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    martes, 28 de mayo de 2019

    Pesaj de la Creación

    Ecología Integral | Jovanny Kranwinkel 


    Pesaj de la Creación
    Mayo es tradicionalmente el mes de las flores, las lluvias, de la Virgen, de las madres. Algunas fiestas ambientales de este mes: el 10 se festeja el día mundial de las aves migratorias; el 17, el del reciclaje; el miércoles 22, el de la biodiversidad, y sobre todo los cristianos católicos celebramos la gran fiesta de la pascua.
    En la celebración de la Vigilia Pascual la liturgia nos presenta en la primera lectura, el texto de la Creación en el Génesis. En este contexto de fiesta del paso de la muerte a la vida, nos presenta que hemos sido creados todo “bien hecho”. Con un balance natural perfecto, para que podamos “sembrarla y cuidarla”. Nuestra fe en Dios nos hace vernos beneficiarios privilegiados de una bondad particular. Nos hace administradores de esta maravillosa creación. Si algo ahora no está bien es porque se ha roto el diseño original.
    Mientras «labrar» significa cultivar, arar o trabajar, «cuidar» significa proteger, custodiar, preservar, guardar, vigilar. Esto implica una relación de reciprocidad responsable entre el ser humano y la naturaleza. Cada comunidad puede tomar de la bondad de la tierra lo que necesita para su supervivencia, pero también tiene el deber de protegerla y de garantizar la continuidad de su fertilidad para las generaciones futuras.” (LS, 67).
    La Sagrada Escritura en su primer versículo afirma: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Gn 1,1) y justo en el primer artículo del Credo Apostólico rezamos: “Creo en Dios Padre, creador del cielo y de la tierra”. Está escrito en las bases de nuestra fe. Cuando fallamos a esta visión nos desconectamos incluso de Dios y rompemos la armonía establecida en el principio.
    Definitivamente en la búsqueda del desarrollo humano hemos fallado en el respeto del cuidado de esa creación que nos sirve de hogar, por eso el Papa Francisco afirma en la Enciclica Laudato Si: “A la vez que podemos hacer un uso responsable de las cosas, estamos llamados a reconocer que los demás seres vivos tienen un valor propio ante Dios y, «por su simple existencia, lo bendicen y le dan gloria»[41], porque el Señor se regocija en sus obras (cf. Sal 104,31). Precisamente por su dignidad única y por estar dotado de inteligencia, el ser humano está llamado a respetar lo creado con sus leyes internas, ya que «por la sabiduría el Señor fundó la tierra» (Pr3,19)” (LS, 69)

    Una visión constructiva
    Definitivamente la Iglesia en la liturgia pascual nos acuerda el “pesaj”, el paso de la muerte destructiva de la creación al paso de una nueva visión de ella, que sea más constructiva y conservadora. Contemplar la Biodiversidad en todo su esplendor, siempre conecta con el creador y da paz. Solamente un corazón lleno de mezquindad y materialista, deja de sentirse parte de ella y se convierte en destructor.
    Así es denunciado por nuestra doctrina: “Los recursos de la tierra también están siendo depredados a causa de formas inmediatistas de entender la economía y la actividad comercial y productiva. La pérdida de selvas y bosques implica al mismo tiempo la pérdida de especies que podrían significar en el futuro recursos sumamente importantes, no sólo para la alimentación, sino también para la curación de enfermedades y para múltiples servicios. Cada año desaparecen miles de especies vegetales y animales que ya no podremos conocer, que nuestros hijos ya no podrán ver, perdidas para siempre. La inmensa mayoría se extinguen por razones que tienen que ver con alguna acción humana.” (LS, 32-33).

    Una conversión ecológica
    La Pascua es un tiempo propicio para tomar fuerzas y generar los “pesaj” necesarios. San Juan Pablo II apelaba a generar en nosotros una conciencia ecológica que nos dejara ver nuestros “pecados ambientales” y que generara en nosotros una “conversión ecológica”.
    Esto está expresado en la filosofía de vida de San Francisco de Asís que propone: “una sana relación con lo creado como una dimensión de la conversión íntegra de la persona. Esto implica también reconocer los propios errores, pecados, vicios o negligencias, y arrepentirse de corazón, cambiar desde adentro. Los Obispos australianos supieron expresar la conversión en términos de reconciliación con la creación: «Para realizar esta reconciliación debemos examinar nuestras vidas y reconocer de qué modo ofendemos a la creación de Dios con nuestras acciones y nuestra incapacidad de actuar. Debemos hacer la experiencia de una conversión, de un cambio del corazón»” (LS 218)
    Tenemos en nuestras manos seguir haciendo conciencia para reducir los impactos ambientales en estos momentos que estamos viviendo cambios climáticos cada vez más extremos, sequias, fuegos forestales, grandes islas de basura en los mares, etc.
    Sigamos pensando en nuestra “madre tierra” que nos acoge durante un tiempo, que estando “bien hecha” recibe nuestros errores ambientales. La Iglesia a través de su Doctrina Social promueve la búsqueda constante del bien común, sigue teniendo una propuesta para que podamos generar los cambios necesarios y frenemos la cultura del desecho y del descarte.
    Cristo es la nueva creatura, cuando resucita está un jardín, muestra de que ha surgido una nueva creatura. El Señor nos promete “cielos nuevos y tierra nueva”. Nueva creatura somos por su resurrección, vivamos con alegría este nuevo ser que Dios ha hecho en nosotros a través de esta “pesaj”. Adh 834

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    Quien suscribe es el Secretario Ejecutivo de la Comisión Nacional de Pastoral de Ecología y Medio Ambiente de la Conferencia del Episcopado Dominicano.


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