In Memoriam | Alessandro Gisotti
Juan Pablo II: aquel 13 de mayo
Hace cuarenta años, el dramático atentado contra Juan Pablo II en la
Plaza de San Pedro. Un dÃa que ha entrado en la memoria colectiva en el que el
amor y la oración vencieron al odio. Un recuerdo del Papa Francisco
Donde estaba hospitalizado, Karol Wojtyla asegura su perdón al agresor, 'al hermano que me ha atacado'. Precisamente asà lo llama: hermano
Hay fechas que, por el acontecimiento al que están vinculadas, no sólo
pertenecen a los libros de historia, sino que están inscritas de forma
indeleble en las páginas de la historia de nuestras vidas. Es tan fuerte la
huella que dejan estos acontecimientos que, incluso muchos años después,
recordamos perfectamente dónde estábamos y qué hacÃamos cuando nos llegó la
noticia de lo ocurrido. El 13 de mayo de 1981 es sin duda una de estas fechas.
Ese dÃa irrumpió en la realidad un acontecimiento considerado imposible,
inimaginable: el atentado contra un Papa en la Plaza de San Pedro. Cuarenta
años después, todavÃa da escalofrÃos volver a ver esas dramáticas secuencias,
escuchar los sonidos, los ruidos de aquella tarde de primavera. Eran las 17.19
horas cuando Juan Pablo II, en su habitual ronda entre los fieles reunidos para
la Audiencia General de los miércoles, cogió en brazos a una niña y se la
tendió a sus padres. Unos instantes después se oyó el sonido sordo de un
disparo y luego otro. El Papa, con un disparo en el abdomen, se desplomó en el
auto descubierto en el que viajaba por la plaza. Fueron momentos frenéticos. La
gente está consternada. Al principio no comprende, no puede creer
que haya ocurrido de verdad.
Muchos de los peregrinos rompen a llorar, muchos otros se arrodillan, se
reúnen en oración con la corona del Rosario en sus manos que habÃan llevado
consigo para que el Papa los bendijera. Hay quien recuerda que preciosamente
ese dÃa, un 13 de mayo de 64 años antes, la Virgen se habÃa aparecido a los
pastorcillos de Fátima. El Papa del Totus tuus, ¡MarÃa! es asÃ
encomendado por el Pueblo de Dios a la Virgen. Fue precisamente gracias a la
intervención de la Virgen, confesarÃa más tarde, a la que Wojtyla atribuyó su
supervivencia. Si una mano quiso matarlo, otra más poderosa desvió la bala,
salvándole la vida. Pronto, en aquella tarde del 13 de mayo, desde el perÃmetro
vaticano la oración se extendió en rápidos cÃrculos concéntricos hasta abrazar
el mundo entero, porque precisamente éste – rezar – será el
movimiento espontáneo de millones de personas en cuanto supieron que el Papa se
debatÃa entre la vida y la muerte. También rezaba en aquellas horas el padre
Jorge Mario Bergoglio, que en aquella época era Rector del Colegio Máximo de
San José en San Miguel, en la provincia de Buenos Aires, también él
conmocionado por lo ocurrido. Y el Papa Francisco nos comparte hoy un recuerdo
de aquel 13 de mayo: se encontraba en la Nunciatura Apostólica en Argentina,
antes del almuerzo, con el Nuncio Ubaldo Calabresi y el padre venezolano Ugalde.
Fue el entonces secretario de la Nunciatura, Monseñor Claudio Maria Celli,
quien le comunicó la terrible noticia.
Por lo tanto, la oración de los fieles se vuelve incesante y no se
detiene hasta que Juan Pablo II esté fuera de peligro. De alguna manera, se
puede decir, que lo acompañará y custodiará hasta el final de su vida terrenal,
especialmente en los momentos de sufrimiento, de enfermedad, que constelarán su
existencia hasta los últimos dÃas vividos en otra primavera, la del 2005. Es
significativo lo que, incluso con la emoción del momento, es capaz de decir con
lucidez el reportero de Radio Vaticano, Benedetto Nardacci, llamado a comentar
la tradicional cita de los miércoles y ahora obligado a afrontar una situación
que nunca habrÃa querido relatar. “Por primera vez – afirma Nardacci en directo
– se habla de terrorismo también en el Vaticano. Se habla de terrorismo en una
ciudad desde la que siempre se han enviado mensajes de amor, mensajes de
concordia, mensajes de pacificación”.
De hecho, el desencadenamiento del odio provocado por aquel acto
criminal es impresionante, apocalÃptico en algunos aspectos. Pero aún más
fuerte será el poder del amor, de la misericordia, que orientará de manera
luminosa, y al mismo tiempo “misteriosa”, todo el curso posterior de la vida
terrenal y del Pontificado de Juan Pablo II. Esto se capta de forma
sorprendente cuatro dÃas después, cuando hablando a la hora del Regina
Caeli desde la habitación del Hospital Gemelli donde estaba
hospitalizado, Karol Wojtyla asegura su perdón al agresor, “al hermano que me
ha atacado”. Precisamente asà lo llama: hermano. Y esta fraternidad común –
indeleble a pesar de todo lo que pueda ocurrir en la tierra, porque está
inscrita en el Cielo – será protagonista también en otra fecha difÃcil de
olvidar: el 27 de diciembre de 1983. Aquel dÃa, Juan Pablo II visita a Ali Agca
en la prisión de Rebibbia. Lo hace públicamente. AsÃ, observa alguien, el Papa
quiso salvar la vida de quien querÃa quitársela. “Nos hemos reunido como
hombres y como hermanos – afirmó tras el encuentro – porque todos somos
hermanos y todos los acontecimientos de nuestra vida deben confirmar esa
hermandad que proviene del hecho de que Dios es nuestro Padre”. Esa misma
fraternidad que hoy el Papa Francisco nos indica como el único camino posible
para el futuro de la humanidad.
Publicado por Vatican News:
https://www.vaticannews.va/es/papa/news/2021-05/aquel-13-de-mayo.html
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