Reflexión | Mari Paz López Santos
Esperanza invencible para tiempos convulsos
5ºaniversario de la muerte de los monjes de
Tibhirine
El 21 de mayo 2021 se cumplieron 25 años de la
muerte de los monjes de Tibhirine: Christian, Christophe, Luc, Paul, Michel,
Célestin y Bruno. Fueron beatificados en 2018 junto con otros religiosos y
religiosas que perdieron la vida violentamente. Al acercarse la fecha he
pensado mucho sobre qué sostuvo a aquella comunidad de monjes para mantenerse
junto a sus vecinos musulmanes, que sufrían la misma violencia.
Qué les animó a un discernimiento tan profundo
sobre su posición ante tal situación y seguir en el día a día de su vida
monástica, atentos al crecimiento interior como comunidad, como personas que
sentían el miedo ante la amenaza exterior, como monjes cristianos, atentos a la
escucha, desde el corazón, de la palabra de Dios que iba indicando cómo y por
dónde; y su compromiso con quienes reclamaban su ayuda, su palabra, su
compañía…
También he estado pensando que el testimonio de
los hermanos monjes de Tibhirine puede ser una luz inmensa para alumbrar el
oscuro mundo de enfrentamientos de todo tipo: desidia y confrontación en la
vida política a base de imagen y manipulación. Odio intencionado y expandido en
el ambiente tras los aplausos del primer tramo de la pandemia, olvido de los
que murieron y siguen muriendo… ¡Detrás de los números de las estadísticas hay
personas!, pero se nos acostumbra el oído. Ambiciones económicas que impiden la
vacunación a quienes no pueden pagar la vacuna. Violencia preocupante en
Colombia. Conflictos enquistados en la historia que resurgen virulentos, como
en Oriente Medio, palestinos y judíos en lucha desigual; inmigrantes en tantas
fronteras del mundo, en nuestras costas y en el fondo del mar.
Y mientras le daba al “punto y aparte” llega a mis
oídos la tensión entre Marruecos y España y la avalancha de personas intentando
llegar a frontera a través de Ceuta…
Concluyo esta relación con un pensamiento bastante
triste: el homo sapiens no es tan sabio como se cree y vive embutido en una
espiral que, como no se pare a pensar y razonar hacia dónde va y qué destruye
por el camino, sólo la Naturaleza quedará para poner el cartel de “Cerrado por
incompetencia”.
¿En qué nos pueden ayudar en estos momentos los
monjes de Tibhirine? Su experiencia de
vida nos mostrará que hay una esperanza invencible a la que todos estamos
llamados. Dejemos que nos contagien…
Christian de Chergé, superior de la comunidad de
Tibhirinese definía como “oculto testigo de una esperanza, de una esperanza
invencible”. Muchos años antes de los sucesos, el 28 de junio de 1974, ya en
Tibhirine, escribe a su familia y amigos de Francia, a modo de cartas. El
primer texto lo titula: “Un hermano día a día, o crónica de la esperanza”:
“Dividido en sentido horizontal por las exigencias fraternales de todos los
días; dividido en sentido vertical por la loca esperanza de VER A DIOS, y tener
que buscar el equilibrio de la cruz que transfigura toda realidad, a fin de
arrancar a todo ser ese reflejo de Dios que revela la complicidad escondida del
Creador y de toda Criatura; y por lo tanto la cualidad, la autenticidad humana
de todo aquello que se logra con la esperanza invencible de una caridad (un
amor) posible, simplemente porque DIOS ESTÁ ALLÍ”. Nos espabilan… “Para que
cada detalle (en nuestra vida) recobre su importancia, es necesario con toda
urgencia restituirle a la esperanza sus ojos de niño…” (“La esperanza
invencible”, Christian de Chergé, Ed. LUMEN, págs. 8, 19, 20,21).
Restituir la esperanza en la vida, cada día, cada
instante, abriendo bien los ojos del corazón que tienen la pureza de la mirada
de los niños. ¿Difícil? Sin duda. Vivimos cercados por un individualismo
desmedido; ejercemos una insana prepotencia ante las situaciones que,
supuestamente, debemos controlar personal y férreamente; no está bien visto
mostrar necesidad ni material ni afectiva; y todo servido en un auténtico
desconocimiento de lo que es la esperanza, ese ingrediente necesario para
seguir adelante erguidos, empáticos, compasivos, alegres, humanos… hermanos.
Mientras pensaba en el 25º aniversario de la
muerte de los monjes de Tibhirine, llegó a mis manos algo que no tiene que ver
con ellos pero que también me habla de esperanza de la buena, de la invencible.
Es un pequeño folleto del año 1991, titulado: “Siempre es posible la utopía” de
Pedro Casaldáliga, Circular de Navidad, Año Nuevo 1991, más una entrevista que
le hizo Benjamín Forcano, que me trae el eco de un hombre, religioso y obispo
de los pobres y con los pobres: “Esperando contra toda esperanza, sí. Esta es
nuestra esperanza como cristianos e incluso como Tercer Mundo. Voy a ser bien
sincero: soy un hombre de esperanza. Ha sido un don del Señor. Los pobres me lo
han enseñado, los mártires me lo han enseñado”. Gracias, Pedro Casaldáliga,
hombre de esperanza hasta el fin.
Por último, recibo un whatsapp de una buena amiga
comentándome el evangelio de Jn 16, 16-20: “Habla tan claro Jesús, nos lo
explica tan bien, que es difícil no volver a la esperanza y, aunque sea a media
luz, creer”.
El mundo necesita de esperanza y, como cristianos,
hemos de indagar a qué nivel está la nuestra, con la que está cayendo (esta es
una coletilla muy habitual en estos tiempos), reflexionar juntos, ahuyentando
la desesperanza, confiados en que nuestra pequeñez se hace grande cuando nos
unimos, sabiendo que no vamos solos, cuidándonos y cuidando, animados por el
entusiasmo contra viento y marea.
Por cierto, la esperanza es la madre del
entusiasmo, así que habrá que alimentar a la madre para que pueda nacer el
hijo. Y Quien nos acompaña paso a paso nos susurra desde dentro de cada uno y
desde el corazón de la comunidad: “Vuestra tristeza se convertirá en
alegría”(Jn 16, 16-20); sin pedir permiso a los poderes del mundo.
Pentecostés está cerca y el Espíritu Santo es
nuestro gran aliado: viviste en Tibhirine, al lado de los monjes y sus vecinos
musulmanes. Acompañaste a Pedro Casaldáliga en su vida de resistencia junto a
los pobres en su Brasil querido. Inspiras a quien lee la Palabra cada día.
¡Ven, Espíritu Santo, alimenta la esperanza en
nosotros hasta que llegue a ser invencible! Amén.
MARI PAZ LÓPEZ SANTOS, pazsantos@pazsantos.com, MADRID.
(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la
difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
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