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    martes, 27 de julio de 2021

    La Familia en la Biblia


    Pastoral Bíblica | Centro de Investigación y Pastoral Bíblica

     



    La Familia en la Biblia

     

    Me refería una persona que cuando nos encontramos a un amigo, lo correcto es preguntarle, primero, cómo está él, y luego interesarse por su familia.  Esto nos indica que para muchos lo más importante es su familia, círculo donde vive una serie de relaciones decisivas en la vida.

     

    Si esto ocurre en el 1er. libro que nos muestra las maravillas de Dios (La Vida), también ocurre en el 2do. que es la Biblia.

     

    La Biblia comienza en Génesis con el matrimonio de un hombre y una mujer y termina en el libro del Apocalipsis con el matrimonio de Cristo y su novia la Iglesia.

     

    Entre estos dos eventos históricos, Dios nos dio principios permanentes para la vida familiar que si se siguen en un espíritu de humildad y obediencia nos muestra la única manera de mantener relaciones familiares saludables.

     

    El libro del Génesis nos presenta el ideal que Dios tiene de la pareja humana.   Nos narra dos relatos de esta creación:  Gn. 2, 18-22 y Gn. 1, 26-27, y  los dos son frutos de la palabra creadora de Dios: “Dijo Dios”. Los creó iguales en dignidad y les dijo: “Crezcan y multiplíquense, dominen la tierra y cuanto contiene...”.

     

    Ubicados en estos primeros tiempos (en el tiempo del Éxodo), debemos saber que Dios comenzó el proceso de revelación bíblica a partir de experiencias familiares. “El Dios de los padres” es un Dios familiar que está íntimamente ligado con lo primordial del grupo familiar: Nacimiento, vida de los hijos, relaciones y tensiones entre esposos, mujeres, hermanos, parientes.

     

    En Israel la mayor unidad social era la tribu, la más pequeña es la familia.

     

    Esta familia tiene como cabeza al padre (patriarcal), la autoridad era indiscutida y la heredaba el hijo mayor (Esau – Jacob) (Gn 27, 29) después de la muerte del padre.  La familia se amplía a mayor cantidad de hijos. 

     

    Las mujeres ocupaban un lugar inferior en la sociedad, eran propiedad de su marido y estaban sometidas a él, debían irse a vivir con la familia del esposo.

     

    Los hijos guardaban respeto y reverencia a ambos padres, los hijos eran considerados como una bendición, el no tenerlos era mala señal (por eso oraban a Dios por la procreación).

     

    La madre se ocupaba de la enseñanza de los hijos pequeños en la casa. Los padres debían garantizar la educación de los hijos mayores que consistía, principalmente, en la iniciación religiosa.

     

    Se les enseñaba las leyes, la historia de Israel, los ritos, los significados de las diferentes fiestas (Pascuas, cosecha, perdón).  En la ley de Moisés se especificaba esta misión de los padres (Deut.  6, 6-9).

     

    La familia nunca debe desaparecer, por eso se realizaba el matrimonio por levirato (en la ley de Moisés, cuando un hombre moría sin dejar hijos, su hermano debía casarse con la viuda).

     

    También los profetas han usado el matrimonio (inicio de la familia) como símbolo de la alianza de Dios con su pueblo.


    - Oseas – testimonio de fidelidad.

    - Jeremías usa la imagen del adulterio.

    - Ezequiel y el 2do. Isaías. (Al pueblo lo compara con una niña recién nacida, el otro con una mujer abandonada).


    Pero es en los libros sapienciales de la Biblia que se nos muestra una faceta profundamente humana de la familia. La mayoría de ellos nace en la comunidad judía de Alejandría, en contacto con la civilización griega de mentalidad diferente a la judía de Palestina.

     

    En ellos se acentúa la grandeza del amor conyugal y el relieve que toma la mujer como ayuda y compañera (Diáspora).

     

    Ellos subrayan la importancia de la mujer fuerte, de la mujer de la primera juventud y de la mujer de su casa.

