Evangelios | Giuseppe De
Rosa
Los años «oscuros» de Jesús en Nazaret
LA «JUVENTUD» DE JESÚS
Jesús, un hebreo «laico»
Un rasgo de Jesús al que generalmente se presta
poca atención es que era un judío «laico». En el mundo judío, el sacerdocio era
hereditario. Por tanto, sólo podían ser sacerdotes los miembros de uno u otro
grupo de la «tradición sacerdotal». El grupo más numeroso y fuerte de la
tradición sacerdotal eran los sacerdotes, que se ocupaban del Templo y
regulaban su culto. Guardaban celosamente sus árboles genealógicos.
En la Carta a los Hebreos, que también habla del sacerdocio de Jesús, no según el orden levita sino «a la manera de Melquisedec» (Heb 7,12)
Algunas de las familias más destacadas,
pertenecientes al grupo de los «sadocitas» (descendientes de Sadoc, sumo
sacerdote en la época de David), ocupaban los puestos más influyentes y
lucrativos en el orden hereditario de sucesión y, por tanto, en el culto que se
desarrollaba en el Templo. Después de los grupos sacerdotales venía el grupo de
los levitas: también para ellos la pertenencia a una línea genética precisa era
vinculante. Los escribas (sôferim) formaban parte de este grupo, que se
dedicaba al servicio del Templo.
Jesús nunca fue parte ni del sacerdocio
«aaronita», ni del sacerdocio «sadocita», ni de los levitas. Un sacerdote,
cuando no estaba al servicio del Templo de Jerusalén (lo que ocurría solo
durante un período de dos semanas cada año), podía establecerse la mayor parte
del año en Galilea – y en Nazaret – para ocuparse de los servicios de la
Sinagoga y de la enseñanza de la Torâ a los niños. Así, Jesús pudo conocer a
los sacerdotes y levitas tanto en Nazaret como en su peregrinaje anual a
Jerusalén, pero no debió de quedar bien impresionado por su modo de vida, si se
reflexiona sobre la forma en que en la parábola del Buen Samaritano presenta
tanto al sacerdote como al levita, que ante el hombre dejado medio muerto por
los ladrones no se detienen a socorrerlo, sino que «pasan de largo» (Lc 10,31).
En todo caso, Jesús no habría podido ser
sacerdote, porque no era de descendencia sacerdotal o levítica. En la Carta a
los Hebreos, que también habla del sacerdocio de Jesús, no según el orden
levita sino «a la manera de Melquisedec» (Heb 7,12), se afirma que si este
estuviera en la tierra no habría podido ser sacerdote, porque «formaba parte de
una tribu de la cual ningún miembro ha estado al servicio del altar» (Heb
7,14). Así, Jesús llegó a ser sacerdote solo con su muerte sacrificial en la
Cruz y la entrada en el santuario de Dios con su sangre; pero durante su vida
terrenal fue un hebreo «laico».
En conclusión, esto es lo poco – en realidad, lo
muy poco – que se puede decir, con buena probabilidad, sobre los años que pasó
Jesús en Nazaret antes de comenzar una vida completamente nueva, dejando su
propio pueblo, su propia familia y su propio oficio, para ir a Judea, a la
orilla del Jordán donde Juan bautizaba, y recibir el bautismo de él. El resto
permanece, para nosotros, envuelto en el misterio, que es el mismo ambiente en
el que Jesús vivió su juventud en Nazaret.
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