EcologÃa Integral | Leonardo Boff
El Covid-19 nos obliga a pensar: que es
lo esencial: ¿la vida o el lucro?
Como afirmó el renombrado filósofo alemán Jürgen
Habermas, en una entrevista sobre la Covid-19: “Nunca supimos tanto de nuestra ignorancia
de como ahora”. La ciencia es indispensable para sobrevivir y atender a la
complejidad de las sociedades modernas, pero ella no puede ser arrogante y
pretender, como ciertos cientificistas postulan, que podrÃa resolver todos los
problemas. A decir verdad, lo que no sabemos es infinitamente más que lo que
sabemos. Todo saber es finito y perfectible. Eso se está comprobando ahora con
ocasión de la búsqueda desenfrenada de una vacuna eficaz contra la Covid-19. No
sabemos cuándo va a estar disponible, ni cuándo desaparecerá la epidemia.
Tal hecho tiene como efecto el ocaso de un
horizonte de vida y de esperanza y causa aquello que tan bien escribió en su
twitter la jueza y escritora (“La vida no es justa”) Andréa Pachá: “La pandemia
ha hecho muchos estragos. Algunos fÃsicos, concretos y definitivos. Otros
sutiles, pero devastadores. Nos sustrajo el deseo de ir, de jugar, de hacer
planes, incluso aquellos sólo utópicos e idealizados, que jamás se realizarÃan,
pero que alimentaban el alma”.
Constatamos que hay un profundo abatimiento
colectivo, melancolÃa, depresión y hasta rabia contra una epidemia acerca de la
cual conocemos muy poco y poco podemos hacer. Todos nos sentimos rodeados por
el fantasma de la contaminación, de la intubación y de la muerte.
El hecho es que vivimos no bajo una emergencia
extraordinaria como el tsunami del Japón, que afectó las centrales nucleares,
una de las cuales continúa emitiendo radioactividad, afectando desde las costas
de la India, de Tailandia, de Indonesia hasta las costas de California, o las
grandes quemas de la Amazonia, del Pantanal y de los bosques de California. Con
la Covid-19 estamos delante de una emergencia
extrema, que afecta a todo el planeta, consecuencia de una profunda
erosión ecológica causada por la voracidad de las grandes empresas que buscan
exclusivamente el lucro material con el derribo de las selvas, el
extractivismo, la expansión de monoculturas como la de la soja o la crÃa de
ganado y la excesiva urbanización del mundo entero.
Esa intrusión del ser humano en la naturaleza, sin
ningún sentido de respeto a su valor intrÃnseco, tenida como un mero medio de
producción y no como algo vivo del cual somos parte y no dueños ni señores,
negándonos a respetar sus lÃmites de soportabilidad, ha producido la
destrucción de los hábitats de miles de virus en animales y en plantas que se
han trasladado hacia otros animales y hacia el ser humano.
Tenemos que incorporar nuevos conceptos: la
zoonosis (enfermedad que viene del mundo animal: aves, cerdos, vacas,
murciélagos) y la transferencia zoonótica: una afección animal transmisible al
ser humano. A partir de ahora entrarán en nuestro vocabulario no sólo
cientÃfico.
Uno de los mayores especialistas en virus, David
Quammen (Montana USA), nos advierte en su video “Spillover: the next human
pandemic” (2015)”: es inevitable que vuelva a haber una gran pandemia. Puede
matar a decenas de miles, centenas de miles, o millones de personas, según las
circunstancias y la forma como reaccionemos, pero aparecerán cualquiera de
estas cosas. Será con seguridad un agente zoonótico. Tendrá origen en animales
no humanos. Será ciertamente un virus”. Observemos la gravedad de esta
advertencia de un notable cientÃfico.
Frente a esta emergencia extrema aumentada por la
escasa movilidad nacional e internacional, el aislamiento social, el
distanciamiento entre las personas y el uso de la mascarilla nos propician
plantear las cuestiones más fundamentales de nuestras vidas: al final, ¿qué es
lo que cuenta en última instancia? ¿Qué es definitivamente esencial? ¿Cuáles
son las razones que nos llevaron a tal situación de emergencia extrema? ¿Qué
debemos y podemos hacer después de que pase la pandemia, si pasa? Estas
preguntas son impostergables.
Entonces descubrimos que no hay mayor valor que la
vida, nuestra vida y la de toda la comunidad de vida. Ella surgió hace 3,8
miles de millones de años y la humana hace cerca de 8-10 millones de años. Pasó
por varias devastaciones pero siempre se mantuvo su existencia. Y junto con la
vida, los medios de vida sin los cuales ella no se sustenta: el agua, el suelo,
la atmósfera, la biosfera, los climas, el trabajo y la naturaleza que nos
ofrece todo lo que necesitamos para vivir y sobrevivir. Y la comunidad humana
que nos acoge y nos ofrece las bases del orden social y espiritual que nos
mantiene cohesionados como humanos. De nada vale la acumulación de bienes
materiales, la apropiación individual, la pura y simple competición. Lo que nos
salva como seres vivos y sociales es la solidaridad, la cooperación, la
generosidad y el cuidado de unos a otros y del ambiente.
Estos son los valores humano-espirituales,
contrarios a aquellos de la cultura del capital material, sobre la cual la
Covid-19 representa una especie de rayo que la está reduciendo a pedazos. No
podemos volver a ella para no provocar a la Madre Tierra y a la naturaleza que,
si no cambiamos nuestra relación de respeto y de cuidado, nos enviarán otros
virus, tal vez todavÃa más letales o hasta el último (The Big One) que
diezmarÃa a la especie humana.
Este tiempo de recogimiento forzado es tiempo de
reflexión y de conversión ecológica, tiempo de decidir qué tipo de Casa Común
queremos para el futuro. Tenemos que crecer en solidaridad y en amor a todo lo
que es creado, especialmente a los humanos, nuestros hermanos y hermanas.
Seremos “el homo solidarius”, el principio de una
nueva era, la era de la biocivilización, en la cual la vida en su diversidad
tendrá centralidad y todo lo demás estará al servicio de ella. No habrá
ECOnomia sin ECOlogia. La vida vale por sà misma. Juntos en la Casa Común
gozaremos de la alegre celebración de la vida.
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