Culto Perpetuo: la oración de cada día
Para
quienes queremos ser discípulos y testigos de Jesús, la oración es fundamental
en ese proceso de conocerle, amarle, seguirle y anunciarlo desde la experiencia
de cada día. Jesús mismo invitó a orar siempre. Orar sin desfallecer. Es cierto
que podemos caer en la tentación de confundir cantidad con calidad en nuestro
modo de orar. Y no pocas veces, insistimos en un modo de oración que, por las
muchas palabras, parece forzar a Dios para que haga nuestra voluntad, no la
suya.
Siguiendo
los evangelios, descubrimos a un Jesús orante, siempre conectado con su Padre
desde la realidad y siempre encontrándose con Él en los afanes y dificultades
de la vida ordinaria. Jesús enseñó a orar a sus discípulos. Y nosotros, que
también lo somos en este tiempo de la Iglesia, acostumbramos a entrar en el
camino de la oración por medio de fórmulas aprendidas, con su rica historia
bíblica y eclesial. Pero si no aprendemos a orar, nos quedaremos a mitad de
camino como buenos repetidores de fórmulas que, desconectadas de la realidad,
se vuelven estériles y no son expresión de un testimonio personal ni de la vida
real de la comunidad.
Junto a la oración del Padrenuestro, la Consagración al Corazón de Jesús
y el Acuérdate a Nuestra Señora del Sagrado Corazón, los miembros de la familia
Chevalier (por nuestro fundador, el Padre Julio Chevalier) hacemos una oración para
cada día de la semana con el Culto Perpetuo, una manera sencilla y evangélica
de relacionarnos con Dios Padre, con la familia humana y con el conjunto de la Creación.
Durante los siete días de la semana, comenzando con el “culto de
adoración” del domingo y cerrando con el “culto de unión” del sábado, la
oración personal y comunitaria desde la espiritualidad del Corazón de Jesús nos
ayuda a centrarnos en las cuestiones fundamentales de nuestra práctica de la
fe. Nos hace mirar hacia dentro, para seguir creciendo “según su corazón” y
hacia fuera, para orientarnos hacia la transformación de este mundo que Dios
ama y salva. Siguiendo este ritmo aprendemos a vivir nuestra vocación cristiana
sin huir de la cotidianidad, donde se clarifica nuestra relación con Jesús en
el encuentro con el gozo y la esperanza, la angustia y la tristeza de la
gente de nuestros días, sobre todo de los pobres y toda clase de afligidos…
Con la oración diaria del Culto Perpetuo aprendemos a sanar nuestra
relación con y para los demás, para que nuestra confianza en Dios esté siempre
cimentada en el modo como Jesús nos propone vivir nuestra condición de hijos e
hijas en fraternidad. Esta oración diaria comienza dirigida a Jesús nuestro
maestro, camino para llegar al Padre. Él mismo aprendió a ser hijo a través de
las situaciones de la vida. En el segundo momento de la oración decimos lo que
queremos o deseamos cultivar ese día y luego, unidos a María rogamos por
diversas situaciones que se viven dentro y fuera de la fe.
Recoge el Culto Perpetuo actitudes y comportamientos fundamentales de la
vida cristiana. Si vamos asumiendo esos valores, podemos decir que vamos
viviendo “según Cristo”. Si faltan en nuestras vidas y en nuestra comunidad,
entonces habrá que revisar el tipo de creyentes que somos y cuáles son las
grandes motivaciones y esperanzas para testimoniar nuestra fe. Desde ahí
podemos discernir si nuestra oración es un camino de confianza y maduración en
presencia de Dios o una repetición de textos encasillados que no crean en
nosotros hábitos y prácticas cristianas.
La oración diaria
Los siete días de la semana vamos con Jesús, pues en unión con él
deseamos adorar a Dios (culto de adoración) y le pedimos que nos enseñe a ser
mansos y humildes de corazón (culto de amor). Unidos a él queremos dar gracias
al Padre (culto de agradecimiento) y llevar un mensaje de esperanza a toda la
gente (culto de esperanza). Recordando su invitación a orar sin cesar (culto de
oración) y contemplando su corazón traspasado (culto de justicia), hacemos
nuestra su oración al Padre para que seamos UNO (culto de unión).
Adoración, amor, agradecimiento, esperanza, oración, justicia y unión,
son expresiones propias de la fe cristiana. Al mismo tiempo que “dicen” nuestro
modo de relacionarnos cuando la motivación central es Jesús y su proyecto,
anuncian también el modo concreto de querer y buscar que se haga
presente el Reino de Dios. Nos aleja de una fe intimista y fuera de la realidad
para animarnos a la misión que nos corresponde como Iglesia, pues nos salvamos
en comunidad, asumiendo la difícil tarea de arrancar de este mundo el egoísmo,
el odio, la indiferencia, la desilusión, la negación del valor de la vida, la
injusticia y la división entre personas, comunidades y pueblos.
Esta oración diaria nos mantiene despiertos, atentos a los pasos reales
que vamos dando en el crecimiento de la fe personal y comunitaria. Asimismo,
nos hace permanecer en vela ante tanto dolor humano, tanta desesperanza e
injusticia. Centrada en la espiritualidad compasiva y misericordiosa que brota
de la vida de Jesús, nuestra oración diaria en el culto perpetuo evita los
rodeos que él mismo señaló en la parábola del buen samaritano y nos enseña a no
huir de lo real donde se manifiesta el Padre bueno en medio de tantas
situaciones que niegan la vida, la fraternidad, la solidaridad en el mundo.
El Culto Perpetuo es una manera sencilla de vivir la espiritualidad del
corazón. Nos inspira para nuestra vivencia cristiana en el día a día. También
nos permite medir de alguna manera la relación inseparable entre la fe y la
obra. Una devoción o práctica religiosa humilde y sincera mirará siempre el
mundo con amor, como Jesús y desde la intimidad con él, hará todo lo posible
para que la vida humana sea amada, respetada y promovida, comenzando por un
clima de fraternidad entre los más cercanos y con la mirada puesta en la
humanidad, como una familia reunida en la misma mesa, compartiendo el mismo
pan.
Un poco de historia
Desde los años de la fundación de los Misioneros del Sagrado Corazón
(MSC) se reza el Culto Perpetuo y la consagración al Corazón de Jesús. Lo
inició el Padre Francisco Miniot, vice-maestro del primer noviciado de
la Congregación. Lo difundió el Padre Víctor Jouet y lo recomendó
fuertemente el Padre Julio Chevalier, fundador con algunos compañeros de
los MSC.
Los misioneros canadienses llegaron al país en el año 1936 y difundieron
la Espiritualidad del Corazón. El padre René Bouchard difundió el Culto
Perpetuo en las décadas de los 40 y 50. Hoy está difundido en toda la Iglesia
dominicana, de modo especial entre los miembros de la Hermandad del Sagrado
Corazón. Son oraciones sencillas, prácticas y fáciles de aprender, que
buscan orientar lo esencial de la fe vivida, celebrada y practicada. ADH 845
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