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    miércoles, 19 de mayo de 2021

    Valor de la vida frente al Suicidio


    Actualidad | Melania Emeterio Rondón





    Valor de la vida frente al Suicidio

     

    En la medida la pandemia, por Covid -19, se fue arraigando en el país y en el mundo, casi al unísono en distintos puntos geográficos se fue cotejando la expresión de que, en lo adelante todo iba a cambiar, que ya no seriamos los mismos. Se veía que la perturbación traída por este virus no discriminaba clases sociales, edad, mundo académico, artístico, ni ideología, lo que nos inclinaría a ser mejores seres humanos. Y no ha sido así. La pandemia ha rebelado en cada quien lo que en esencia tenía su interior: bondad, vocación de servicio, prudencia, criminalidad, aprovecharse de las adversidades para hacer buen dinero, corrupción, individualismo, y desafío ante recomendaciones sanitarias. Nótese que, no ha abundado el sentimiento de dolor y de tristeza colectiva ante los miles de muertes por la pandemia.

     


    La esperanza y expectativas de quienes tienen un problema es la generación de ideas para la aplicación de soluciones, por eso es loable que a nivel de las autoridades se haya visto la preocupación por los asuntos relativos a la salud, la educación, la producción y los negocios, todo esto con el fin de ir logrando armonía, apertura, y certidumbre familiar y social. Sin embargo esta preocupación no ha sido igual para todos los fenómenos sociales, pues en el caso del suicidio, aun y cuando este ha experimentado un incremento ocurre que mientras más se producen, menos interés suscitan en la población civil, y en las instituciones del gobierno.


     

    Acciones preventivas a favor de quienes se lanzan al suicidio ante situaciones que, arropando sus sentidos, no les permiten ver una lucecita al final del túnel

     


    Hoy en día se habla con inusitada frecuencia de los valores, pero sin advertir que la indiferencia individual y colectiva frente a quienes se suicidan, deviene en antivalor. Humanizarse frente a casos como estos, desafía y emplaza a quienes juran defender la vida, incluso de aquellos que no son sino un proyecto de vida. Es pertinente que las personas o instituciones que defienden, a ultranza, la vida se adhieran a la búsqueda de acciones preventivas a favor de quienes se lanzan al suicidio ante situaciones que, arropando sus sentidos, no les permiten ver una lucecita al final del túnel, y “optan” por una salida violenta y definitiva en su contra. Esa solución forzada no debería alimentar la visión de que el suicidio es un acto voluntario.





     


    A la luz de comportamiento observado todas las vidas humanas no valen lo mismo. Cada vez en el país más gente, de diferente edad y condición social, se está suicidando. Ocurre que el suicidio no afecta intereses particulares, nadie reclama nada, y eso es lo que debería ponderarse. Con la pandemia las áreas de psiquiatría y sicología han coincidido en que la depresión se ha incremento. Se sabe además, que más del 80% de quienes se suicidan han sufrido periodos prolongados de depresión. Ante esta realidad el país desconoce cuál política pública preventiva, desde la salud mental, se ha puesto en marcha frente a una realidad que, por los efectos de la pandemia en la psique, y por el lugar cimero de la depresión en el país, se presume obvia.


     

    En el país se están produciendo varios cientos de suicidios al año, cifra que puede tener un subregistro significativo, pero esto no ha motivado ni siquiera una mesa de trabajo

     


    Un ejemplo que responde al valor de la vida, exceptuando el suicidio, es la preocupación del gobierno frente a las muertes ocurridas tras la ingesta de alcohol, no solo adulterado sino envenenado con el uso del Metanol. Sobre el particular hubo denuncias, mesa de trabajo, apresamientos, propuestas legislativas, y cierre de fábricas formales e informales. Está muy bien que esto se haga, y se llegue a buen término con esa actividad criminal, pero estos aprestos reflejan la existencia de intereses afectados más allá de las muertes reportadas: daños a las empresas licoreras formalmente establecidas, trascendencia de las noticias a escala internacional con afectación al turismo, y otros temores generalizados.

     


    El suicidio, como se ve, no afecta intereses, no hace escándalo, solo deja la pérdida de la vida humana per se. Las muertes por esta ingesta, más de 150, han sido significativas, pero jamás superan las que el suicidio produce. En el país se están produciendo varios cientos de suicidios al año, cifra que puede tener un subregistro significativo, pero esto no ha motivado ni siquiera una mesa de trabajo para ver qué sale de allí. Aun con opiniones divergentes, muchos estudiosos del tema han considerado que este es prevenible. En Rep. Dom. esto no ha calado, y no se sabe a cuál reflexión teórica se adhiere.

