Comentarios | José Antonio
Pagola
Una “revolución ignorada"
Jesús adoptó ante las mujeres una actitud tan
sorprendente que desconcertó incluso a sus mismos discípulos. En aquella
sociedad judía, dominada por los varones, no era fácil entender la nueva
postura de Jesús, acogiendo sin discriminaciones a hombres y mujeres en su
comunidad de seguidores. Si algo se desprende con claridad de su actuación es
que, para él, hombres y mujeres tienen igual dignidad personal, sin que la
mujer tenga que ser objeto del dominio del varón.
Sin embargo, los cristianos no hemos sido todavía
capaces de extraer todas las consecuencias que se siguen de la actitud de
nuestro Maestro. El teólogo francés René Laurentin ha llegado a decir que se
trata de «una revolución ignorada» por la Iglesia.
Por lo general, los varones seguimos sospechando
de todo movimiento feminista, y reaccionamos secretamente contra cualquier
planteamiento que pueda poner en peligro nuestra situación privilegiada sobre
la mujer.
En una Iglesia dirigida por varones no hemos sido
capaces de descubrir todo el pecado que se encierra en el dominio que los
hombres ejercemos, de muchas maneras, sobre las mujeres. Y lo cierto es que no
se escuchan desde la jerarquía voces que, en nombre de Cristo, urjan a los
varones a una profunda conversión.
Los seguidores de Jesús hemos de tomar conciencia
de que el actual dominio de los varones sobre las mujeres no es «algo natural»,
sino un comportamiento profundamente viciado por el egoísmo y la imposición
injusta de nuestro poder machista.
¿Es posible superar este dominio masculino? La
revolución urgida por Jesús no se llevará a cabo despertando la agresividad
mutua y promoviendo entre los sexos una guerra. Jesús llama a una conversión
que nos haga vivir de otra manera las relaciones que nos unen a hombres y
mujeres.
Las diferencias entre los sexos, además de su
función en el origen de una nueva vida, han de ser encaminadas hacia la
cooperación, el apoyo y el crecimiento mutuos. Y, para ello, los varones hemos
de escuchar con mucha más lucidez y sinceridad la interpelación de aquel de
quien, según el relato evangélico, «salió fuerza» para curar a la mujer.
Publicado en www.gruposdejesus.com
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