Mensaje | Ciudad del Vaticano
Jornada Mundial de las Vocaciones
San José, custodio de Jesús, de la Iglesia
y de las vocaciones
Hecho público el mensaje del Papa para la Jornada
Mundial de oración por las vocaciones, en el dÃa en que la Iglesia celebra a
San José. La vocación dijo Francisco: es la “llamada divina que siempre impulsa
a salir, a entregarse, a ir más allá. No hay fe sin riesgo. Sólo abandonándose
confiadamente a la gracia, dejando de lado los propios planes y comodidades se
dice verdaderamente “sÔ a Dios”.
Ha sido publicado el mensaje del Papa Francisco en
la fiesta dedicada a San José, en el mensaje, Francisco recuerda la figura de
San José, el sueño de la vocación. Y
recuerda, la vocación es la “llamada divina siempre impulsa a salir, a
entregarse, a ir más allá. No hay fe sin riesgo. Sólo abandonándose confiadamente
a la gracia, dejando de lado los propios planes y comodidades se dice
verdaderamente “sÔ a Dios”. San José sugiere tres palabras claves para la
vocación: sueños, servicios y fidelidad.
Desde el pasado 8 de diciembre, con motivo del
150.º aniversario de la declaración de san José como Patrono de la Iglesia
universal, el Papa Francisco, por medio del Decreto de la PenitenciarÃa
Apostólica, dio comienzo al Año dedicado especialmente a este Santo. Además, el
PontÃfice escribió la Carta apostólica Patris corde para «que crezca el amor a este
gran santo». En su mensaje, el Papa afirma que la figura de San José es
“extraordinaria, y al mismo tiempo «tan cercana a nuestra condición humana».
San José no impactaba, tampoco poseÃa carismas particulares ni aparecÃa
importante a la vista de los demás. No era famoso y tampoco se hacÃa notar, los
Evangelios no recogen ni una sola palabra suya. Sin embargo, con su vida
ordinaria, realizó algo extraordinario a los ojos de Dios”.
Las vocaciones: regeneran la vida cada dÃa
Más adelante, en el mensaje, Francisco recuerda
que “Dios ve el corazón y en san José reconoció un corazón de padre, capaz de
dar y generar vida en lo cotidiano. Las vocaciones tienden a esto: a generar y
regenerar la vida cada dÃa. El Señor quiere forjar corazones de padres, corazones
de madres; corazones abiertos, capaces de grandes impulsos, generosos en la
entrega, compasivos en el consuelo de la angustia y firmes en el
fortalecimiento de la esperanza”.
Y hoy dÃa, en tiempos marcados por “la fragilidad
y los sufrimientos causados también por la pandemia, donde nos invade la
incertidumbre y el miedo al futuro, lo que necesita el sacerdocio y la vida
consagrada es a San José que viene a su “encuentro con su mansedumbre, como
santo de la puerta de al lado; al mismo tiempo, su fuerte testimonio puede
orientarnos en el camino”.
Tres palabras clave para la vocación
Francisco señala en su mensaje que San José nos
sugiere tres palabras clave para nuestra vocación. La primera es sueño. Todos
en la vida sueñan con realizarse. Y es correcto que tengamos grandes
expectativas, metas altas antes que objetivos efÃmeros —como el éxito, el
dinero y la diversión—, que no son capaces de satisfacernos.
Y el mayor sueño de la humanidad: “amor”. Porque
como afirma el Papa, es “el amor el que da sentido a la vida, porque revela su
misterio. La vida, en efecto, sólo se tiene si se da, sólo se posee
verdaderamente si se entrega plenamente. San José tiene mucho que decirnos a
este respecto porque, a través de los sueños que Dios le inspiró, hizo de su
existencia un don”.
En el Mensaje, el PontÃfice explica que los
Evangelios narran cuatro sueños. Eran llamadas divinas, “pero no fueron fáciles
de acoger. Después de cada sueño, José tuvo que cambiar sus planes y
arriesgarse, sacrificando sus propios proyectos para secundar los proyectos
misteriosos de Dios. Él confió totalmente. Y el Papa nos pregunta: “¿Qué era un
sueño nocturno para depositar en él tanta confianza?”. Aunque en la antigüedad
se le prestaba mucha atención, seguÃa siendo poco ante la realidad concreta de
la vida. A pesar de todo, san José se dejó guiar por los sueños sin vacilar”,
porque confirma el Papa, “su corazón estaba orientado hacia Dios, ya estaba
predispuesto hacia Él. A su vigilante “oÃdo interno” sólo le era suficiente una
pequeña señal para reconocer su voz. Esto también se aplica a nuestras
llamadas”.
