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    viernes, 12 de febrero de 2021

    María, madre y fuente de esperanza

    Mariología | Juan Corona Estévez, MSC




    María, madre y fuente de esperanza en el mundo de hoy

    Así como Jesús es la fuente y el centro de la vida en la creación y en la historia, María es la mujer que transmite íntegra y recreada la naturaleza humana al Verbo Encarnado. Ella, además, es la persona que ha iniciado la cultura de la vida nueva por medio de la encarnación del Hijo de Dios. Por eso mantiene un estrecho lazo personal con el Evangelio de la vida.

    La Virgen ha sido invocada también como esperanza de los pobres, de los humildes, de los que lloran y de los afligidos

     

    El relato de Mateo 2,13-15, pone de manifiesto que María defendió con coraje la vida de su Hijo para librarlo de las amenazas del rey Herodes. De ahí que la Iglesia tenga como paradigma a la Virgen, implica que debe seguir luchando en la historia por la defensa de la vida, continuamente insidiada por la fuerza del mal, pues al defender la vida de los más débiles, acogemos a Jesús. Asimismo, educados por ella, los cristianos acogen con pasión, respeto y cuidado la vida en sí y la de los demás.

    Justamente por ser madre de la vida, el pueblo cristiano se dirige desde siempre a María con suma esperanza. Las madres, por ejemplo, entregan con confianza a la protección materna de María el futuro de sus hijos, la felicidad de su familia, el trabajo y la paz de las naciones. Por esta acción de protección eficaz en la historia, la Virgen ha sido invocada también como esperanza de los pobres, de los humildes, de los que lloran y de los afligidos. Por ello puede decirse que como madre del Hijo de Dios nos acompaña, defiende y custodia a quien espera en ella.

    El pueblo cristiano recurre con plena confianza a María porque se encuentra presente ahí donde sus hijos e hijas se alegran y donde tienen necesidad. Algunos teólogos toman el texto de Juan 1,1-2, para explicar que en esta fiesta la Virgen interviene con discreción y eficacia para que Jesús realizara el milagro. Él en cambio, no solo transforma el agua en vino, sino que, azuzado por la petición de su madre, transforma la desesperanza en esperanza, la carencia en abundancia. En concreto, devuelve la esperanza y la alegría a la fiesta de la vida.

    Por su parte, en el plan de redención, María guía a la comunidad cristiana hacia Jesucristo, esperanza de la humanidad. Ella lleva a su máxima expresión el anhelo de los pobres de Yahvé, resplandeciendo como modelo para cuantos confían con todo el corazón en las promesas de Dios. El concilio Vaticano II, en la Constitución Dogmática Lumen Gentium, n. 68, afirma que la madre de Jesús es signo de esperanza y consuelo en la tierra hasta que llegue el día del Señor. Por ello el Pueblo de Dios da gracia por el don de María madre de misericordia, de vida y esperanza (cfr. Amato, A.,1999, pp. 172-185).

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