Actualidad | Melania Emeterio Rondón
Valor de la vida frente al Suicidio
En la
medida la pandemia, por Covid -19, se fue arraigando en el país y en el mundo,
casi al unísono en distintos puntos geográficos se fue cotejando la expresión
de que, en lo adelante todo iba a cambiar, que ya no seriamos los mismos. Se
veía que la perturbación traída por este virus no discriminaba clases sociales,
edad, mundo académico, artístico, ni ideología, lo que nos inclinaría a ser
mejores seres humanos. Y no ha sido así. La pandemia ha rebelado en cada quien
lo que en esencia tenía su interior: bondad, vocación de servicio, prudencia,
criminalidad, aprovecharse de las adversidades para hacer buen dinero,
corrupción, individualismo, y desafío ante recomendaciones sanitarias. Nótese
que, no ha abundado el sentimiento de dolor y de tristeza colectiva ante los
miles de muertes por la pandemia.
La
esperanza y expectativas de quienes tienen un problema es la generación de
ideas para la aplicación de soluciones, por eso es loable que a nivel de las
autoridades se haya visto la preocupación por los asuntos relativos a la salud,
la educación, la producción y los negocios, todo esto con el fin de ir logrando
armonía, apertura, y certidumbre familiar y social. Sin embargo esta
preocupación no ha sido igual para todos los fenómenos sociales, pues en el
caso del suicidio, aun y cuando este ha experimentado un incremento ocurre que
mientras más se producen, menos interés suscitan en la población civil, y en
las instituciones del gobierno.
Acciones preventivas a favor de quienes se lanzan al suicidio ante situaciones que, arropando sus sentidos, no les permiten ver una lucecita al final del túnel
Hoy en
día se habla con inusitada frecuencia de los valores, pero sin advertir que la
indiferencia individual y colectiva frente a quienes se suicidan, deviene en
antivalor. Humanizarse frente a casos como estos, desafía y emplaza a quienes
juran defender la vida, incluso de aquellos que no son sino un proyecto de
vida. Es pertinente que las personas o instituciones que defienden, a ultranza,
la vida se adhieran a la búsqueda de acciones preventivas a favor de quienes se
lanzan al suicidio ante situaciones que, arropando sus sentidos, no les
permiten ver una lucecita al final del túnel, y “optan” por una salida violenta
y definitiva en su contra. Esa solución forzada no debería alimentar la visión
de que el suicidio es un acto voluntario.
A la luz
de comportamiento observado todas las vidas humanas no valen lo mismo. Cada vez
en el país más gente, de diferente edad y condición social, se está suicidando.
Ocurre que el suicidio no afecta intereses particulares, nadie reclama nada, y
eso es lo que debería ponderarse. Con la pandemia las áreas de psiquiatría y
sicología han coincidido en que la depresión se ha incremento. Se sabe además,
que más del 80% de quienes se suicidan han sufrido periodos prolongados de
depresión. Ante esta realidad el país desconoce cuál política pública
preventiva, desde la salud mental, se ha puesto en marcha frente a una realidad
que, por los efectos de la pandemia en la psique, y por el lugar cimero de la
depresión en el país, se presume obvia.
En el país se están produciendo varios cientos de suicidios al año, cifra que puede tener un subregistro significativo, pero esto no ha motivado ni siquiera una mesa de trabajo
Un
ejemplo que responde al valor de la vida, exceptuando el suicidio, es la
preocupación del gobierno frente a las muertes ocurridas tras la ingesta de
alcohol, no solo adulterado sino envenenado con el uso del Metanol. Sobre el
particular hubo denuncias, mesa de trabajo, apresamientos, propuestas
legislativas, y cierre de fábricas formales e informales. Está muy bien que
esto se haga, y se llegue a buen término con esa actividad criminal, pero estos
aprestos reflejan la existencia de intereses afectados más allá de las muertes
reportadas: daños a las empresas licoreras formalmente establecidas,
trascendencia de las noticias a escala internacional con afectación al turismo,
y otros temores generalizados.
El
suicidio, como se ve, no afecta intereses, no hace escándalo, solo deja la
pérdida de la vida humana per se. Las muertes por esta ingesta, más de 150, han
sido significativas, pero jamás superan las que el suicidio produce. En el país
se están produciendo varios cientos de suicidios al año, cifra que puede tener
un subregistro significativo, pero esto no ha motivado ni siquiera una mesa de
trabajo para ver qué sale de allí. Aun con opiniones divergentes, muchos
estudiosos del tema han considerado que este es prevenible. En Rep. Dom. esto
no ha calado, y no se sabe a cuál reflexión teórica se adhiere.
En las
diversas posiciones sobre el suicidio está la de THOMAS SZASZ, médico
psiquiatra, húngaro, opuesto a la prevención del suicidio al que veía como
parte de la libertad de las personas. El suicidio para él es “cualquier
conducta motivada por una preferencia de la muerte sobre la vida”. En la pág.
