En tierra hostil | Puertas Abiertas
La clave: Obediencia a Dios
Este
año, la Lista Mundial de la Persecución muestra que al menos 340 millones de
cristianos se enfrentan a persecución o discriminación por su fe a niveles
altos en todo el mundo. Es difÃcil hacerme una imagen de lo que representa 340
millones de personas. Es una cifra tan grande que es como 7 veces la población
de España.
¿Qué
puedo hacer ante algo imposible de afrontar?
Esta
es, precisamente la pregunta que se hizo el Hermano Andrés, recién graduado se
sus estudios de preparación para la obra misionera. Fue a Polonia a ver la
situación de los cristianos allÃ.
Estando
a punto de acabar su visita a Polonia, se sentó en un banco en un parque
meditando, con el Nuevo Testamento en la mano, sobre todo lo que habÃa visto
esos dÃas. Ese fue el momento en que sus ojos se centraron en Apocalipsis 3:2,
“Despierta! Reaviva lo que aún es rescatable”. Esas palabras sirvieron de
llamada de Dios para servir a los cristianos que sufren persecución.
¿Qué
puede hacer un hombre solo, sin recursos, sin una organización detrás, sin nada
más que su propia vida ante una necesidad tan inmensa?
El
Hermano Andrés no lo sabÃa, pero Dios lo habÃa estado preparando de una forma
especial para el encargo que le iba a dar.
Él
ya se habÃa comprometido con Dios a ser un misionero, pero no sabÃa ni en qué
lugar ni de qué manera. Sólo sabÃa que tenÃa que ir. SabÃa que necesitaba
formación para cumplir con su misión y encontró un lugar en Reino Unido que se
lo darÃa.
Para
entonces, habÃa aprendido a escuchar la voz del EspÃritu Santo y obedecerle.
Con
el billete en la mano para hacer el viaje de PaÃses Bajos a Reino Unido, le
ocurrieron tres cosas seguidas. Su novia le escribió una carta diciéndole que,
si seguÃa con sus planes, ella cortaba con él. La persona que, en teorÃa le
estaba enseñando inglés, le confesó que no sabÃa hablar el idioma. El último
golpe fue el más duro, la escuela le mandó una carta diciéndole que no habÃa
espacio para él ese año y le animaban a presentarse el año siguiente.
Esa
voz que habÃa aprendido a oÃr y a obedecer, le dijo que se fuera de todos
modos. Estaba aprendiendo tres cosas: a oÃr la voz del EspÃritu Santo; a
obedecer al EspÃritu Santo, aunque todas las circunstancias le indicaban que no
era oportuno hacerlo; y a no dejar que las circunstancias fueran un obstáculo
para su obediencia.
Lo que esperarÃamos es que su obediencia fuera
premiada con un ingreso inmediato en la escuela donde querÃa prepararse para
las misiones. No fue asÃ. Lo primero que se encontró fue la misma negativa que
recibió por carta, no habÃa lugar para él en el centro de formación. Sin
embargo, habÃa una oportunidad para él. PodÃa quedarse y trabajar. Aprovechó la
oportunidad para trabajar y aprender inglés de verdad.
Al
poco tiempo fue invitado a quedarse en la casa de unos creyentes ingleses. Era
una pareja extraordinaria. El marido era contratista de obras que tenÃa una
convicción especial. Aunque ganaba mucho dinero, él tenÃa que vivir con lo
justo y dar el resto a la obra de Dios.
Su
casa estaba abierta las 24 horas del dÃa para recibir a gente necesitada y para
darles cobijo.
El
dÃa que el Hermano Andrés llegó a esa casa, la esposa le explicó cómo se vivÃa
en su casa y le dijo que no se asustara si una noche llegara a casa para
encontrar su cama ocupada y que tendrÃa que hacerse una cama en el suelo frente
a la chimenea. Una semana más tarde se dio cuenta de que la mujer no estaba
bromeando.
Vivió
con este matrimonio durante varios meses en los cuales su casa siempre estaba
abierta para el necesitado, sea quien fuere y en la condición que estuviera.
Ellos
proveÃan para sus necesidades. Aunque no de la forma que podrÃamos imaginar. El
matrimonio vivÃa con el 10% de los ingresos del marido. El 90% lo entregaban a
la obra misionera. VivÃan con lo justo para cubrir sus necesidades. Ellos
ayudaban a los necesitados con lo que Dios les daba de otra forma. En ocasiones
podrÃan ser personas que habÃan pasado un tiempo en su casa, en otras, podrÃan
ser amigos enviándoles una carta, etc. Ellos siempre esperaban la provisión de
Dios para cubrir las necesidades de sus huéspedes.
El
Hermano Andrés vivió una fe viva puesta en práctica en esa casa y su segunda
parte del aprendizaje de la fe fue el seminario de WEC. El objetivo de este
seminario era preparar a los alumnos para confiar en Dios.
Una
de las actividades que tenÃan que realizar era un viaje misionero de cuatro
semanas. Se les entregaba una Libra Esterlina al comienzo del viaje y tenÃan
que hacer toda su labor evangelÃstica con el dinero que recibieran durante su
viaje y volver con una Libra para entregarla a la escuela. No podÃan compartir
sus necesidades con nadie. TenÃan que confiar en la provisión de Dios.
Él
viajó con un grupo de cinco jóvenes. Ellos establecieron un principio para su
viaje. De todo lo que recibieran, iban a dar el diezmo. A veces recibÃan
dinero, y otras en especie. QuerÃan dar el diezmo dentro del plazo de 24 horas
siempre que fuera posible. No querÃan quedarse con ese dinero o género más
tiempo como un acto de fe. Dios bendijo su fe. Al final de su viaje, volvieron
con 10 Libras que dieron para la obra misionera.
Dios
puso la fe del Hermano Andrés a prueba en numerosas ocasiones durante los dos
años que pasó en el seminario.
AsÃ
que, cuando se encontraba en ese banco en un parque en Varsovia viendo un
desfile de los jóvenes comunistas cantando las glorias del comunismo, pensando
en cómo podrÃa él solo hacerle frente a la necesidad de la iglesia con un
oponente tan poderoso como el que tenÃa en frente, todavÃa no sabÃa que Dios le
habÃa enseñado a confiar en Él y a obedecerle.
Sesenta
y seis años después, Puertas Abiertas está presente en más de sesenta paÃses
impactando la vida de más de tres millones de cristianos en todo el mundo. El
problema de la persecución persiste y sigue creciendo, sin embargo, millones de
vidas han sido fortalecidas porque un hombre escogió obedecer la voz de Dios.
No
sé lo que Dios puede hacer con mi obediencia. La realidad es que no tiene tanta
importancia lo que pueda hacer conmigo. Lo que importa es que haga lo que Él me
ha diseñado para hacer. El Hermano Andrés fue diseñado por Dios para levantar
un movimiento mundial. Ese dÃa en Varsovia, no tenÃa ni la más remota idea de
lo que Dios iba a hacer por medio de su vida. Pero obedeció.
Su
vida me inspira a aprender a escuchar la voz de Dios y a aprender a obedecer,
sean cuales sean las circunstancias. Los resultados dependen de Él. Quizá, en la eternidad, pueda saber hasta qué
punto mi vida sirvió de bendición para otras.
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