Al abrir la puerta | Vicente Niño Orti, OP. @vicenior
En
la ciudad de Belén nace el Salvador
1.
No sé si la idea de salvación tiene buena prensa hoy en día. El hombre de hoy
está tan dormido o tan anestesiado, tan vanagloriado de sí, tan autónoma o
autómatamente impotente, que no concibe ni la realidad, ni la posibilidad, ni
la necesidad de ser salvado. Ni de ser esclavo. La peor de las esclavitudes es
la de quien ni siquiera se sabe esclavo. Seguramente ni tan siquiera quiere que
lo salven. ¿Salvado de qué?, se dice. ¿Qué incendio, qué naufragio, qué
situación existe que yo no conozco y de la que yo no pueda salir por mi propia
mano?, dice ciego a las cadenas que le oprimen el hombre. Y sin embargo la
experiencia está. La de no ser capaz de salir de algo. La de la necesidad de
que te saquen de una situación de la que tú no puedes salir. La de que ojalá
llegase un salvador que rompiera tus cadenas.
No
sólo los esclavos necesitan salvador…
2.
Donde se duerme el agua. Así leo que llama un agricultor castellano al hueco en
el que queda el agua bajo los surcos, en la huella de las ruedas, bajo el barro
que cuaja y se seca, dejando cápsulas donde sigue el agua viva pese a estar
atrapada, como en artificiales cuevas minúsculas bajo los senderos, protegida,
serena, cuidada, pero encerrada. Al leerlo me ha estremecido la expresión y la
imagen. Me suena casi a descripción de lo que este 2020 está siendo. Escondido
bajo la costra de barro que este año se ha formado en torno a nosotros,
encapsulados, escondidos, encerrados, atrapados vivimos. Pero intuyo que aun
así estamos vivos, y a la espera de que algo rompa las paredes de la cueva
artificial que para volver a derramarnos y correr por los senderos.
Necesitamos
un salvador que traiga vida
3.
Si queda algo de este año -que mortecino va hundiéndose como un titanic de
tiempo- es la experiencia de la muerte. De la cercanía de la muerte. De la
proximidad de la muerte. La muerte de las personas, y la muerte de las
relaciones. Liberación para los que marchan, pesadumbre para los que quedan.
Convicción de su resurrección y vida plena, y dolor de la partida y la ruptura.
Desazón por la inseguridad constante que deja. Grietas en el corazón tras la
ruptura de lo que fue y de lo que ya no podrá ser. Nunca y nunca igual. El año
2020 ha sido el año de la muerte. Y, al menos por ahora -de todo se sale, de
todo se aprende, todo deja su enseñanza… espero-, no queda una energía para
vivir, ni el buenismo de una llamada a aprovechar lo que hay, lo que aún está
presente. Lo que deja es la desazón, el frío, la incertidumbre, la inseguridad
y el abandono a las mareas de los años que vendrán…
Necesitamos
un salvador que venza a la muerte
4.
Hoy os anuncio una gran noticia. En la ciudad de Belén ha nacido el Salvador,
el Mesías, el Señor.
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