Día de las madres | Prensa
Arquidiocesana
La Arquidiócesis felicita las Madres
La Arquidiócesis de Santo Domingo felicita a todas
las Madres que dan su vida cada día. Para ellas, reproduce este Mensaje a las
Mujeres por el papa Pablo VI en la Clausura del Concilio Ecuménico Vaticano II,
el 8 de diciembre de 1965.
Y ahora es a ustedes a las que nos dirigimos,
mujeres de todas las condiciones, hijas, esposas, madres y viudas; a ustedes
también, vírgenes consagradas y mujeres solas. Son la mitad de la inmensa
familia humana.
La Iglesia está orgullosa,
ustedes
lo saben, de haber elevado y liberado a la mujer, de haber hecho resplandecer,
en el curso de los siglos, dentro de la diversidad de los caracteres, su innata
igualdad con el hombre.
Pero llega la hora, ha llegado la hora en que la
vocación de la mujer se cumple en plenitud, la hora en que la mujer adquiere en
el mundo una influencia, un peso, un poder jamás alcanzado hasta ahora.
Por eso, en este momento en que la humanidad
conoce una mutación tan profunda, las mujeres llenas del espíritu del Evangelio
pueden ayudar tanto a que la humanidad no decaiga.
Ustedes, las mujeres, tienen siempre como misión
la guarda del hogar, el amor a las fuentes de la vida, el sentido de la cuna.
Están presentes en el misterio de la vida que comienza. Consuelan en la partida
de la muerte. Nuestra técnica corre el riesgo de convertirse en inhumana. Reconcilien
a los hombres con la vida. Y, sobre todo, velen, Se lo suplicamos, por el
porvenir de nuestra especie. Detengan la mano del hombre que en un momento de
locura intentase destruir la civilización humana.
Esposas, madres de familia, primeras educadoras
del género humano en el secreto de los hogares, transmitan a sus hijos y a sus
hijas las tradiciones de sus padres, al mismo tiempo que los preparan para el
porvenir insondable. Acuérdense siempre de que una madre pertenece, por sus
hijos, a ese porvenir que ella no verá probablemente.
Y ustedes también, mujeres solitarias, sepan que pueden
cumplir toda su vocación de entrega. La sociedad las llama por todas partes. Y
las mismas familias no pueden vivir sin la ayuda de aquellas que no tienen
familia.
Ustedes, sobre todo, vírgenes consagradas, en un
mundo donde el egoísmo y la búsqueda de placeres quisieran hacer la ley, sean
guardianes de la pureza, del desinterés, de la piedad. Jesús, que dio al amor
conyugal toda su plenitud, exaltó también el renunciamiento a ese amor humano
cuando se hace por el Amor infinito y por el servicio a todos.
Mujeres que sufren, en fin, que se mantienen
firmes bajo la cruz a imagen de María; ustedes, que tan a menudo, en el curso
de la historia, han dado a los hombres la fuerza para luchar hasta el fin, para
dar testimonio hasta el martirio, ayúdenlos una vez más a conservar la audacia
de las grandes empresas, al mismo tiempo que la paciencia y el sentido de los
comienzos humildes.
Mujeres, ustedes, que saben hacer la verdad dulce,
tierna, accesible, dedíquense a hacer penetrar el espíritu de este Concilio en
las instituciones, las escuelas, los hogares, y en la vida de cada día.
Mujeres del universo todo, cristianas o no
creyentes, a quienes les está confiada la vida en este momento tan grave de la
historia, a ustedes toca salvar la paz del mundo.
Mensaje a las Mujeres por el papa Pablo VI en la Clausura del Concilio Ecuménico Vaticano II, el 8 de diciembre de 1965.
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