     

    Se da especial atención a los padres ancianos y a la educación de los hijos.

     

    Los autores sapienciales describen lo que significa una mujer en la vida del hombre: “Quien encuentra mujer, encuentra un bien, alcanza favor del Señor (Prov. 18,22)  “Vale mucho más que las perlas” (Prov. 31, 10).

     

    Resaltan su papel dentro de la casa y cómo armonizan el hogar. Prov 31, 10-31.

     

    En el libro del Eclesiástico vale destacar el elogio a los esposos unidos (Eclo. 26, 1-4.13.16-17).

     

    Los libro sapienciales están llenos de normas sobre la educación de los hijos.

     

    De la alegría que los hijos traen a la familia: “Si un padre llega a morir, es como si no hubiera muerto, porque deja tras de sí a un hombre que se le parece. Cuando vivía, al verlo se regocijaba, al morir no se siente apenado”. (Eclo. 30, 4-5).

     

    Elogia el camino del rigor: “Corrige a tu hijo: te ahorrará inquietudes y hará la felicidad de tu alma” (Prov. 29, 17). “El que ahorra el castigo a su hijo no lo quiere, el que ama se dedica a enderezarlo”. (Prov. 13, 24). “Mientras haya esperanza, castiga a tu hijo, no dejes que vaya a la muerte” (Prov 19, 18).  “El palo y la represión procuran la sabiduría, y el niño dejado a sus caprichos es vergüenza para su madre” (Prov. 29, 15).

     

    Esto no quiere decir que la Biblia apoye toda clase de corrección insensata. A veces los padres corrigen llevados del mal humor o por capricho “hay represiones inoportunas, hay un silencio propio de hombre sensato” (Eclo. 20, 1) “No reprendas antes de examinar; reflexiona primero y después reprende” (Eclo 11, 7).  Esto de reprender es una muestra de amor, pues siempre se busca el bien futuro del hijo.

     

    Además, los libro sapienciales ponen de manifiesto que dentro del espíritu familiar de Israel, se ponía un especial énfasis en honrar a los padres, a ello se le daba una especial fuerza religiosa. “Quien honra a su padre paga sus pecados; y el que gloría a su madre se prepara un tesoro.  El que honra a su padre recibirá alegría de sus hijos y, cuando ruegue será escuchado.  El que glorifica a su padre tendrá larga vida.  El que obedece al Señor da descanso a su madre y, como a su Señor, sirve a quienes le dieron la vida” (Eclo. 3, 3-7).  Y se insistía en la atención a los padres ancianos: “Hijo cuida a tu padre en su vejez y mientras viva no le causes tristeza, si se debilita su espíritu, perdónale, y no le desprecies, tú que estás en plena juventud. Pues la caridad para con el padre no será olvidada, te servirá como reparación de tus pecados. (Eclo. 3, 12-14).

     

    Especial maldición merecen los que despojan a sus padres de sus bienes, “El que despoja al padre y echa a la madre de la casa es un infame y degenerado” (Prov. 19, 26).

     

    Estas sentencias entran dentro de la línea bíblica de atención preferencial a los necesitados, ya que a veces no hay prójimo más necesitado que los propios padres ancianos. Pienso que hoy son profundamente actuales.

     

    En el Cantar de los cantares nos han dicho que nos narran el Amor de Dios por su pueblo o la unión de Salomón con la Sabiduría o la de Cristo con su Iglesia.

     

    Fray Luis de León (1561) decía que el Cantar no quiere decir más de lo que suena.

     

    En la Biblia no estaría recopilado todo el acontecer humano si faltara la expresión del amor físico.  El sexo de los hijos de Dios humaniza.

    El libro de Tobías es ejemplo de Amor y fecundidad.

     

    El matrimonio de Tobías y Sara se vive en un ambiente profundamente religioso de oración, de intimidad personal y caracterizado por la procreación y la ayuda mutua.

     

    Amor, fecundidad, ayuda mutua son las notas del matrimonio prototipo original.


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