Diego López Marina | ACI Prensa
Vacuna para el coronavirus: Experto explica los límites éticos señalados por la IglesiaDesde hace algunos meses, países, empresas farmacéuticas, universidades, entre otros, se han abocado a la búsqueda de una vacuna contra el coronavirus COVID-19; sin embargo, en el camino han surgido una serie de objeciones éticas, principalmente si un católico puede recibir una vacuna en cuyo desarrollo se usaron líneas celulares de fetos abortados.
Para abordar
este tema, ACI Prensa entrevistó a Jorge Nicolás Lafferriere, director del
Centro de Bioética, Persona y Familia y profesor de Bioderecho de la
Universidad Católica Argentina (UCA), para que explique todas las cuestiones
éticas implicadas en el desarrollo de vacunas contra el coronavirus.
“El COVID-19
ha generado un serio problema de salud, que ha causado muchas muertes en todo
el mundo. Ello configura una situación que requiere respuestas de fondo, como
son las distintas estrategias terapéuticas y, especialmente, las vacunas. Por
eso es muy importante que se desarrollen vacunas con materiales de
origen lícito que permitan superar esta situación”, reflexionó
Lafferriere.
El
especialista negó que sea ético que se desarrolle, se pruebe en humanos y
posteriormente se distribuya una vacuna basada en el uso de células fetales.
Aseguró que eso “sería contrario a la ética, porque habría una
cooperación material con la acción ilícita que es el aborto”.
El experto
aseguró que “este tema ha sido debidamente explicado por la Pontificia Academia
para la Vida en 2005 y 2017 y por la Congregación para la Doctrina de la Fe en
2008 en la instrucción Dignitas Personae”.
“El Magisterio
hace distinciones según la forma de cooperación con esa conducta tan gravemente
injusta que es el aborto. En primer lugar, hay una cooperación formal,
que es aquélla en que se comparte la intención deliberadamente orientada a
provocar el aborto. Esta cooperación puede darse si se participa del aborto
para extraer los tejidos del feto abortado para su utilización posterior. Este
problema también se presenta en el caso de los científicos que conciben
embriones humanos para luego crear cultivos celulares a partir de su
destrucción. Estos casos son claramente ilícitos (Dignitas Personae, n. 34 y
Evangelium Vitae 63)”, explicó.
Por otro lado,
Lafferriere destacó que, “a diferencia de la cooperación formal, la cooperación
material es aquélla que ocurre sin compartir la intencionalidad
abortiva, pero que merece objeciones éticas en función del objeto de la
acción”.
“La
cooperación material es, en principio, gravemente ilícita cuando se trata de
quienes colaboran en el desarrollo y testeo de las
vacunas y otros desarrollos biotecnológicos utilizando como base los
tejidos de origen abortivo”. “Esto es así aunque se trate de científicos que no
han participado del proceso de aborto, como lo explica la Congregación para la
Doctrina de la Fe en el año 2008 en la instrucción Dignitas Personae”,
añadió.
Este documento
vaticano señala: “Se configura un problema distinto cuando los investigadores
usan un ‘material biológico’ de origen ilícito, que ha sido producido fuera de
su centro de investigación o que se encuentra en comercio. La Instrucción Donum vitæ ha
formulado el principio general que debe ser observado en estos casos: «Los
cadáveres de embriones o fetos humanos, voluntariamente abortados o no, deben
ser respetados como los restos mortales de los demás seres humanos. En
particular, no pueden ser objeto de mutilaciones o autopsia si no existe
seguridad de su muerte y sin el consentimiento de los padres o de la madre. Se
debe salvaguardar además la exigencia moral de que no haya habido complicidad
alguna con el aborto voluntario, y de evitar el peligro de escándalo» [56]”.
El profesor
Lafferriere precisó que el “deber de rechazar el ‘material biológico’ deriva
de la obligación de separarse, en el ejercicio de la propia actividad de
investigación, de un marco legislativo gravemente injusto y de afirmar con
claridad el valor de la vida humana”.
“Esto vale
también en ausencia de cualquier conexión próxima de los investigadores con las
acciones de los técnicos de la procreación artificial o con las de aquéllos que
han procurado el aborto, e incluso cuando no haya un acuerdo previo con los
centros de procreación artificial”, indica el numeral 35 de Dignitas
Personae.
El director
del Centro de Bioética, Persona y Familia dijo que “también hay una colaboración
material pasiva, cuando no se denuncia el origen ilícito de estas líneas
celulares por parte de quienes tienen alguna responsabilidad en el proceso”.
“Luego hay una cooperación material con el mal por parte de las autoridades y
responsables de las políticas de fiscalización de medicamentos que haciendo uso
de sus atribuciones promueven o admiten el uso de estas vacunas de origen
ilícito”, agregó.
Lafferriere
también destacó otro problema existente: el relacionado a los médicos y
usuarios, “que tienen una conexión mucho más remota con el aborto y
la utilización del cadáver de feto abortado y que su participación puede tener
distintos matices, como veremos luego”.
También aclaró
que, “para el desarrollo de vacunas, las líneas celulares generadas a partir
del cadáver de un feto abortado ofrecen los cultivos para que se desarrollen
las vacunas, pero luego las vacunas no llevan en sí mismas células del
feto abortado”.
“Todo ello,
por supuesto, dejando fuera el problema de la seguridad y eficacia de la vacuna
en sí misma, de los datos existentes sobre la contagiosidad y tasa de
mortalidad de la enfermedad, y de la existencia de fármacos o tratamientos
terapéuticos eficaces, que son otros aspectos a tener en cuenta. Aquí sólo me
he concentrado en lo estrictamente referido a vacunas desarrolladas a partir de
líneas celulares de origen éticamente cuestionable”, comentó.
