Matrimonio y Familia |
Diácono Julián Tavárez
Los
hizo hombre y mujer, para el amor
En la
biblia encontramos que el matrimonio es una realidad de este mundo porque así
lo ha querido Dios, que el hombre y la mujer son el centro de la creación
porque Dios lo dispuso desde el principio. Se trata de una realidad que
disfruta de la bondad, la dignidad, la autonomía de las cosas creadas en sumo
grado. Una realidad que no hace falta sacralizarla al estilo de las religiones
paganas, ni mitificarla con modelos sexuales divinos para que tenga sentido.
Sencillamente el matrimonio es la parte más excelente de la creación querida y
obrada por Dios.
Esto es lo
que quieren decirnos en lenguaje sugestivo y acomodado a la cultura del tiempo
los dos relatos de la creación del libro del Génesis: Gn 2, 18.21-25 y Gn 1,
26-31. Del estudio de estos dos textos, que desnudan todo lo que es el ser
humano, persona y comunidad, se desprenden algunos aspectos importantes que
destacan el valor humano del matrimonio así querido por Dios:
· Hombre y mujer lo creó: la secularidad del matrimonio, su
valor humano y terreno no debe confundirse con la afirmación “no tiene nada que
ver con Dios”. Según los textos, el matrimonio tiene valor humano, porque así
lo ha querido Dios. En él tiene su origen y su centro de sentido. Dios es su
autor y su creador. El matrimonio es el resultado del amor creativo y de la
voluntad soberanamente libre de Dios. el gran rito de consagración-bendición
del matrimonio es el mismo acto creador de Dios. y este acto de creación no es
individualista o solitario: es una creación “a dos”, como “varón y mujer”, para
formar “una sola carne”. El hombre total no existe como varón o mujer solos,
sino varón-mujer, como masculino-femenino.
· La sexualidad humana es obra de Dios: la diferenciación sexual, la atracción y mutua donación,
radican en este ser creados-creadas, ordenados el uno al otro, que abarca la
totalidad de la persona. La heterosexualidad es la manifestación más clara de
que Dios ha creado al hombre como ordenado a la mujer, y viceversa. La bondad de la sexualidad no puede estar
mejor expresada: Adán y Eva estaban desnudos y no sentían ninguna vergüenza. Y
es que la genitalidad goza de la misma dignidad que cualquier otro órgano del
cuerpo (manos, ojos, boca), y es una dimensión constitutiva y esencial de los
mismos seres humanos creados. Solo después de la tragedia del pecado, aquella
bondad original comenzará a mezclarse con el dolor y la ambigüedad. Solo
entonces Adán y Eva comenzarán a sentir vergüenza.
· Creados en igualdad para el encuentro: los textos del Génesis insisten en la creación recíproca,
la complementariedad y la igualdad entre el hombre y la mujer. La mujer hace
posible el encuentro, sólo ella es el válido interlocutor, el “tú” en quien el
hombre se descubre y se reconoce a sí mismo desde la igualdad.
· Colaboradores de Dios en la obra de la creación: la fecundidad es el don más excelente de Dios, es la
colaboración más excelente del hombre a la obra de la creación. Pero la
fecundidad debe entenderse en el marco de una llamada a la colaboración
creadora total, a la transformación del mundo, al progreso y la cultura, a la
creatividad en todos los órdenes de la vida. Dios llama a procrear a personas
capaces de creatividad, creadores, no esclavos o abandonados o indefensos… Por
eso se unen: “Sean fecundos y multiplíquense, llenen la tierra y sométanla”.
· A imagen de Dios los creó:
lo humano, en todo lo que tiene, en cuento ser y ser-a-dos- es y está llamado a
ser imagen de Dios. En la relación hombre-mujer esta imagen aparece en todo su
esplendor. En cuanto hombre y mujer representan el amor, la comunión, la
diferencia, la relación, la ternura, la fidelidad y la fuerza creadora de Dios.
No solo son portavoces de la imagen de Dios en la creación, sino también presencializadores
del Dios vivo, memorial permanente de su presencia y sus atributos, generadores
de otras imágenes de Dios por los hijos e hijas, manifestadores de la huella de
Dios en la creación por sus obras creadoras, por su trabajo de humanización…Y si
esto es así, no puede negarse, desde su misma raíz, la referencia del
matrimonio a Dios, su profunda dimensión religiosa, trascendente.
Algunas
frases de Amoris Laetita
De la
Exhortación del Papa sobre la familia, Amoris Laetitia (La alegría del amor),
hacemos notar algunas reflexiones de Francisco muy adecuadas para este tema.
Excesivo
enfoque en la procreación. “Con
frecuencia presentamos el matrimonio de tal manera que su fin unitivo, el
llamado a crecer en el amor y el ideal de ayuda mutua, quedó opacado por un
acento casi excluyente en el deber de la procreación”.
Cuidar el
trato de las personas. “Tenemos
que ser humildes y realistas, para reconocer que a veces nuestro modo de
presentar las convicciones cristianas, y la forma de tratar a las personas, han
ayudado a provocar lo que hoy lamentamos, por lo cual nos corresponde una
saludable reacción de autocrítica”.
Evitar la obsesión por el placer. «En el matrimonio conviene cuidar la alegría del amor.
Cuando la búsqueda del placer es obsesiva, nos encierra en una sola cosa y nos
incapacita para encontrar otro tipo de satisfacciones. Las alegrías más
intensas de la vida brotan cuando se puede provocar la felicidad de los demás,
en un anticipo del cielo».
La alegría de la
maternidad. «A cada mujer embarazada quiero pedirle
con afecto: Cuida tu alegría, que nada te quite el gozo interior de la
maternidad. Ese niño merece tu alegría. No permitas que los miedos, las
preocupaciones, los comentarios ajenos o los problemas apaguen esa felicidad de
ser instrumento de Dios para traer una nueva vida al mundo».
Más
formación para los novios. «Conviene
encontrar además las maneras, a través de las familias misioneras, de las
propias familias de los novios y de diversos recursos pastorales, de ofrecer
una preparación remota que haga madurar el amor que se tienen, con un
acompañamiento cercano y testimonial.
Expectativas
demasiado altas sobre el matrimonio.
«Una de las causas que llevan a rupturas matrimoniales es tener expectativas
demasiado altas sobre la vida conyugal. Cuando se descubre la realidad, más
limitada y desafiante que lo que se había soñado, la solución no es pensar
rápida e irresponsablemente en la separación, sino asumir el matrimonio como un
camino de maduración, donde cada uno de los cónyuges es un instrumento de Dios
para hacer crecer al otro». ADH 857
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