de todos hacer esto posible, desde el silencio respetuoso y la palabra sincera.[i] ADH 828.




    [i]Amador, G.  (2015). Suicidio: consideraciones históricas. Revista Médica La Paz, 21(2), 91-98. Recuperado  de http://www.scielo.org.bo/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1726-89582015000200012&lng=es&tlng=es.

    Reed, J. (2014).  Suicide Prevention Resource Center: Senator Harry Reid: A Lifetime of Service to Suicide Prevention:  https://www.sprc.org/news/senator-harry-reid-lifetime-service-suicide-prevention

    Salman, D. (2011).  Futuro imperfecto: Dimensión hermenéutico-simbólica del suicidio en la obra de Jorge Semprún (tesis de doctorado). Universidad Iberoamericana, México. Recuperado de http://www.bib.uia.mx/tesis/pdf/015423/015423.pdf

    Observatorio de Seguridad Ciudadana de la República Dominicana:  http://mip.gob.do/observatoriodeseguridadciudadana/index.php?option=com_content&view=article&id=41

    Oficina Nacional de Estadística:  https://www.one.gob.do/

    World Health Organization (2014).  Preventing suicide: A global imperative. Geneva: World Health Organization. Recuperado de: http://apps.who.int/iris/bitstream/handle/10665/131056/9789241564779_eng.pdf;jsessionid=949F51B97FCC43B86C66CBA60D2C55A2?sequence=1

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