Iglesia
| P. Luis Rosario
¡Misericordia Señor, Misericordia!
¿Te sientes arrepentido y triste porque has sido un gran pecador?
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¡Pues felicidades! Porque dice Romanos 5, 20 que donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia.
¿Quién
hubiese pensado que algo microscópico como un virus iba a poner de rodillas a
toda una generación dejando al descubierto las más grandes miserias humanas?
Me atrevería a decir que todos hemos sido afectados directa o indirectamente
por la pandemia. Hemos padecido el virus o conocemos a alguien que ha sufrido,
o muerto por él.
¿Y
qué enseñanza debemos sacar? Que no somos inmortales, todo tiene su final en
este mundo. Este es un llamado a cambiar de vida, a ser mejores con nosotros
mismos y sobre todo a practicar la misericordia con los demás. Hay una sola realidad
y es que la única garantía de una eternidad feliz y plena, nos viene de Dios.
A muchos les asusta este pensamiento y prefieren vivir de la forma más frívola
posible. ¡Y no los culpo, cualquiera se ¨jarta¨ de tantos problemas! Pero los
problemas sólo nos ahogan cuando nos enfocamos en nosotros mismos, basta
apuntar nuestra mirada a los demás para ver que nuestra situación es privilegiada
en comparación con otros.
Este
domingo se celebra el día de la Divina Misericordia, fiesta que nació de las
mismas entrañas misericordiosas de Dios como muestra de su amor eterno. Es
refugio y amparo para todas las almas, de manera especial, para las que están
más alejadas de Dios. Es un día en que se derrama todo un mar de gracias para
aquellos que tienen sed de Él. Si en este momento te sientes hundido en la
depresión, alcohol, desesperanza, violencia, infidelidad y tantas otras
cosas, acércate a su corazón misericordioso y Él te llenará.
La
misericordia de Dios motiva nuestra esperanza y da sentido a la vida. Debemos
asumirla con la capacidad de entrega que el Señor mismo nos enseña para hacer
de este mundo, una realidad más humana y al mismo tiempo divina.
Aprendamos
a encontrar una salida en clave de fraternidad y misericordia, desechando la
violencia y acogiéndonos como hermanos que saben que a fin de cuentas la única
realidad que tenemos por delante y vale la pena es el amor.
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