102 de su libro LIBERTAD FATAL. ETICA Y POLITICA DEL SUICIDIO, dice que “cuando
el psiquiatra emplea el poder del Estado para impedir que una persona se mate
cuando desea hacerlo, debemos llamar a esta, intervención por la fuerza del
suicidio, y debemos considerarla un castigo, no un tratamiento. Así lo ve la
persona cuya libertad es coartada”.
Es clara
la posición de este autor, y no sabemos si en Dominicana es su pensamiento el
que predomina, pero si acaso así fuera, y dado que el suicidio no hace
excepción de nadie y de nada, habría que indagar a profundidad, qué tan libres
fueron en su decisión los y las que se han suicidado. Debería inquietar un poco
el saber que sigue habiendo suicidios a todo lo largo y ancho del país, donde
niños y niñas con edades entre 9- 13 años han intentado suicidarse, y en
ocasiones lo han logrado. En decisiones como estas han estado de por medio
problemas como: salud, proyectos personales fracasados, violencia
intrafamiliar, vacíos existenciales, antecedentes familiares, desempleo
prolongado, pésima situación económica, negación de derechos, entre otras
realidades.
Nadie
comete alegremente un suicidio, ni lo intenta como si estuviera celebrando una
fiesta o recibiendo un trofeo. Que en República Dominicana el acto suicida sea
tan poco importantizado, cuando se sabe que de manera abrupta está causando
grandes estragos en la violencia intrafamiliar, problema considerado de primer
orden dentro del conjunto de males que flagelan a esta sociedad, lleva a mayor
reflexión. Los hombres matan o intentan matar a sus mujeres, y luego se
suicidan, o lo intentan. Esta decisión no se hace de manera oculta como ocurre
con muchos suicidios en las familias, pues ocurren a la luz del sol.
Conviene,
por varias razones, no seguir interpretando el suicidio como un acto
individual, y deliberado, ya que en una sociedad como la dominicana con una
anomia social tan pronunciada, las condicionantes para el suicidio están en el
camino, y no habiendo control social, la frontera para que penetre la idea
suicida es un hilo muy delgado, por eso, los intentos son mucho más que los
suicidios consumados. Pregúntese, nueva vez, cuantos suicidios o ideas suicidas
no habrán generado problemas como: familias disfuncionales, incestos, desempleo
prolongado, proyectos personales fracasados, enfermedades, ascenso social
inexistente, justicia denegada, entre otras carencias.
Esas
carencias han ido creando una comunidad de gente hambreadas, e inducidas al
resentimiento, al pesimismo social, al descreimiento, a la angustia. No todas
las personas tienen igual resistencia y fortaleza mental, y no resulta muy
fácil predecir quiénes están más cerca de un descarrilamiento mental o
emocional que le precipite al suicidio como estrategia de liberación frente a
tantas limitaciones. Nuestra sociedad que padece del SÍNDROME DE PUERTAS
CERRADAS Y NEGACIÓN DE DERECHOS Y OPORTUNIDADES, puede empujar a mucha gente
hacia la resignación, a la rebeldía colectiva o individual, o a una depresión
con ideación suicida permanente.
Se
debería evitar, frente al suicidio, caer en actitudes simplistas y en cambio,
verlo dentro de su complejidad y condiciones socioambientales. Emilio Durkhein
(1858- 1917) fue un sociólogo francés que realizٗó
una investigación emblemática sobre el suicidio. Está dentro de sus
planteamientos “no ver en los suicidios acontecimientos particulares, aislados
uno de otros sino, considerar el conjunto de los suicidios cometidos en una
sociedad dada durante un lapso determinado de tiempo. Así, dice este autor, se
constatará que lo obtenido no es una sumatoria de unidades independientes, sino
que constituye un hecho nuevo, de naturaleza propia, una naturaleza
eminentemente social” (El Suicidio, pág.13)
Valorar
el pensamiento de Emilio Durkheim, conduce hacia otras perspectivas analíticas
para afrontar el suicidio. Se deben revisar los conceptos y buscar apoyo en la
aplicación de políticas públicas, así como otras iniciativas de la sociedad
civil como son las asociaciones de prevención como las que han sido creadas en Europa, Estados
Unidos, y varios países de América. En el libro “ENTRE LA INDIFERENCIA Y EL
RUIDO: EL SUICIDIO EN LA REPUBLICA DOMINICANA, de mi autoría, hay todo un
capítulo dedicado a la prevención, donde se sugieren formas asociativas para
prevenir el suicidio. Hay que prevenir razonada y desprejuiciadamente este
hecho, y decirle a la sociedad dominicana que la vida en el suicidio tiene
igual valor que las demás. Hora es de poner a prueba la sinceridad del credo
sobre LA DEFENSA DE LA VIDA.
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