“A Dios no le gusta revelarse de forma
espectacular, forzando nuestra libertad. Él nos da a conocer sus planes con
suavidad, no nos deslumbra con visiones impactantes, sino que se dirige a
nuestra interioridad delicadamente, acercándose Ãntimamente a nosotros y
hablándonos por medio de nuestros pensamientos y sentimientos. Y asÃ, como hizo
con san José, nos propone metas altas y sorprendentes”.
La vocación: la llamada divina que impulsa a
entregarse
Los sueños condujeron a José a aventuras que nunca
habrÃa imaginado. El primero, afirma en su mensaje, desestabilizó su noviazgo,
pero lo convirtió en padre del MesÃas; el segundo lo hizo huir a Egipto, pero
salvó la vida de su familia; el tercero anunciaba el regreso a su patria y el
cuarto le hizo cambiar nuevamente sus planes llevándolo a Nazaret, el mismo
lugar donde Jesús iba a comenzar la proclamación del Reino de Dios. “En todas
estas vicisitudes, afirma el Papa, la valentÃa de seguir la voluntad de Dios
resultó victoriosa. Asà pasa en la vocación: la llamada divina siempre impulsa
a salir, a entregarse, a ir más allá. No hay fe sin riesgo. Sólo abandonándose
confiadamente a la gracia, dejando de lado los propios planes y comodidades se dice
verdaderamente “sÔ a Dios. Y cada “sÔ da frutos, porque se adhiere a un plan
más grande, del que sólo vislumbramos detalles, pero que el Artista divino
conoce y lleva adelante, para hacer de cada vida una obra maestra. En este
sentido, san José representa un icono ejemplar de la acogida de los proyectos
de Dios”.
San José es un icono de la acogida de los
proyectos de Dios, pero es una “acogida activa, nunca renuncia ni se rinde, «no
es un hombre que se resigna pasivamente. Es un protagonista valiente y fuerte».
Que él ayude a todos, señala Francisco, especialmente a los jóvenes en
discernimiento, a realizar los sueños que Dios tiene para ellos; que inspire la
iniciativa valiente para decir “sÔ al Señor, que siempre sorprende y nunca
decepciona”.
Servicio
La segunda palabra que marca el itinerario de san
José y de su vocación es servicio, escribe el Papa y explica que se desprende
de los Evangelios que vivió enteramente para los demás y nunca para sà mismo.
"El santo Pueblo de Dios lo llama esposo castÃsimo, revelando asà su
capacidad de amar sin retener nada para sÃ. Liberando el amor de su afán de
posesión, se abrió a un servicio aún más fecundo, su cuidado amoroso se ha
extendido a lo largo de las generaciones y su protección solÃcita lo ha convertido
en patrono de la Iglesia. También es patrono de la buena muerte, él que supo
encarnar el sentido oblativo de la vida. Sin embargo, su servicio y sus
sacrificios sólo fueron posibles porque estaban sostenidos por un amor más
grande: «Toda vocación verdadera nace del don de sà mismo, que es la maduración
del simple sacrificio"
Y este tipo de madurez, afirma, es lo que se
requiere en el sacerdocio y la vida consagrada. "Cuando una vocación, ya
sea en la vida matrimonial, célibe o virginal, no alcanza la madurez de la
entrega de sà misma deteniéndose sólo en la lógica del sacrificio, entonces en
lugar de convertirse en signo de la belleza y la alegrÃa del amor corre el
riesgo de expresar infelicidad, tristeza y frustración».
El PontÃfice explica que "para san José el
servicio, expresión concreta del don de sà mismo, no fue sólo un ideal elevado,
sino que se convirtió en regla de vida cotidiana", San José, dijo el Papa,
"se adaptó a las diversas circunstancias con la actitud de quien no se
desanima si la vida no va como él quiere, con la disponibilidad de quien vive
para servir. Con este espÃritu, José emprendió los numerosos y a menudo
inesperados viajes de su vida: de Nazaret a Belén para el censo, después a
Egipto y de nuevo a Nazaret, y cada año a Jerusalén, con buena disposición para
enfrentarse en cada ocasión a situaciones nuevas, sin quejarse de lo que
ocurrÃa, dispuesto a echar una mano para arreglar las cosas. Se podrÃa decir
que era la mano tendida del Padre celestial hacia su Hijo en la tierra. Por
eso, no puede más que ser un modelo para todas las vocaciones, que están llamadas
a ser las manos diligentes del Padre para sus hijos e hijas"
San José, custodio de Jesús, de la Iglesia y de
las vocaciones
Francisco, expresó que le gusta pensar en san
José, el custodio de Jesús y de la Iglesia, como custodio de las vocaciones.
