Vida Religiosa | M. Prado Heras*
La hora de la verdad
El mismo Francisco ha nominado este tiempo como
«La hora de la verdad». ¿Solo para él o es también para todos? No sé si nos
quedará un magisterio teológico novedoso o perfectamente académico como para
deleitarnos con su lectura y comprensión. Lo que sé es que sus palabras están
ratificadas por GESTOS absolutamente inesperados y rompedores, libres y
escandalosos. ¡Evangélicos! Y, quiero añadir, que esos gestos «papales» me
recuerdan la vocación religiosa y, como religiosa que soy, quiero descubrir los
gestos propios que la vida consagrada no podrá olvidar a fin de poder otear un
horizonte de gracia, un porvenir, un futuro dichoso, un Evangelio vivo en medio
de este mundo que parece agonizar.
De la mano de la parábola del capÃtulo II de
Fratelli tutti, y de otras intervenciones papales, quisiera ofrecer tres claves
de intelección y de gestualidad de la vida consagrada en el panorama de este
mundo, cuajadas como cultura porque pertenecen a lo más genuino de ella, a sus
convicciones, a sus modos de vida, a su forma especÃfica de vivir el GESTOS DE
VIDA ETERNA. LA GESTUALIDAD EVANGÉLICA EN EL MAGISTERIO DE FRANCISCO...
El primer GESTO será la PRESENCIALIDAD (la cultura
de la presencia) de la vida consagrada; el segundo: la PROXIMIDAD-PROJIMIDAD
(la cultura del encuentro); y, el tercero, su GENUINA VOCACIÓN (la cultura del
cuidado).
1. PRIMER GESTO: LA PRESENCIALIDAD. LA CULTURA DE
LA PRESENCIA
A la mitad de un camino, localizado en este mundo,
un hombre es atacado, cae en manos de bandidos y queda expuesto a la muerte.
Este es el primer eje de comprensión de la parábola lucana, también el icono
bÃblico con el que ha comenzado la Fratelli Tutti y, posiblemente, la gran
pregunta que se ha hecho la vida religiosa (VR) siempre ante el hombre caÃdo en
cualquier cuneta de este mundo, ¿qué hay que hacer? ¿qué es lo primero o lo más
urgente?
1.1.- La mirada sobre el mundo y sobre el hombre
«Dios no mira con los ojos, Dios mira con el corazón». FT, 281
El Papa
Francisco viajó a Lampedusa, el 8 de julio de 2013, para ver de cerca la
situación grave de los inmigrantes ilegales y, lanzando una corona de flores al
mar, rezó y celebró al aire libre una EucaristÃa por todos aquellos que se
ahogaron en su intento de llegar a Europa.
Este gesto inauguraba otros muchos que irÃan
sucediéndose en su pontificado y, con ellos, nos ha hecho poner nuestra
atención en varios escenarios de crueldad que en la Fratelli tutti ha compilado
(c. I), describiendo la deriva social en la que el hombre aparece como un
objeto disponible, manejable, dominable, desposeÃdo, maltratado, vaciado de
sentido... El c. II de la encÃclica es el icono bÃblico de la grave situación
en la que el hombre cae en manos de malhechores.
Hay otro escenario en la parábola con el mismo
rango de negatividad: el que protagonizan el levita y el sacerdote, aquellos
que podrÃan haber sido para el hombre caÃdo una esperanza, sin embargo, llegan
a ser tan criminales como los primeros. Tanto los malhechores como los
representantes religiosos del pueblo de Israel no han visto al hombre, solo un
objeto de abuso, un paquete en medio de la calzada interrumpiendo el tráfico,
usurpando el lugar de la Ley, del Templo... No ha habido una mirada sobre el
hombre que haya podido saltar por encima de la mirada de la crueldad.
El ciclo de la existencia de los seres vivos es un
camino plagado de violencias y crueldades. Como en el mundo animal, también en
nuestra misma sociedad humana la crueldad no nos es ajena, muy al contrario,
impregna la estructura comunitaria y social (FT, 218). Ella, la crueldad,
descarna, quita velos, ropajes, vestimentas, piel, arranca lo que protege al
hombre, hasta llegar al «crudo» (de ahà la palabra) humano, lo más desamparado,
indefenso, precario y sometido, y lo hace siempre violentamente, a pesar de la
frialdad, el cálculo y la lentitud con la que, a veces, actúa. Necesita ver la
sangre, lo sagrado, el signo de la vida y de la muerte, rozar esa frontera y
satisfacerse en ello o no ofrecer la mirada, eso es la crueldad, un «mal dios»,
un mal poder y soberanÃa. La risa despiadada, o el abandono, ante un hombre en
su zozobra, en su indefensión, en su miedo, en su torpeza o su lÃmite,
evidencian la crueldad. Mientras primen la indiferencia, la burocracia, el
autoritarismo... no habrá posibilidad de vivir en un mundo más fraterno. Este
es el primer aviso del Papa Francisco.
El hombre, agente, es al mismo tiempo paciente y,
por ello, del corazón de la humanidad se alza un grito unánime: «¡Sálvame, del
hombre cruel y malvado, Tú que eres mi Dios y salvador!» (Sal 42, 1.2). Dios es
un Dios que oye y ve y padece (Ex 3, 7-10) y con Él la vida consagrada ha
apostado toda su existencia a esa escucha del hombre sufriente.
* Gestos de vida eterna. La gestualidad evangélica en el magisterio de Francisco y en la vida consagrada. Revista CONFER, España.
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