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    domingo, 2 de diciembre de 2018

    El valor de la celebración

    Valor del Mes | P. Juan Tomás García, msc 


    Celebración  

          “Les anuncio una Buena Noticia, una gran alegría para todos los pueblos” (Lc 2, 10)
    Celebrar es festejar, conmemorar, alabar, reverenciar, puede ser una fiesta, un acto u otro tipo de evento festivo... Puede haber múltiples objetivos o razones por las que se celebra: es recordar o conmemorar algún acontecimiento u homenajear a una persona. Una fiesta de cumpleaños, una reunión por el aniversario… Nuestro valor, Celebración, a promover durante el mes para diciembre, viene motivado por la Navidad, el anuncio de la Buena Noticia de la presencia de Dios entre nosotros, el Enmanuel. Con Jesús “comienza algo nuevo y muy bueno”. Jesús es el comienzo de algo nuevo e inconfundible, eso hay que celebrarlo. Celebramos gozosamente el acontecimiento permanente de la presencia de Dios que nos salva. Esto es lo que están experimentando los primeros cristianos. Quien se encuentra vitalmente con Jesús y penetra un poco en su misterio sabe que con él empieza una vida nueva, algo que nunca había experimentado anteriormente. Una sensación de liberación, alegría, seguridad y desaparición de miedos.
    Celebrar la Navidad tiene que activar las comunidades cristianas a disfrutar del contenido de ella. No celebramos un cumpleaños o algo que aconteció sino una acción de Dios y por ser de Dios, eterna. El asunto no es alegrarnos por la información de que en una época aconteció la Navidad, es descubrir la presencia del Dios con nosotros, hoy caminando con nosotros, acompañando nuestros procesos de vida y esperanza, y, aliviando nuestros sufrimientos y dolores. La Navidad es una fiesta llena de nostalgia. Se canta la paz, pero no sabemos construirla. Nos deseamos felicidad, pero cada vez parece más difícil ser feliz. Nos compramos mutuamente regalos, pero lo que necesitamos es ternura, cariño, atención y afecto. Cantamos a un niño Dios, pero en nuestros corazones y en nuestra sociedad se apaga la fe. La vida no es como quisiéramos, pero no sabemos hacerla mejor. La celebración en Navidad es punto de partida para continuar avanzando en todo lo que aspiramos como Iglesia, como familia y comunidad.
    Efectos positivos
    La celebración puede tener efectos muy positivos. Nos permite descubrir que nuestros deseos van más allá de lo que hoy podemos poseer o disfrutar. Nos ayuda a mantener abierto el horizonte de nuestra existencia a algo más grande y pleno que todo lo que conocemos. Al mismo tiempo, nos enseña a no pedir a la vida lo que no nos pueda dar, a no esperar de las relaciones con los hermanos de la comunidad cristiana lo que no nos pueden proporcionar. La celebración rompe las cadenas que nos atan a este mundo sin perspectivas de trascendencia ni de eternidad.
    La fiesta de la Navidad, vivida desde la esperanza, crea un clima diferente: estos días se capta mejor la necesidad de familia, hogar y seguridad. Siendo creyentes y celebrando la Navidad, la fe nos invita estos días a descubrir ese misterio, no en un país extraño e inaccesible, sino en un niño recién nacido. Así de simple y de increíble. Hemos de acercarnos a Dios como nos acercamos a un niño: de manera suave y sin ruidos; sin discursos solemnes, con palabras sencillas nacidas del corazón. Nos encontramos con Dios cuando le abrimos lo mejor que hay en nosotros.
    La celebración verdadera se origina al experimentar y compartir la novedad de Jesús, la Buena Noticia. El evangelio de Lucas está lleno de motivos para la alegría» y la celebración. A lo largo de sus páginas se nos invita a acoger a Jesús con gozo. No hemos de salir a su encuentro con miedo, preocupación o recelo, sino con alegría y confianza. La primera que escucha esta invitación es María: «Alégrate, llena de gracia, el Señor es contigo» (Lc1,28). Ya antes de nacer, Lucas presenta a Jesús difundiendo alegría mesiánica desde el seno de su madre (Lc 1,44). Su nacimiento en Belén es motivo de gran alegría. Así lo anuncia el enviado de Dios: «No tengan miedo. Les anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: Les ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es el Mesías, el Señor» (Lc 2,11). Los pastores celebran esta Buena Noticia alabando a Dios… “Gloria a Dios en el cielo y en la Tierra paz a los hombres de buena voluntad”.
    Gozo y agradecimiento
    Cuando llega Jesús, la gente siente que «Dios está visitando a su pueblo» (Lc 7,16). En sus parábolas, Jesús les habla de la alegría que experimenta Dios cuando un pecador se convierte (Lc 15,7.10.32). Al entrar en Jerusalén, «toda la multitud de los discípulos, llenos de alegría, se pusieron a alabar a Dios con grandes voces» (Lc 19,37). Al subir Jesús al cielo, sus discípulos vuelven a Jerusalén «con gran gozo» y «estaban siempre en el templo alabando a Dios» (Lc 24,53). EL evangelio nos ayuda descubrir a Jesús como algo nuevo y bueno, que puede llenar nuestra vida de gozo y agradecimiento a Dios, invitándonos permanentemente a celebrar su Bondad.
    En Jesús se hizo patente la presencia de Dios, ahora nos toca a nosotros buscar en nuestra vida lo que descubrimos en él. Se trata de descubrir que la presencia de Dios se da en mí en este momento. Lo que pasó en Jesús, está pasando ahora mismo en cada uno de nosotros, Este es el sentido religioso de la Navidad. Una experiencia, no puede venir de fuera, tiene que surgir de lo hondo de nuestro ser. El valor de la celebración de la Navidad está en la actitud de cada uno. Solo en lo hondo de nuestro ser descubriremos la presencia del Dios encarnado. Descubrámoslo sirviéndonos, acompañando nuestras comunidades cristianas, aliviando los males de nuestro tiempo y alimentando todo nuestro caminar. Celebremos la vida que él genera en nosotros. Feliz Navidad. ADH 829.

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