Para vivir mejor | Dra. Miguelina Justo
Un mensaje para los docentes, ante
el regreso voluntario
a las aulas
La pandemia producida por el nuevo
coronavirus y las medidas que se han impuesto para intentar contenerla han
retado nuestra capacidad de adaptación. Nunca antes esta generación, habÃa
compartido un mismo reto: mujeres,
hombres, estudiantes, empresarios, docentes, cantantes y deportistas, todos, de
distintas maneras, hemos visto alterada nuestra forma de vida.
Los cambios constantes suplantaron
la seguridad que nos ofrecÃa lo predecible, lo que creÃamos saber sucederÃa, en
el caso de los docentes, por ejemplo:
clases presenciales, recreos ruidosos y cuadernos por corregir. Llegamos a cuestionar nuestra habilidad para
encarar lo impensable: clases virtuales
todos los dÃas y abrazos a distancia.
A lo largo de este año, los docentes
han tenido que reinventarse y reinventar su forma de trabajo: reuniones
virtuales, mensajes de texto y pupitres vacÃos.
Ha sido demasiado, sÃ, sin embargo, un nuevo reto se presenta en el
camino: el regreso voluntario, gradual,
y seguro a las aulas. Estamos
conscientes de que abrir las aulas requerirá un esfuerzo mayor porque el
trabajo virtual continuará. Combinar estas dos modalidades será otro
desafÃo. Tendremos la tentación de
abandonar o de desgastarnos prematuramente.
Por ello, quiero que reflexionemos juntos sobre aquello que nos ayudarÃa
a cuidarnos a nosotros mismos, al tiempo que proteger a los miles de
estudiantes que encontraremos cara a cara y aquellos que veremos aún detrás de
una pantalla.
Les proponemos, pues, la siguiente
imagen: caminamos durante la noche de
las dudas, de las teorÃas conspirativas, de las verdades a medias y de las mentiras
completas. Nos toca ser luz en medio de
esta inmensa oscuridad, para guiar a estudiantes, padres, madres y tutores, y
también para apoyar a nuestros colegas. Te animo a que evalúes si la luz que
llevas es pequeña, si está producida por una flama que el viento apaga, un
fuego hecho de miedo.
PodrÃa ser que, en cambio, la luz
con la cual intentas guiar sea producida por un fuego vigorizo, que, al ser
avivado por el viento de las dificultades propias de la vida, acabe devorante,
quemante por dentro y por fuera, convirtiéndote en una vÃctima del agotamiento. No queremos que esto pase, queremos que
puedas iluminar, como las estrellas que guiaron a los navegantes de otros tiempos.
Hoy necesitamos justo esto, estimado
docente, que seas guÃa. Para ello te
recomendamos cultivar las tres C del autocuidado:
1.
Conocimiento de
ti mismo y de tu entorno, el cual te permitirá reconocer tus lÃmites y tus
posibilidades. Esto te ayudará a gestionar
mejor tu tiempo, a establecer prioridades, porque el dÃa seguirá teniendo 24
horas. Te forzará a discernir cuándo
decir que sà y cuándo no.
2.
Compasión, que
te invita a practicar el buen trato para contigo y para con los demás. Te anima a reconocer cuándo necesitas
descanso y cuándo te tocará exigirte. La actitud compasiva te permite ser
flexible, te hace capaz de aceptar y de actuar desde la paciencia que hace que
todo florezca.
3.
Colaboración,
necesaria para pasar de la queja a la propuesta, de la crÃtica a la
creación. Para evitar que seas consumido
por la llama del trabajo, conviene que cultives redes fuertes de
cooperación. Pide, no exijas; motiva, no
demandes. Asume lo que te corresponde,
delega sabiamente y permite que el otro asuma las consecuencias de sus
decisiones.
4.
Estas son las
estrategias que te proponemos para evitar el desgaste que paraliza o la
indiferencia que nos vuelve cÃnicos: el
conocimiento de ti, el trato compasivo y la colaboración.
La luz que producirás no será producto
del fuego, que lo consume todo, más de la energÃa que se produce gracias a la
unión, tal como sucede en el Sol. En el centro de nuestra estrella abundan
átomos de hidrógeno[i], la
energÃa que les rodea les ha despojado de todo, han perdido sus electrodos y
les queda solo el núcleo. Se mantienen
muy cerca, asà que se fusionan unos con otros, transformándose de este modo en
helio. La energÃa liberada es la luz que
vemos, esa que convierte la noche en dÃa.
Ahora te pregunto si estás dispuesto
a ir al centro de ti, a tu misión, a la razón por la cual enseñas. Ya sabes que serás despojado de todo, no
todo, perdón, de aquello innecesario, quizás de las quejas estériles, de las auto-exigencias
irreales o del miedo paralizante. Te conectarás, entonces, con otros núcleos,
con tus valores, tus propósitos, tu misión y asà serás luz para otros.
Terminamos con un breve cuento[ii],
el cual nos invita a reflexionar sobre la importancia de la misión:
“El viajero se acercó a aquel grupo
de canteros y preguntó al primero:
—¿Qué estás haciendo?
—Ya ves, —respondió, —sudando como un idiota y
esperando a que lleguen las cinco para largarme a casa.
—¿Qué es lo que haces tú? —preguntó
al segundo.
—Yo, —dijo, —estoy ganándome mi pan
y el de mis hijos.
—Y tú, —preguntó al tercero, —¿qué
es lo que estás haciendo?
—Estoy, —respondió, construyendo una
catedral.”
Pregúntate cuál es la catedral que
estás construyendo. Esto te ayudará a
dar sentido a tus esfuerzos y a asumirlos desde el amor.
Con la luz que emanará del
autoconocimiento, de la compasión y de la colaboración venceremos la
incertidumbre, prevalecerá, entonces, la esperanza.
[i] Astronomiaweb (2019, abril 11). ¿Qué es el Sol y cómo funciona? ¿Es una bola de fuego? [Video]. https://www.youtube.com/watch?v=ePY07OymPkU&t=338s
[ii] MartÃn, J. (s.f.). Los tres canteros. La Congregación de
Esclavas del Divino Corazón. https://www.adcspinola.org/index.php/descargas-adcspinola/educacion/materiales/sobre-pedagogia/cuentos/632-los-tres-canteros/file
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