Consideraciones | Antonio
Lluberes, SJ
Pandemia, crisis humanitaria y Advenimiento de Jesús
Cuando se escriben estas líneas en Europa y muchos países de América
se experimenta un rebrote del virus que lleva a tomar nuevas medidas radicales
de confinamiento. Ahora, a diferencia de marzo-abril surgen sectores sociales, militantes,
que se oponen a las medidas de control a título de recuperación económica y
libertad para el ocio. Pero, afortunadamente, en el fondo se proyectan noticias
esperanzadoras sobre el desarrollo y pronto uso de diversas vacunas.
Curar y sanar serían las palabras claves. Curar a los enfermos de los efectos del virus, alimentar a los hambrientos, pero dar seguridad y paz a todos
¿Qué podemos reflexionar y sacar provecho? Caminamos hacia la
Navidad, en el mes de diciembre, a un año de que se declarara la aparición del
coronavirus en la ciudad china de Wuhan el 31 de diciembre de 2019. ¡Cuánto ha
acontecido de esa fecha a hoy día! El virus ha puesto en evidencia verdades
sabidas que se nos hacía difícil aceptar. En primer lugar, la existencia de la naturaleza
con sus propias leyes, su permanente estado de evolución con su capacidad de
recrear y sorprender. La unidad de toda
la condición humana, natural y social, por encima de diferencia social de raza,
religión y nación. La necesidad de unir voluntades y recursos, privados y
estatales, personales y societales para construir un hábitat cada vez más
humano. Y los posibles riesgos de enfrentar catástrofes, situaciones de
emergencia, ya sea de orden político o natural, que amenacen la salud, la
seguridad y el bienestar de un grupo de personas o toda la humanidad, una
crisis humanitaria, que necesita de la acción conjunta de toda la humanidad
para afrentarla.
Los estados y los organismos internacionales afrontan, con cuantiosos
recursos los colapsos económicos, y el financiamiento de la investigación
científica y apartan capitales para la compra y distribución de vacunas. En estos
días recientes, el Grupo G–20, que reúne países industrializados y emergentes,
ha dedicado dos días a un diálogo, todavía con sus deficiencias, a la doble
crisis sanitaria y económica.
Pero quedan pendientes algunos temas como la operatividad y éxito
de algunas medidas, como aquellas tomadas a la fuerza sin dedicar tiempo a
convencer a las poblaciones, sobre todo a las más sensibles. También se observa
la ausencia de planes para ir en ayuda de países pobres que carecen de recursos
para alimentar, salvar sus débiles economías y curar sus poblaciones ante el
riesgo que se trata de un virus que tiene un comportamiento libre que no se
detiene en fronteras geográficas. Y, por último y principal, la disposición
personal e intima de la gente, toda la gente, para disciplinar sus vidas y dar
de su generosidad para humanizar este tránsito que vivimos y sanar la sociedad.
Como todavía no sabemos si en el mediano plazo el distanciamiento social nos
hará mas cercanos o lejanos, restablecerá las fronteras que hemos tratado de
superar o acentuará las diferencias sociales.
Curar y sanar serían las palabras claves. Curar a los enfermos de
los efectos del virus, alimentar a los hambrientos, pero dar seguridad y paz a
todos.
Para los que creemos en Jesús, el resucitado que vence el mal del
mundo incluida la muerte, y nos oferta la comunión de todos en uno, este seria
un camino de seguridad y paz. Un camino de vida sencilla, el camino de los
“benditos de mi Padre” preocupados de los sedientos, hambrientos, enfermos y
presos, abandonados y tristes. ADH 851
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