La Iglesia Hoy | Mons. Raúl Berzosa
Un perfil -paradójico- del presbiterio
La reflexión forma parte de las "Líneas de fuerza en la Homilía de la Misa Crismal, el jueves 1 de abril de este año, en la Catedral de Santo Domingo", pronunciadas por Mons. Berzosa.
¿Qué queremos ser, en definitiva?... ¿Pentecostés
o sinagoga?... ¿Misión o sacristía?...
¿Qué identidad presbiteral, qué rol en el Pueblo
de Dios, y cómo ejercer el servicio ministerial?... ¿Seremos el Pueblo de la
memoria y del resto vivo, o el pueblo del olvido, del residuo y de la
marginalidad?...
En los encuentros, primero, con hermanos
sacerdotes de las Vicarías y del clero castrense, y, recientemente, en la visita
pastoral al Distrito Central, he detectado las siguientes paradojas, que nos
pueden ayudar a colocarnos cara a cara ante nuestro Señor Jesucristo, Único,
Eterno y Verdadero Sacerdote:
1.- Somos un presbiterio rico en número, pero muy heterogéneo, con las consiguientes fortalezas y debilidades de cada grupo o familia: sacerdotes religiosos o consagrados; diocesanos itinerantes del Camino; clero castrense; sacerdotes advenedizos que se están integrando; misioneros de otras diócesis; y sacerdotes propiamente diocesanos.
2.-
Somos un presbiterio que nos esforzamos por fomentar y vivir la comunión y la
fraternidad sacerdotal, pero no hemos asumido cordial y generosamente el plan
de pastoral diocesano que pueda favorecer una verdadera pastoral de conjunto,
que es mucho más que un conjunto de pastorales.
3.-
Somos un presbiterio que ha aprendido a manejar con destreza y eficacia las
nuevas tecnologías y las redes sociales, pero seguimos siendo muy pobres y
limitados en recursos materiales, viviendo, en general, pobre y austeramente, y
con estructuras parroquiales muy funcionales, como la gran mayoría de nuestros
fieles.
4.-
Somos un presbiterio que ha asumido, con realismo y aprecio el nuevo momento
eclesial católicos que vivimos, pilotado por el Papa Francisco, pero, da la
impresión en algunos casos, que no hemos asumido con la misma cordialidad el
momento histórico-eclesial de nuestra Iglesia diocesana.
5.- Somos
un presbiterio que desea comunidades vivas y de referencia cristiana, pero no
desarrollamos suficientemente una Iglesia de sinodalidad, es decir, de comunión
y descentralizada, de participación y corresponsabilidad reales.
6.-
Somos un presbiterio que desea una Iglesia no-clerical, sino de totalidad y de
comunidad de comunidades, de santo y fiel Pueblo de Dios discípulo-misionero,
pero no favorecemos y suscitamos suficientemente los Consejos, los ministerios,
las vocaciones, los ministerios, los carismas y funciones, personales y en
forma de nuevos movimientos y realidades eclesiales.
7.- Queremos ser un presbiterio solidario y
fraterno, pero queda aún mucho camino por recorrer en cuanto a una trasparente
administración de bienes y la creación de un fondo común diocesano.
8.-
Somos un presbiterio que desea potenciar una familia fuerte, como verdadera
Iglesia doméstica, y no invierte lo suficiente, en cuanto a tiempo y
mediaciones, en una acompañamiento personal y personalizado de los matrimonios
para que fragüen en verdaderas y coherentes uniones sacramentales.
9.-
Somos un presbiterio bien formado, pero al que le cuesta continuar formándose
de forma permanente e integral.
10.-
Somos un presbiterio que quiere servir a la sociedad dominicana en el nuevo
momento histórico, económico, cultural, político, y jurídico, que estamos
viviendo, pero nos cuesta mucho discernir y resituarnos para diferenciar lo que
es seguir manteniendo algunos privilegios adquiridos que puedan restar
credibilidad y que no nos ayudan a un auténtico servicio evangelizador y
profético.
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