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    domingo, 14 de febrero de 2021

    Dios es amor

    Vocacionales | P. Osiris Núñez, msc

     


    Dios es amor

     

    El amor a Dios va necesariamente unido al amor al prójimo, es decir, no se puede concebir el amor a Dios si se rechaza al prójimo. Están tan unidos, que afirmar que se ama a Dios es una mentira si el hombre se cierra a la otra persona; el otro, el prójimo es también un camino para encontrar a Dios. De esta manera el amor cristiano no debe de entenderse como un amor único entre el creyente y Dios, sino que es un amor realizado en el prójimo y que se hace presente en la comunidad eclesial; es un amor que se hace vida junto a las demás personas, es decir, es un amor que se concretiza en las relaciones interpersonales de la comunidad eclesial. De esta manera, la caridad eclesial es una expresión de amor, un amor que busca el bien supremo del ser humano: “el amor es el servicio que presta la Iglesia para atender constantemente los sufrimientos y necesidades, incluso materiales, de los hombres”.


    Por lo tanto, es una tarea de cada creyente y de cada comunidad eclesial, tener como principio el amor al prójimo fundamentado en el amor a Dios. Desde un principio esto fue uno de los pilares constitutivos de la iglesia. El núcleo central, y que se ha mantenido prácticamente intacto hasta el día de hoy es: “no debe haber una forma de pobreza en la que se niegue a alguien los bienes necesarios para una vida decorosa”.

     

    Es por esto que, en la labor pastoral de la Iglesia, siempre debe haber un espacio donde lo que oramos en cada Eucaristía y afirmamos del Evangelio se concretice en acciones concretas, donde las mismas acciones sean las que hablen del amor de Dios hacia los hombres y de la construcción de una sociedad más justa. Sin embargo, la tarea política de realizar la sociedad más justa posible no es inmediatamente una tarea de la Iglesia, sino del Estado y de la sociedad, pero la Iglesia en ningún caso debe quedarse al margen en la lucha por la justicia. La Iglesia se inserta en ella, pero “debe hacerlo por la argumentación racional y despertando fuerzas espirituales que allanen el camino de la justicia”.

     

    Entonces la pregunta es: ¿Dónde queda la caridad? La caridad siempre será necesaria, inclusive en la sociedad más justa. Siempre se darán situaciones humanas que la requieran y además el Estado no puede asegurar lo esencial en la atención a los necesitados, esto es, una entrañable atención personal; la Iglesia es una de estas fuerzas vivas creadoras de la solidaridad y pretende una ayuda integral, cuya negación solo puede proceder del más grande materialismo. La caridad eclesial es llevada a cabo por las organizaciones caritativas de la misma Iglesia, las cuales son obras propias de la Iglesia, es decir, en ellas la Iglesia es sujeto directamente responsable y actúa conforme a su naturaleza de Iglesia de Jesucristo. Pero hay que aclarar que esta organización caritativa no anula la acción caritativa individual.

     

    Ahora bien, la actividad caritativa de la Iglesia tiene un perfil característico. Es necesario que la acción caritativa no se convierta en una organización asistencial genérica más. Para evitarlo hay unos rasgos que constituyen la esencia de la caridad cristiana y eclesial.

     

    • La caridad es una respuesta a una necesidad inmediata en una determinada situación, realizada por personal competente, convertidos al amor de Dios y mediadores de esa experiencia.

    • La actividad caritativa cristiana ha de ser independiente de partidos e ideologías, sobre todo la que sostiene que toda caridad inmediata y personal es alienante y justificación del statu quo. No hay que temer una caridad inmediata y urgente.

    • La caridad no ha de ser un medio en función de lo que hoy se considera proselitismo. Sino que es amor gratuito, no intenta poner la fe.

    • La caridad como testimonio ya habla por sí misma de Dios. todos en la Iglesia, especialmente las organizaciones caritativas, tienen como cometido reforzar la conciencia creyente de sus miembros, para ser testigos creíbles de Cristo.


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