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    miércoles, 27 de mayo de 2020

    La Oración de cada día en el Culto Perpetuo

    Espiritualidad del Corazón | P. Miguel José Vásquez, MSC  


    Culto Perpetuo: la oración de cada día

    Para quienes queremos ser discípulos y testigos de Jesús, la oración es fundamental en ese proceso de conocerle, amarle, seguirle y anunciarlo desde la experiencia de cada día. Jesús mismo invitó a orar siempre. Orar sin desfallecer. Es cierto que podemos caer en la tentación de confundir cantidad con calidad en nuestro modo de orar. Y no pocas veces, insistimos en un modo de oración que, por las muchas palabras, parece forzar a Dios para que haga nuestra voluntad, no la suya.

    Siguiendo los evangelios, descubrimos a un Jesús orante, siempre conectado con su Padre desde la realidad y siempre encontrándose con Él en los afanes y dificultades de la vida ordinaria. Jesús enseñó a orar a sus discípulos. Y nosotros, que también lo somos en este tiempo de la Iglesia, acostumbramos a entrar en el camino de la oración por medio de fórmulas aprendidas, con su rica historia bíblica y eclesial. Pero si no aprendemos a orar, nos quedaremos a mitad de camino como buenos repetidores de fórmulas que, desconectadas de la realidad, se vuelven estériles y no son expresión de un testimonio personal ni de la vida real de la comunidad.

    Junto a la oración del Padrenuestro, la Consagración al Corazón de Jesús y el Acuérdate a Nuestra Señora del Sagrado Corazón, los miembros de la familia Chevalier (por nuestro fundador, el Padre Julio Chevalier) hacemos una oración para cada día de la semana con el Culto Perpetuo, una manera sencilla y evangélica de relacionarnos con Dios Padre, con la familia humana y con el conjunto de la Creación.

    Durante los siete días de la semana, comenzando con el “culto de adoración” del domingo y cerrando con el “culto de unión” del sábado, la oración personal y comunitaria desde la espiritualidad del Corazón de Jesús nos ayuda a centrarnos en las cuestiones fundamentales de nuestra práctica de la fe. Nos hace mirar hacia dentro, para seguir creciendo “según su corazón” y hacia fuera, para orientarnos hacia la transformación de este mundo que Dios ama y salva. Siguiendo este ritmo aprendemos a vivir nuestra vocación cristiana sin huir de la cotidianidad, donde se clarifica nuestra relación con Jesús en el encuentro con el gozo y la esperanza, la angustia y la tristeza de la gente de nuestros días, sobre todo de los pobres y toda clase de afligidos

    Con la oración diaria del Culto Perpetuo aprendemos a sanar nuestra relación con y para los demás, para que nuestra confianza en Dios esté siempre cimentada en el modo como Jesús nos propone vivir nuestra condición de hijos e hijas en fraternidad. Esta oración diaria comienza dirigida a Jesús nuestro maestro, camino para llegar al Padre. Él mismo aprendió a ser hijo a través de las situaciones de la vida. En el segundo momento de la oración decimos lo que queremos o deseamos cultivar ese día y luego, unidos a María rogamos por diversas situaciones que se viven dentro y fuera de la fe.

    Recoge el Culto Perpetuo actitudes y comportamientos fundamentales de la vida cristiana. Si vamos asumiendo esos valores, podemos decir que vamos viviendo “según Cristo”. Si faltan en nuestras vidas y en nuestra comunidad, entonces habrá que revisar el tipo de creyentes que somos y cuáles son las grandes motivaciones y esperanzas para testimoniar nuestra fe. Desde ahí podemos discernir si nuestra oración es un camino de confianza y maduración en presencia de Dios o una repetición de textos encasillados que no crean en nosotros hábitos y prácticas cristianas.

    La oración diaria

    Los siete días de la semana vamos con Jesús, pues en unión con él deseamos adorar a Dios (culto de adoración) y le pedimos que nos enseñe a ser mansos y humildes de corazón (culto de amor). Unidos a él queremos dar gracias al Padre (culto de agradecimiento) y llevar un mensaje de esperanza a toda la gente (culto de esperanza). Recordando su invitación a orar sin cesar (culto de oración) y contemplando su corazón traspasado (culto de justicia), hacemos nuestra su oración al Padre para que seamos UNO (culto de unión).

    Adoración, amor, agradecimiento, esperanza, oración, justicia y unión, son expresiones propias de la fe cristiana. Al mismo tiempo que “dicen” nuestro modo de relacionarnos cuando la motivación central es Jesús y su proyecto, anuncian también el modo concreto de querer y buscar que se haga presente el Reino de Dios. Nos aleja de una fe intimista y fuera de la realidad para animarnos a la misión que nos corresponde como Iglesia, pues nos salvamos en comunidad, asumiendo la difícil tarea de arrancar de este mundo el egoísmo, el odio, la indiferencia, la desilusión, la negación del valor de la vida, la injusticia y la división entre personas, comunidades y pueblos.

    Esta oración diaria nos mantiene despiertos, atentos a los pasos reales que vamos dando en el crecimiento de la fe personal y comunitaria. Asimismo, nos hace permanecer en vela ante tanto dolor humano, tanta desesperanza e injusticia. Centrada en la espiritualidad compasiva y misericordiosa que brota de la vida de Jesús, nuestra oración diaria en el culto perpetuo evita los rodeos que él mismo señaló en la parábola del buen samaritano y nos enseña a no huir de lo real donde se manifiesta el Padre bueno en medio de tantas situaciones que niegan la vida, la fraternidad, la solidaridad en el mundo.

    El Culto Perpetuo es una manera sencilla de vivir la espiritualidad del corazón. Nos inspira para nuestra vivencia cristiana en el día a día. También nos permite medir de alguna manera la relación inseparable entre la fe y la obra. Una devoción o práctica religiosa humilde y sincera mirará siempre el mundo con amor, como Jesús y desde la intimidad con él, hará todo lo posible para que la vida humana sea amada, respetada y promovida, comenzando por un clima de fraternidad entre los más cercanos y con la mirada puesta en la humanidad, como una familia reunida en la misma mesa, compartiendo el mismo pan.

    Un poco de historia

    Desde los años de la fundación de los Misioneros del Sagrado Corazón (MSC) se reza el Culto Perpetuo y la consagración al Corazón de Jesús. Lo inició el Padre Francisco Miniot, vice-maestro del primer noviciado de la Congregación. Lo difundió el Padre Víctor Jouet y lo recomendó fuertemente el Padre Julio Chevalier, fundador con algunos compañeros de los MSC.

    Los misioneros canadienses llegaron al país en el año 1936 y difundieron la Espiritualidad del Corazón. El padre René Bouchard difundió el Culto Perpetuo en las décadas de los 40 y 50. Hoy está difundido en toda la Iglesia dominicana, de modo especial entre los miembros de la Hermandad del Sagrado Corazón. Son oraciones sencillas, prácticas y fáciles de aprender, que buscan orientar lo esencial de la fe vivida, celebrada y practicada. ADH 845

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