• Noticias

    lunes, 24 de febrero de 2020

    El perdón no es…


    Para vivir mejor | Miguelina Justo


    El perdón no es…
    Valerio Massimo Manfredi, académico italiano, publicó en el 2007 la novela histórica llamada Los idus de marzo, donde expone los hechos que culminaron con la muerte de Julio César, el legendario militar y político romano, conocido como el César. Su muerte, más allá de las implicaciones políticas que tuvo, permite examinar el concepto del perdón y cómo es administrado. 
    Manfredi logra emocionar al lector, que ya conoce cómo terminará la historia, el César morirá en el Senado, el 15 de marzo del año 44 AC. La crónica de los hechos permite identificar los lugares donde acontecen las acciones relatadas y los personajes reales e imaginarios que participarán en la conjura.  Distintos personajes buscarán, por un lado, alertar al César sobre el peligro inminente; otros, de manera contraria, tendrán por objetivo interceptar a estos mensajeros. Se devela así, la división en el pueblo. Unos podían reconocer al César como hombre que trajo paz a Roma, después de años de guerras civiles devastadoras; otros, por su parte, lo veían como alguien buscaba acumular poder para sí y que representaba la máxima limitación para el sistema democrático que habían instaurado. Los conjurados formaban parte de este último grupo, claro. 
    Entre los conspiradores se encontraban hombres que habían sido perdonados por el gobernante, como Cayo Casio y Bruto, luego de haber sido vencidos en la guerra de Pompeyo. Al terminar este conflicto armado, Julio César toma la decisión incorporar a algunos de sus antiguos opositores a su cuerpo de colaboradores. A más de dos mil años de distancia, se podría especular que buscaba afianzar la frágil paz ganada con sangre romana, pero sin duda contradecía la tradición que imponía la muerte a los vencidos. Julio César les perdona la vida y les integra al gobierno. Manfredi subraya este hecho y escribe: “Ninguno de los presentes en la casa de Bruto había rehusado en cambio los favores, la ayuda, el perdón del hombre que se preparaban a matar (…)” (p. 95).
    Julio César muere en la curia de Pompeyo. Su cuerpo atravesado por 23 puñaladas yace cubierto de sangre. Los conjurados no lograron sus objetivos políticos. La democracia no fue restaurada. 
    La decisión de Julio César parece desacertada. Parecería que el hábil estratega miliar fue incapaz de apreciar que la clemencia demostrada era un insulto para sus entonces solapados enemigos. Desde esta perspectiva se podría afirmar que el perdón le llevó a la muerte, y ésta al retraso político y económico de Roma. ¿El perdón es una muestra de ingenuidad? ¿Acaso expone al mal a quien lo otorga? 
    El perdón, tal como plantea Cantacuzino (2015) evoca sentimientos encontrados, porque cada uno lo define y entiende de una manera particular. Para algunos es un mandato, tal como el evangelio de Mateo expone. Pedro le pregunta a Jesús cuántas veces debería perdonar a un hermano que pecara contra él. Pedro busca una repuesta precisa, haciendo una pregunta capciosa: “¿Hasta siete?”.  Jesús le responde lo inimaginable, “hasta setenta veces siete”, Mt 18, 22-23.  El perdón será para otros, en cambio, un obstáculo para la búsqueda de justicia. De ahí la frase, ya famosa, “Ni olvido, ni perdón”, que activistas sociales y políticos han repetido en países como Chile y España para impulsar el procesamiento de los implicados en crímenes en los periodos de dictadura.  Para otros, una muestra de ingenuidad, como el caso del César y también, en el caso de algunas de las mujeres que son asesinadas por sus parejas sentimentales.
    Varios aspectos son problemáticos en ambos casos. El perdón no es, necesariamente, sinónimo de reconciliación. El perdón puede transformar a quien lo recibe y por lo tanto la relación misma con este, sin embargo, esto no se encuentra en el poder de quien perdona. Este podrá entender, dependiendo de la situación a la que se enfrente, que podrá perdonar a quien le ha ofendido y también podrá aceptar que la relación no se reestablezca, para el bien de todos. En ocasiones aceptar una reconciliación, en nombre del bien mayor que se ha adjuntado al perdón, expone a esos que precisamente se han querido salvar.  Julio César perdona la vida y la honra de sus opositores en nombre de Roma, ¡cuántas mujeres han accedido a “perdonar” a sus agresores para proteger a sus hijos! Triste es reconocer que, pese a sus esfuerzos, el victimario las dejará muertas y a sus hijos huérfanos. 
    Perdonemos, pues, con los ojos abiertos. Reconozcamos la grandeza del perdón, pero también las limitaciones de quien lo recibe. No confundamos el perdón, la capacidad de recordar sin dolor, con la reconciliación, el recuperar la relación anterior, ya que no siempre será posible ni será sano. Estaremos así protegiéndonos, y más aún protegiéndoles quienes nos han ofendido de escalar en su propio deterioro. Roma nos necesita a todos. ADH 841 
    Referencias
    Cantacuzino, M. (2015) The forgiveness Project:  stories for a vengeful age.  Jessica Kingsley Publishers: London.
    Manfredi, V.  (2009) Los idus de marzo.  España: Grijalbo.

    No hay comentarios:

    Publicar un comentario

    Promueve el diálogo y la comunicación usando un lenguaje sencillo, preciso y respetuoso...

    Para Vivir Mejor


    Entradas Recientes



    La Familia


    Amigo del Hogar | Revista

    Orientada esencialmente a la familia desde una visión humano-cristiana, la Revista Amigo del Hogar nace en el año 1942, como obra evangelizadora de los Misioneros del Sagrado Corazón (MSC).

    ¿Quiénes Somos?

    Somos una comunidad religiosa fundada por el P. Julio Chevalier en el año 1854, en Issoudun, Francia. El proyecto al que buscamos ser fieles es, desde el Corazón misericordioso de Jesús, anunciar el amor de Dios al mundo.

    Temas de Salud


    Entradas populares