Espiritualidad | Ciudad del Vaticano
El
Espíritu Santo impulsa al pueblo de Dios
En
Pentecostés el papa Francisco señaló en su homilía que el Espíritu Santo dará
consuelo y el impulso necesario al pueblo de Dios en un mundo afectado por la
pandemia, del mismo modo que en Pentecostés dio la fuerza a los discípulos para
disipar sus miedos y salir a llevar al mundo la Palabra de Dios.
A
continuación, algunas expresiones durante la homilía:
«Cuando
venga el Paráclito, a quien yo les enviaré desde mi Padre» (Jn 15,26). Con
estas palabras Jesús promete a los discípulos el Espíritu Santo, el don
definitivo, el don de los dones. Acojamos hoy esta palabra, que no es fácil de
traducir porque encierra varios significados. Paráclito quiere decir
esencialmente dos cosas: Consolador y Abogado.
1. El
Paráclito es el Consolador
Todos
nosotros, especialmente en los momentos difíciles como el que estamos
atravesando, por la pandemia, buscamos consolaciones. Pero frecuentemente
recurrimos sólo a las consolaciones terrenas, que desaparecen pronto. Son
consolaciones del momento.
2. Jesús
nos ofrece del Espíritu. ¿Cuál es la diferencia?
Las
consolaciones del mundo son como los analgésicos, que dan un alivio momentáneo,
pero no curan el mal profundo que llevamos dentro. Evaden, distraen, pero no
curan las raíces. Calman superficialmente, en el ámbito de los sentidos y
difícilmente del corazón.
3. Nos
hace sentir amados, es la ternura de Dios
Porque
sólo quien nos hace sentir amados tal y como somos da paz al corazón. El
Espíritu Santo, el amor de Dios, actúa así: «entra hasta el fondo del alma»,
pues como Espíritu obra en nuestro espíritu. Visita lo más íntimo del corazón
como «dulce huésped del alma». Es la ternura misma de Dios, que no nos deja
solos; porque estar con quien está solo es ya consolar.
4.
Abrirse al don del Espíritu
Hermana,
hermano, si adviertes la oscuridad de la soledad, si llevas dentro un peso que
sofoca la esperanza, si tienes en el corazón una herida que quema, si no
encuentras una salida, ábrete al Espíritu Santo.
5.
Transforma la vida de los discípulos
Los
apóstoles habían renegado de Jesucristo, todos. Tenían miedo. Debilidades y
fracasos. Los años pasados con Jesús no los habían cambiado. Continuaban siendo
los mismos. Después recibieron el Espíritu y todo cambió.
6. Dan
testimonio del amor recibido
Se
sentían consolados interiormente y querían difundir la consolación de Dios. Los
que antes estaban atemorizados, ahora sólo temen no dar testimonio del amor
recibido. Jesús les había profetizado: «el Espíritu […] dará testimonio de mí.
Y también ustedes darán testimonio» (Jn 15,26-27).
7. ¿Cómo
daremos forma a su consolación?
También
nosotros estamos llamados a dar testimonio en el Espíritu Santo, a ser
paráclitos, consoladores. Sí, el Espíritu nos pide que demos forma a su
consolación. ¿Cómo? No con grandes discursos, sino haciéndonos próximos; no con
palabras de circunstancia, sino con la oración y la cercanía. Recordamos que la
cercanía, la compasión y la ternura es el estilo de Dios. Siempre.
8. Es
tiempo del gozoso anuncio del Evangelio
El
Paráclito dice a la Iglesia que hoy es el tiempo de la consolación. Es el
tiempo del gozoso anuncio del Evangelio más que de la lucha contra el
paganismo. Es el tiempo de llevar la alegría del Resucitado, no de lamentarnos
por el drama de la secularización. Es el tiempo para derramar amor sobre el
mundo, sin amoldarse a la mundanidad.
9. El
Paráclito, además, es el Abogado
En el
contexto histórico de Jesús, el abogado no desarrollaba sus funciones como hoy,
más que hablar en lugar del imputado, normalmente estaba junto a él y le
sugería al oído los argumentos para defenderse. Así hace el Paráclito, «el
Espíritu de la Verdad» (v. 26), que no nos remplaza, sino que nos defiende de
las falsedades del mal inspirándonos pensamientos y sentimientos.
10. El
Espíritu no se impone, se propone
Lo hace
con delicadeza, sin forzarnos. Se propone, pero no se impone. El espíritu de la
falsedad, trata de obligarnos, quiere hacernos creer que siempre estamos
obligados a ceder a las sugestiones malignas y a las pulsiones de los vicios.
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