Desde los tejados | Manuel Maza/ mmaza@pucmm.edu
Jesús de Nazaret, el carpintero
descalificado
En el Evangelio de hoy, Marcos 6,1-6, la gente se
asombraba de la sabiduría de Jesús y se preguntaba: "¿No es éste el
carpintero, el hijo de María?"
Jesús fue uno de tantos y por eso mucha gente no lo
tuvo en cuenta. Este Jesús nos puede ayudar a mirar a nuestro pueblo.
Uno de los mayores errores de nuestra cultura y de
nuestros gobiernos es el arrogante desprecio de los sectores populares.
A las personas que se trasladan de un lado a otro en
carros elegantes con aire acondicionado, los que podemos colgar un título en
las oficinas, expresarnos en lenguas extranjeras, echar mano de poderosas
relaciones, contrastar nuestros cocos con los tilos y flores de otras latitudes,
tendemos a minusvalorar, a la gente apretujada de los conchos y las voladoras,
tan creativas, ciudadanos cuyas relaciones alcanzan al colmado de la esquina,
donde ya deben el sueldo de la próxima quincena.
¡Qué país tendríamos el día que un gobierno por fin
tome en serio a su propia gente! Con los dominicanos de a pie que conozco, se puede
contar ahora mismo para resolver la carencia de viviendas dignas, la energía,
las guarderías infantiles, el manejo de la basura, el tránsito asesino, el
transporte secuestrado, el financiamiento de caminos vecinales, cultivos,
reforestación y acueductos rurales.
Eso sí, nada de gobiernos inflados, industrias de
clientes mendigos. Basta empoderar a las organizaciones populares, mientras se
renuncia al mal de la promoción del propio partido.
Los corruptos siempre regalan, pero sudar como uno
más, debajo de la cruz que carga el pueblo, es otro cantar.
En los barrios y campos dominicanos, malvive gente
sabia, capaz de compartir la mitad de su arroz y habichuelas con un “agárrate
de ahí,” y sellar un contrato con un apretón de manos.
¡Ya es
hora!
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