Vacunas actualmente desarrolladas con líneas celulares fetales
Durante la
entrevista, se le preguntó al profesor de Bioderecho cuál es el problema con
las dos líneas celulares fetales humanas, la “HEK-293” y la “PER.C6”, que están
utilizando actualmente para
crear algunas vacunas contra el COVID-19.
Lafferriere
aclaró que estas dos líneas celulares “son objetadas porque provienen de
fetos abortados”.
“El tema está
explicado en un documento de la Pontificia Academia para la Vida del año 2005
titulado ‘Reflexiones
morales sobre vacunas preparadas de células derivadas de fetos humanos
abortados’, específicamente en la nota al pie número 6 que explica que la línea
celular HEK 293 fue derivada de células de riñón de un feto abortado
aproximadamente en 1972 y que la línea PER.C6 fue derivada de tejido de retina
de un bebé de 18 semanas de gestación abortado en 1985”, explicó.
Lafferriere
dijo que, en principio, “la cooperación material con el mal puede ser
inmediata o mediata y la cooperación mediata puede ser próxima
o remota”.
“En el caso de
estas dos líneas de células derivadas de células fetales o embrionarias,
ciertamente estamos ante una forma de cooperación remota. Pero ello
no cambia el hecho de que el desarrollo de la vacuna a partir del uso de líneas
celulares fetales humanas provenientes de fetos abortados es moralmente
objetable”, aseguró.
Alternativas éticas en el desarrollo de vacunas
El profesor
Lafferriere remarcó que en la actualidad también “existen alternativas
éticamente aceptables para el desarrollo de vacunas, como la utilización de
líneas celulares que no tienen origen ilícito”. “Ese es el auténtico camino
ético que se debe promover en este momento”, afirmó.
En ese
sentido, indicó que el Lozier Institute, la entidad investigadora del grupo
provida estadounidense Susan B. Anthony List, ha publicado un informe detallado
con los programas de desarrollo de vacunas para COVID-19 “que son éticamente
aceptables y los que presentan problemas de fondo”.
Dijo que “en
este informe podemos ver claramente que hay muchos proyectos de vacunas perfectamente
aceptables desde el punto de vista ético, según los criterios antes
explicados”.
“Estas vacunas
son las que deberían contar con todo el apoyo general y gubernamental”, afirmó.
¿Es lícito para un católico recibir una vacuna basada en tejidos de
fetos abortados?
El profesor
Lafferriere explicó que “en 2005 y luego en 2017, la Pontificia Academia para
la Vida sostuvo que para el caso de enfermedades para las que no hay vacunas
alternativas éticamente aceptables y disponibles, está bien abstenerse de usar
esas vacunas que tienen un origen ilícito si no se causa a los niños y a la
población como un todo, riesgos significativos a su salud”.
“Sin embargo,
si los niños o la población están expuestos a riesgos considerables para su
salud, las vacunas que tienen problemas morales de base pueden ser
usadas en forma temporaria. La razón es que el deber de evitar la
cooperación pasiva con el mal no es vinculante si hay un grave inconveniente.
Aún más, si hay peligro de que se propague un agente patológico por la falta de
vacunación de los niños, la Pontificia Academia para la Vida afirma que nos
encontramos ante una razón proporcionada para aceptar el uso de estas vacunas”,
explicó el experto.
La
Congregación para la Doctrina de la Fe en Dignitas Personae (2008)
sostiene lo siguiente en el numeral 35: “Por supuesto, dentro de este marco
general existen diferentes grados de responsabilidad. Razones de particular gravedad
podrían ser moralmente proporcionadas como para justificar el uso de ese
‘material biológico’. Así, por ejemplo, el peligro para la salud de los niños
podría autorizar a sus padres a utilizar una vacuna elaborada con líneas
celulares de origen ilícito, quedando en pie el deber de expresar su desacuerdo
al respecto y de pedir que los sistemas sanitarios pongan a disposición otros
tipos de vacunas”.
En síntesis,
Lafferriere dijo que las condiciones para que un católico pueda recibir las
vacunas que tienen un origen remoto ilícito son: “Que no exista otra
alternativa éticamente aceptable”; “que exista una razón proporcionada y
urgente, como el peligro de propagación y de contagio de una enfermedad que
dañe a los niños o la población en general”; “que se exprese el desacuerdo con
las vacunas en razón de su origen ilícito”; y finalmente que “se pida a los
sistemas sanitarios que pongan a disposición otros tipos de vacunas”.
“Se trata de
una respuesta temporaria, de ultima ratio, para responder a
ese motivo de cuidado de la salud y hasta que se desarrollen las alternativas
éticamente aceptables”, aseguró.
El docente de
la UCA, explicó que un católico caería en un problema ético y caería en una
cooperación con el mal al “recurrir a una vacuna desarrollada a partir de
líneas celulares que tienen origen en material ilícito, como los tejidos de
fetos abortados”, “en el caso de que exista una vacuna alternativa cuyo origen
sea éticamente aceptable”.
“Todo ello
presupone que estén dadas las condiciones de seguridad y eficacia de todas las
vacunas y todas las demás circunstancias que califican la decisión, desde el
punto de vista técnico”, añadió el experto.
Para leer la
entrevista completa, donde Nicolás Lafferriere también aborda aspectos sobre el
marco legal internacional que permite el uso de tejido fetal, el deterioro de
la importancia de reconocer la inviolabilidad de la vida humana y qué
alternativas hay para combatir este escenario, puede ver el siguiente
comunicado.
Imagen referencial / Crédito: Unsplash
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