Para
vivir mejor | Dra. Miguelina Justo
La
asertividad entre silencios y palabras
La asertividad se refiere a la capacidad que una
persona tiene de reconocer cuánto puede hablar, perseguir o defender sus
propios intereses cuando estos no se encuentran perfectamente alineados a los
intereses de los demás (Ames, Lee y Wazlawek, 2017). Contrario a lo que popularmente se cree, la
asertividad se desarrolla en un continuum, donde hay espacio para la pasividad
y la agresividad. El contexto social y
cultural, asà como los valores personales y el género pueden determinar el
grado de asertividad adecuado a cada circunstancia. Un lamentable episodio de
la historia dominicana podrÃa ilustrar lo anterior, se trata del asesinato de
Los panfleteros de Santiago.
Apenas se estrenaba el 1960, cuando 27 niños y jóvenes
dominicanos fueron torturados y más tarde asesinados. Su delito:
el haberse expresado en contra del régimen opresivo del dictador Rafael
Leonidas Trujillo Molina.
Estos jóvenes integraban el grupo Unión de Grupos
Revolucionarios Independiente (UGRI) fundado y liderado por Wenceslao
Guillén. PerseguÃan el derrocamiento del
Sátrapa y para ello creÃan necesario que el pueblo dominicano entendiera que
Trujillo podÃa ser desafiado. Soñaban con hombres y mujeres capaces de expresar
en voz alta su rechazo a la dictadura, porque hasta la fecha, la única voz que
se escuchaba era la del Tirano, asà lo afirmó el Dr. Ramón Antonio Veras,
sobreviviente del grupo (The Common Root Project, 2008).
En la época, la pasividad era la norma. El reclamo era
pagado con sangre. El desacuerdo con la
ignominia o el destierro. El miedo y la
ignorancia eran mayores que la rabia y la indignación, por lo que el silencio
primaba. Los integrantes de la UGRI, no
obstante, decidieron hablar y lo suyo fue un grito. Entre otras iniciativas, llevaron a cabo la
elaboración y distribución de unos panfletos en Santiago, con los mensajes:
¡viva la revolución! ¡Abajo el Tirano! Libertad o muerte (UGRI). Detrás se podÃa leer: “Con perdón de la
expresión, Trujillo es una mierda”.
El martirio de sus compañeros no acalló a los
sobrevivientes, quienes, luego de que el Dictador fuera a la Ciudad Corazón,
distribuyeron otro panfleto que decÃa: “Nos visita Trujillo, un ladrón a quien
no queremos ni como sereno. Vivan los panfleteros de Santiago (UGRI)” (Los
panfleteros de Santiago, 2010).
El comportamiento de estos jóvenes bien pudo haber
sido catalogado como agresivo, en el contexto cultural y social en el cual
vivieron. Sus acciones estuvieron
marcadas por el enfrentamiento y la contienda.
Soñaban con una República Dominicana libre y este ideal reposaba en los
valores de la dignidad, la justicia y la paz que impulsaron sus acciones. La palabra escrita fue el arma que
utilizaron. Eran hombres y como hombres
entendieron debÃan comportarse. El
género dicta la expectativa que debe ser cumplida y los lÃmites que pueden o no
ser transgredidos. Se esperaba que el hombre fuera aguerrido y valiente, capaz
de expresar su parecer.
Han pasado muchos años de estos hechos. “El jefe” fue ajusticiado el 31 de mayo de
1961, sin embargo, su legado de miedo continúa presente, más allá de la
ilusoria de libertad de expresión en las redes sociales. En lo público, como en lo privado, aún el
miedo hace que muchos callan y asientan para no ser rechazados, para no perder
privilegios. Dicen que “sÔ cuando
quisieran gritar “no”. Por el evitar el conflicto en el presente, solo
postergan lo insostenible de una relación abusiva y opresora. Terminan sintiendo usados, creyéndose
vÃctimas de los otros, sin sospechar que lo han sido de su propio miedo, de su
inoportuna pasividad.
Esta pasividad habita al “buen” empleado que calla
mientras es explotado, en aquella que cede ante un plan que es consciente no
funcionará, en aquel que disculpa el maltrato de otros, convirtiéndose en
cómplices silentes, o en quien desde su pesimismo no se atreve a preguntar
porque ya cree tener el “no” como respuesta.
Por otro lado, la rabia parece también hacerse
presente. Pequeños “jefes” abusan de su
poder, demandan lo que creen que les corresponde, muy lejos de lo justo y lo
digno. Destruyen relaciones, al generar
oposición y conflicto. Otra forma de
miedo les invade: no quieren ser
abusados, por lo que se convierten en victimarios. Creen, erróneamente, que ceder es un signo de
debilidad, y se embarcan en enfrentamientos inútiles. Se autoimponen una agresividad estéril, por
alcanzar el ideal de hombrÃa aún vigente o el más reciente consejo de una mujer
“empoderada”. Nada más lejano a la
asertividad.
Para ser verdaderamente asertivos, para reconocer qué tanto conviene luchar por las metas en conflicto con los intereses de otros es necesario:
- Identificar y gestionar los sentimientos y emociones. El miedo, la rabia y culpa pueden ser malas consejeras. En ocasiones, es preferible lidiar con estos estados emocionales antes de permitir que dirijan las acciones a realizar.
- Preguntar, nunca suponer. La pasividad y la agresividad inoportunas son muchas veces frutos de suposiciones. Preguntar de manera directa puede ahorrar muchos malos entendidos.
- Escuchar. El conocer mejor los intereses del otro puede permitir el llegar a acuerdos donde ambas partes alcancen acuerdos satisfactorios.
- Decir que “no” cuando realmente no se quiere o no se
puede satisfacer el requerimiento del otro.
·
Los panfleteros de Santiago no callaron, les tocó
gritar. Hagamos que su martirio nos inspire a hablar cuando conviene, como
conviene. El “jefe” ya murió, que se
escuchen ahora nuestras voces, con la libertad y la dignidad que estos jóvenes
soñaron. ¡Esto se parece más a la
asertividad! ADH 849.
Referencias
Ames, D., Lee, A., & Wazlawek, A. (2017). Interpersonal
assertiveness: Inside the balancing act. Social and Personality
Psychology Compass, 11(6), Article e12317.
Los panfleteros de Santiago. (2010, mayo 2). CronologÃa
de hechos de Los Panfletos de Santiago.
The common roots Project. (2008, octubre 19). Los panfleteros de
Santiago [Video]. YouTube.
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