Actualidad | María Emeterio Rondón
Enderezar el árbol torcido
El primer semestre del año 2021 está siendo, para
República Dominicana, de un gran despertar y un estremecimiento tanto en el
orden de la justicia como en el orden de las ejecutorias de incumbentes del
presente gobierno. El despertar viene por el avivamiento del Poder judicial con
señales que constituyen una alerta contra la depredación del erario público.
Vemos a un Ministerio Público llegando a intocables: militares de rangos, y a
civiles de gran prestancia económica del pasado gobierno. Muchos de los que hoy
guardan prisión se beneficiaron de la impunidad durante varios períodos donde
hubo una práctica sin vigilancia, un dejar hacer y dejar pasar acciones dolosas
contra el patrimonio colectivo.
En la historia de la Literatura dominicana, el
escritor y periodista César Nicolás Penson incluye, en su obra narrativa “Cosas
Añejas”, un episodio titulado La muerte del Padre Canales cuya intención
moralizante nos sale al encuentro en diversos períodos de la sociedad
dominicana. En el citado episodio Juan Rincón, personaje protagónico, había
cometido varios crímenes e incluso el de una mujer que estaba embarazada, pero
nunca recibió condena alguna. Finalmente mató al padre Canales, y fue ahí
cuando se rebosó la copa.
En la escena del juicio, varias veces se le
preguntó a Rincón sobre quién había dado muerte al padre Canales, mas él
repetía siempre lo mismo: la justicia dominicana, y argumentó su respuesta
diciendo que, si cuando cometió el primer crimen lo hubieran castigado, no
hubiera matado al padre Canales. Lo citado es un episodio de ficción que
retrata lo que es hoy una dura realidad en República Dominicana donde, por no
aplicar a su tiempo los correctivos que demandan las violaciones a las normas,
se siguen cosechando los peores resultados y consecuencias. La responsabilidad
de la justicia es mayor que la del individuo en falta, pues esta es quien
recibe un mandato de la sociedad a la que se debe, y no puede justificar
pasividad ni indiferencia en el cumplimiento de su deber.
La idea central de la narrativa citada es hacer
visible la impunidad, mal que se ha enraizando como un pecado original del que
se desprenden otros males cuyos efectos son de similar gravedad. Uno de estos
es que al crecer sin freno, la corrupción y la impunidad van creando zonas de
poder y de complicidad habitual, y un ejército de lealtades y aduladores que
estimulan a quienes se benefician de las inconductas. Tan convencidos están de
que su práctica debe seguir hacia adelante, que cuando alguien le cuestiona,
suelen verlo como un intruso al que hay que derribar, y así viven cómodos en su
mundo delictual.
Un segundo efecto de la impunidad y corrupción
rampante es que estos sujetos se tornan en adictos compulsivos hacia lo ajeno,
tanto así que ni mirando el fuego que calcina la casa de al lado, creen que la
suya se quemará, y este es el estremecimiento que vive la sociedad dominicana
en la actualidad. El presidente Luis Abinader ha hecho un llamado ético a su
equipo de gobierno para que, sabiendo que no habrá impunidad, no incurran en
actos de corrupción, pero el llamado no ha tenido gran resonancia. La mente ya
torcida, movida por el “disfrute de las mieles del poder”, está impidiendo ver
y leer el momento que vive el país, ya hastiado de tanta corrupción e
impunidad.
Ya son demasiado los funcionarios/as del presente
gobierno que no han podido resistir la tentación de asaltar el erario público.
Llueven por doquier los actos de corrupción y malversación de fondos en tan
poco tiempo del presente gobierno. Y es que en su misma cara estampan la
corruptela llegando a extremos, como en el caso de la Lotería Nacional, de
ensayar la perversidad como si fuera una obra de teatro. De seguir esta
tendencia, la corrupción del pasado gobierno se quedará muy corta, a menos que
el presidente se llene de valor y acelere, sin temor, las destituciones de
quienes sean señalados, hasta por el rumor público, como corruptos.
Muchos funcionarios/as actuales no quieren verse
en el espejo de aquellos. Quizá piensan que lo que está pasando es una
película, que nada tiene que ver con ellos/as. No se quieren dar cuenta de que
ha llegado el momento, ojalá que así sea, en que la naturalización del robo y
la impunidad, como adición compulsiva para tomar lo que no es suyo, está
llegando sino al final, al menos a buen inicio para ir enderezando el árbol
torcido.
Esta estructura gansteril a que hemos estado
asistiendo aún tiene fuerza y apoyo. Es como un árbol torcido al que hay que
enderezar, y si el presidente Abinader ha incentivado el repudio social hacia
la corrupción, y a la vez confianza en la justicia, no debe mostrar debilidad,
pues el respaldo social lo tiene. Que continúe el desmantelamiento de toda
estructura corrupta, así como toda mentalidad proclive al robo. De cualquier
modo para el pueblo dominicano, ansioso de cambios verdaderos, le conviene
apegarse al pensamiento de Antonio Machado en el sentido de que “Tras el vivir
y el soñar está lo que más importa: despertar”.
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