     


    En las diversas posiciones sobre el suicidio está la de THOMAS SZASZ, médico psiquiatra, húngaro, opuesto a la prevención del suicidio al que veía como parte de la libertad de las personas. El suicidio para él es “cualquier conducta motivada por una preferencia de la muerte sobre la vida”. En la pág. 102 de su libro LIBERTAD FATAL. ETICA Y POLITICA DEL SUICIDIO, dice que “cuando el psiquiatra emplea el poder del Estado para impedir que una persona se mate cuando desea hacerlo, debemos llamar a esta, intervención por la fuerza del suicidio, y debemos considerarla un castigo, no un tratamiento. Así lo ve la persona cuya libertad es coartada”.

     


    Es clara la posición de este autor, y no sabemos si en Dominicana es su pensamiento el que predomina, pero si acaso así fuera, y dado que el suicidio no hace excepción de nadie y de nada, habría que indagar a profundidad, qué tan libres fueron en su decisión los y las que se han suicidado. Debería inquietar un poco el saber que sigue habiendo suicidios a todo lo largo y ancho del país, donde niños y niñas con edades entre 9- 13 años han intentado suicidarse, y en ocasiones lo han logrado. En decisiones como estas han estado de por medio problemas como: salud, proyectos personales fracasados, violencia intrafamiliar, vacíos existenciales, antecedentes familiares, desempleo prolongado, pésima situación económica, negación de derechos, entre otras realidades.

     


    Nadie comete alegremente un suicidio, ni lo intenta como si estuviera celebrando una fiesta o recibiendo un trofeo. Que en República Dominicana el acto suicida sea tan poco importantizado, cuando se sabe que de manera abrupta está causando grandes estragos en la violencia intrafamiliar, problema considerado de primer orden dentro del conjunto de males que flagelan a esta sociedad, lleva a mayor reflexión. Los hombres matan o intentan matar a sus mujeres, y luego se suicidan, o lo intentan. Esta decisión no se hace de manera oculta como ocurre con muchos suicidios en las familias, pues ocurren a la luz del sol.

     


    Conviene, por varias razones, no seguir interpretando el suicidio como un acto individual, y deliberado, ya que en una sociedad como la dominicana con una anomia social tan pronunciada, las condicionantes para el suicidio están en el camino, y no habiendo control social, la frontera para que penetre la idea suicida es un hilo muy delgado, por eso, los intentos son mucho más que los suicidios consumados. Pregúntese, nueva vez, cuantos suicidios o ideas suicidas no habrán generado problemas como: familias disfuncionales, incestos, desempleo prolongado, proyectos personales fracasados, enfermedades, ascenso social inexistente, justicia denegada, entre otras carencias.

     


    Esas carencias han ido creando una comunidad de gente hambreadas, e inducidas al resentimiento, al pesimismo social, al descreimiento, a la angustia. No todas las personas tienen igual resistencia y fortaleza mental, y no resulta muy fácil predecir quiénes están más cerca de un descarrilamiento mental o emocional que le precipite al suicidio como estrategia de liberación frente a tantas limitaciones. Nuestra sociedad que padece del SÍNDROME DE PUERTAS CERRADAS Y NEGACIÓN DE DERECHOS Y OPORTUNIDADES, puede empujar a mucha gente hacia la resignación, a la rebeldía colectiva o individual, o a una depresión con ideación suicida permanente.

     


    Se debería evitar, frente al suicidio, caer en actitudes simplistas y en cambio, verlo dentro de su complejidad y condiciones socioambientales. Emilio Durkhein (1858- 1917) fue un sociólogo francés que realizٗó una investigación emblemática sobre el suicidio. Está dentro de sus planteamientos “no ver en los suicidios acontecimientos particulares, aislados uno de otros sino, considerar el conjunto de los suicidios cometidos en una sociedad dada durante un lapso determinado de tiempo. Así, dice este autor, se constatará que lo obtenido no es una sumatoria de unidades independientes, sino que constituye un hecho nuevo, de naturaleza propia, una naturaleza eminentemente social” (El Suicidio, pág.13)

     


    Valorar el pensamiento de Emilio Durkheim, conduce hacia otras perspectivas analíticas para afrontar el suicidio. Se deben revisar los conceptos y buscar apoyo en la aplicación de políticas públicas, así como otras iniciativas de la sociedad civil como son las asociaciones de prevención como las  que han sido creadas en Europa, Estados Unidos, y varios países de América. En el libro “ENTRE LA INDIFERENCIA Y EL RUIDO: EL SUICIDIO EN LA REPUBLICA DOMINICANA, de mi autoría, hay todo un capítulo dedicado a la prevención, donde se sugieren formas asociativas para prevenir el suicidio. Hay que prevenir razonada y desprejuiciadamente este hecho, y decirle a la sociedad dominicana que la vida en el suicidio tiene igual valor que las demás. Hora es de poner a prueba la sinceridad del credo sobre LA DEFENSA DE LA VIDA.



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