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    sábado, 26 de junio de 2021

    La mujer infecunda y la niña sin futuro


    Comentarios | José Cristo Rey García Paredes




    La mujer infecunda y la niña sin futuro

     

    Miles y miles de personas se acercan a los santuarios, a las imágenes santas, a las personas con aroma de santidad, para suplicar la curación de sus males. Nos sentimos acosados y heridos por el mal y necesitados de sanación y protección. Hay males del alma y males del cuerpo que nos van carcomiendo. Hay males exteriores que también crean en torno a nosotros ambientes tóxicos, irrespirables. Vivimos en una enorme precariedad. Interesante palabra que procede del término latino “prex”: la precariedad hace referencia a nuestra necesidad de suplicar, de pedir, de orar para vernos protegidos y salvos. El relato evangélico de este domingo nos habla de dos precariedades: la joven que muere sin futuro y la hemorroísa que no tiene futuro como madre.

     

    Los personajes del relato

    El evangelista Marcos conecta el relato de la curación o reanimación de la hija de Jairo al de la hemorroísa (mujer con desarreglo menstrual). ¡Dos mujeres judías sin futuro como madres!

     

    ·       La mujer enferma que gastó su fortuna en médicos, pero en vano –“era una mujer rica, pero enormemente deseosa de tener posteridad, hijos”:

    o   surge de entre la muchedumbre que se agolpaba junto a Jesús.

    o   Esta mujer sangrante estaba enferma desde hacía 12 años.

    o   La mujer llegó a gastar toda su hacienda sin mejorar, antes bien empeorando. No podía engendrar. No podrá retener en su seno la vida naciente.

    o   Por eso era legalmente “inmunda”, impura. Una mujer de su condición no debía estar en lugares públicos. Por eso, quiere acercarse al Señor de incógnito.

     

    ·       Jairo es un personaje que surge de la muchedumbre.

    o   Era un de los jefes de la sinagoga, representante de la conciencia religiosa judía.

    o   Al ver a Jesús cae a sus pies.

    o   Confía en que bastará que Jesús le imponga las manos para que su hija se salve y viva.

    o   Este personaje judío -consciente de que Jesús no gozaba de buena fama en las sinagogas- no tiene en cuenta esos prejuicios y, aunque es jefe de la sinagoga, “al verle, cae a sus pies, y le suplica con insistencia diciendo: «Mi hija está a punto de morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva». (Mc 5, 21-23). Jesús atiende inmediatamente su súplica.

     

    ·       La hija de Jairo tenía 12 años.

    o   Los judíos decían que una niña se convertía en mujer a los 12 años y un día.

    o   Estaba en la plenitud de la vida. Iba a comenzar su historia de mujer, de esposa, de madre fecunda.

    o   Pero llega la enfermedad grave que estremece al padre y lo amenaza como la peor de las tragedias. Esta joven no solo está amenazada de muerte, sino que cuando podría conseguir ser fecunda, ser madre, fuente de vida, no va a poder.

     

    Sanadas para la fecundidad

    Jesús sana primero a la hemorroísa y después a la hija de Jairo.

    ·       La mujer sangrante

    o   se acerca a Jesús. Aprovecha la oportunidad para tocar la orla de su manto.

    o   Manifiesta una confianza absoluta en Él.

    o   Jesús lo advierte: ¡alguien le ha tocado de una manera muy especial! A través de su vestido ha llegado hasta su cuerpo el tacto de la fe.

    o   De Jesús se desprende una energía curativa.

    o   La mujer se siente inmediatamente curada.

    o   Jesús valora no su poder milagroso, sino el contacto entre los dos: la fe de ella.

    o   Pero el contacto de la fe transforma la relación entre Jesús y la hemorroísa. Jesús la llama “¡hija!” ¡Hija, tu fe te ha curado! Jesús no actúa como médico, sino como “padre espiritual”.

     

    ·       La hija de Jairo:

    o   En el último relato Jesús no se presenta como “padre”: se trata de la “hija de Jairo”. El padre recibe la tremenda noticia de que su hija acaba de morir. Jesús se interesa. Se acerca y le dice: “No temas, ¡basta que tengas fe!”.

    o   A partir de ese momento, Jesús prescinde de la muchedumbre. No quiere ningún tipo de espectacularidad. Es más, después de todo el acontecimiento, pedirá insistentemente que nadie sepa lo que ha acontecido.

    o   Como en el Tabor, como en Getsemaní, Jesús sólo se deja acompañar por sus tres discípulos preferidos (Pedro, Santiago y Juan).

    o   La niña se muere en el momento en que podría convertirse en mujer y ya poder engendrar la vida: ¡a los doce años!

    o   En la habitación -donde estaba la niña- entra únicamente con el padre y la madre. Y allí Jesús la toma de la mano y pronuncia las palabras arameas que todavía recordamos: «Talitá kum» («Muchacha, a ti te digo, levántate»). La Palabra y la Mano de Jesús tienen un poder impresionante. La niña se levanta, camina. Jesús pide que le den de comer.

     

    ·       La niña y la hemorroísa tienen en común doce años de muerte o para la muerte.

    o   Al pasar los doce años ambas encuentran la vida. La niña aprende que con Jesús tiene futuro.

    o   Que la fe en Jesús lo puede todo.

     

    ¡No solo depende de Él… también de nosotros! ¿Quién me ha tocado?

    o   Si nos identificamos con Jairo, superaremos los prejuicios anti-religiosos que acosan a tantos de nuestros contemporáneos.

    o   Jesús no se encuentra únicamente en los templos o iglesias. Él está allí donde hay dolor, necesidad; allí donde hay jóvenes que están en peligro de muerte, allí donde se encuentra el dolor del mundo y las situaciones de muerte.

    o   Si nos identificamos con la hemorroísa, experimentaremos el poder de la fe en Jesús. Basta rozarse con Él para que nuestra infecundidad y esterilidad espiritual o corporal recobren su energía.

    o   Si nos identificamos con los discípulos de Jesús le diremos a Jesús: “Ves cómo te apretuja la gente y preguntas ¿quién me ha tocado? Tenemos que comprender que sólo hay una forma de extraer del cuerpo de Jesús toda su fuerza sanadora: ¡es una inmensa fe en Él!

    o   Escuchamos la Palabra, comulgamos el Cuerpo de Jesús tantas veces… y me pregunto: ¿Cuántas personas “estremecen” a Jesús y quedan “sanas” y reciben de Él el don de la fecundidad?

     

    Para meditar:

    TALITA KUMI – ZIGANI

    Los artistas son también nuestros exégetas, nuestros intérpretes del Evangelio. El Espíritu de Jesús pone a través de ellos colores, imágenes, lamentos y melodías. Esta canción de “Talita kumi” nos emociona. Toca nuestras vibras interiores más profundas. ¿Quién no se ha sentido a veces “hundido”, defraudado, aislado en profunda soledad? Somos soñadores, pero hay ocasiones en las cuales los sueños parecen ya meras ensoñaciones, ilusiones falsas y engañosas. Es entonces cuando en nuestra “cuarto oscuro” entra Jesús con personas que nos aman de verdad y nos dice “Talita kumi”. No dejemos al escuchar esta preciosa canción de pensar en esos momentos. Dejémonos emocionar.

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