"Su atención en la vigilancia procede, en efecto, de su disponibilidad
para servir. «Se levantó, tomó de noche al niño y a su madre» (Mt 2,14), dice
el Evangelio, señalando su premura y dedicación a la familia. No perdió tiempo
en analizar lo que no funcionaba bien, para no quitárselo a quien tenÃa a su
cargo. Este cuidado atento y solÃcito es el signo de una vocación realizada, es
el testimonio de una vida tocada por el amor de Dios. ¡Qué hermoso ejemplo de
vida cristiana damos cuando no perseguimos obstinadamente nuestras propias
ambiciones y no nos dejamos paralizar por nuestras nostalgias, sino que nos
ocupamos de lo que el Señor nos confÃa por medio de la Iglesia! AsÃ, Dios
derrama sobre nosotros su EspÃritu, su creatividad; y hace maravillas, como en José".
La fidelidad
"Además de la llamada de Dios —que cumple
nuestros sueños más grandes— y de nuestra respuesta —que se concreta en el
servicio disponible y el cuidado atento—, hay un tercer aspecto que atraviesa
la vida de san José y la vocación cristiana, marcando el ritmo de lo cotidiano:
la fidelidad. José es el «hombre justo» (Mt 1,19), que en el silencio laborioso
de cada dÃa persevera en su adhesión a Dios y a sus planes. En un momento
especialmente difÃcil se pone a “considerar todas las cosas” (cf. v. 20).
Medita, reflexiona, no se deja dominar por la prisa, no cede a la tentación de
tomar decisiones precipitadas, no sigue sus instintos y no vive sin
perspectivas. Cultiva todo con paciencia. Sabe que la existencia se construye
sólo con la continua adhesión a las grandes opciones", esto dijo el
PontÃfce corresponde a la laboriosidad serena y constante con la que
"desempeñó el humilde oficio de carpintero (cf. Mt 13,55), por el que no
inspiró las crónicas de la época, sino la vida cotidiana de todo padre, de todo
trabajador y de todo cristiano a lo largo de los siglos. Porque la vocación,
como la vida, sólo madura por medio de la fidelidad de cada dÃa".
La fidelidad afirma Francisco se alimenta "a
la luz de la fidelidad de Dios. Las primeras palabras que san José escuchó en
sueños fueron una invitación a no tener miedo, porque Dios es fiel a sus
promesas: «José, hijo de David, no temas» (Mt 1,20). y a continuación el
PontÃfice se dirige a cada uno de estos hermanos que desean seguir su vocación:
"No temas: son las palabras que el Señor te
dirige también a ti, querida hermana, y a ti, querido hermano, cuando, aun en
medio de incertidumbres y vacilaciones, sientes que ya no puedes postergar el
deseo de entregarle tu vida. Son las palabras que te repite cuando, allà donde
te encuentres, quizás en medio de pruebas e incomprensiones, luchas cada dÃa
por cumplir su voluntad. Son las palabras que redescubres cuando, a lo largo
del camino de la llamada, vuelves a tu primer amor. Son las palabras que, como
un estribillo, acompañan a quien dice sà a Dios con su vida como san José, en
la fidelidad de cada dÃa".
Y es esta fidelidad el secreto de la alegrÃa, como
dice un himno litúrgico, dice por último Francisco, en la casa de Nazaret,
habÃa «una alegrÃa lÃmpida». Era la alegrÃa cotidiana y transparente de la
sencillez, la alegrÃa que siente quien custodia lo que es importante: la
cercanÃa fiel a Dios y al prójimo. Y exclama su esperanza que hermoso serÃa si
la misma atmósfera sencilla y radiante, sobria y esperanzadora, impregnara los
seminarios, institutos religiosos, casas parroquiales. Y es la alegrÃa que desea a todos los que
"generosamente han hecho de Dios el sueño de sus vidas, para servirlo en
los hermanos y en las hermanas que les han sido confiados, mediante una
fidelidad que es ya en sà misma un testimonio, en una época marcada por
opciones pasajeras y emociones que se desvanecen sin dejar alegrÃa".
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