Cultura y Vida | Jesús Conill
Aporofobia, rechazo al pobre
El rechazo al pobre se conoce hoy como aporofobia,
que se compone de las palabras griegas: “áporos”, pobre, sin salidas, escaso de
recursos, y “fobia”, temor. De modo que el término “aporofobia” servirÃa para
nombrar un sentimiento difuso, y hasta ahora poco estudiado, de rechazo al
pobre, al desamparado, al que carece de salidas, al que carece de medios o de
recursos.
No marginamos al inmigrante si es rico, ni al
negro que es jugador de baloncesto, ni al jubilado con patrimonio: a los que
marginamos es a los pobres
Esta novedosa palabra aparece por primera vez en
una serie de publicaciones que la filósofa y catedrática Adela Cortina viene
realizando desde mediados de la década de los noventa. La profesora Cortina ha
propuesto el uso de esta palabra para poder dar nombre a una realidad que hasta
ese momento no lo tenÃa. Porque se habla mucho de la “xenofobia”, que es el
rechazo al extranjero, pero no se disponÃa del término adecuado para referirse
la actitud que, a su juicio, es la verdadera clave de muchas conductas
indeseables que se producen en nuestras sociedades opulentas del Norte.
La verdadera actitud que subyace a muchos
comportamientos supuestamente racistas y xenófobos no serÃa, en realidad, la
hostilidad a los extranjeros, o a las personas que pertenecen a una etnia
diferente a la mayoritaria, sino la repugnancia y el temor a los pobres, a esas
personas que no presentan el “aspecto respetable” de quienes tienen cubiertas
sus necesidades básicas. En efecto, “no marginamos al inmigrante si es rico, ni
al negro que es jugador de baloncesto, ni al jubilado con patrimonio: a los que
marginamos es a los pobres” (Cortina 1996: 70).
La aporofobia consiste, por tanto, en un sentimiento
de miedo y en una actitud de rechazo al pobre, al sin medios, al desamparado.
Tal sentimiento y tal actitud son adquiridos. La aporofobia se induce, se
provoca, se aprende y se difunde a partir de relatos alarmistas y
sensacionalistas que relacionan a las personas de escasos recursos con la delincuencia y con una supuesta amenaza a
la estabilidad del sistema socioeconómico.
Sin embargo, un análisis riguroso de los datos disponibles nos muestra que la mayor parte de la delincuencia,
y la más peligrosa, no procede de los sectores pobres de la población, sino
de mafias bien organizadas que
controlan una inmensa cantidad de
recursos. Y resulta tan sarcástico que se considere a los pobres como una
amenaza al sistema socioeconómico como lo serÃa acusar a las vÃctimas de la
violencia de ser los causantes de esa misma violencia.
Ahora bien, no resulta difÃcil para los poderes
fácticos presentar a los pobres como
los culpables de cualquier
problema social, puesto que la
situación de debilidad que atraviesan les impide, por definición, toda defensa
frente a la calumnia. De este modo, se
produce un fenómeno que podrÃamos denominar “el cÃrculo vicioso de la
aporofobia”: los colectivos
desfavorecidos son acusados a menudo de conductas delictivas (robo,
prostitución, tráfico de drogas, actos violentos, trabajo ilegal, etc.) y esta mala imagen dificulta su posible
integración en la sociedad, con lo cual se prolongan sus dificultades y en
algunos casos la desesperación los lleva a cometer algún acto ilegal, de manera
que se termina por reforzar la mala imagen y asà sucesivamente.
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