Viernes Santo | Fernando Torres cmf
Inclinando la cabeza, entregó
el espíritu
Hoy tocan lecturas largas y comentario breve. No es
tiempo de largos discursos sino de grandes y respetuosos silencios. A pesar de
que los creyentes sabemos que esto no es más que una celebración, un recuerdo,
una memoria. A pesar de que ya sabemos que a continuación, dos días después
vamos a celebrar la resurrección de Jesús, que es el hecho que completa esta
memoria de la Pascua de Jesús. A pesar de que es una celebración que hacemos
todos los años. A pesar de todas estas cosas, el corazón se nos sigue quedando
encogido ante el misterio de la muerte de Jesús.
Aun sintiendo el abandono más total, el que se puede
sentir cuando está clavado en la cruz de la ignominia y de la muerte, Jesús
mantiene su fe, mantiene su apuesta
Jesús en la cruz es un grito permanente contra la
injusticia, contra cualquier injusticia. Los cristianos hemos hecho de la cruz
nuestro signo. Lo que para otros es signo de suprema humillación. Lo que visto
con ojos humanos no tiene sentido ninguno. Lo que es la demostración del
fracaso definitivo de Jesús, se convierte para los creyentes en el signo de la
victoria. Porque el grano de trigo que
muere es el único capaz de engendrar nueva vida. Porque en la cruz, en la
muerte de Jesús en la cruz, es cuando comienza la resurrección.
Casi podemos ver este acontecimiento como una especie
de apuesta por parte de Jesús. Una apuesta entre él y las fuerzas que pretenden
eliminarle, hacerle desaparecer. Es como si unos y otros se hubiesen dicho:
vamos a ver si ese Dios Padre del que tanto habla, es capaz de sacarle de este
atolladero. Jesús también hace su apuesta. Desde su más completo fracaso pone
su confianza en su Dios, en su Padre. Aun sintiendo el abandono más total, el
que se puede sentir cuando está clavado en la cruz de la ignominia y de la
muerte, Jesús mantiene su fe, mantiene su apuesta. Se juega todo a una sola
carta. Y deja que Dios haga su parte. Está convencido de que no lo abandonará,
aunque parece que lo ha abandonado del todo.
No se trata hoy de pensar mucho ni de leer pesados
libros de teología. Basta con dejarnos llevar por la contemplación de estas
últimas horas de Jesús. Basta con que hagamos un ejercicio de “sentir-con”. Y
que sintamos también el dolor del mundo, de tantos y tantas que mueren cada día
injustamente, que sufren sin sentido. Y ahí, desde ahí, hacernos fuertes en la
fe y en la confianza. Como Jesús.
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