Testimonio | Guadalupe De Lora Méndez
Mi despedida al Padre
Miguel José Vásquez Contreras, msc.
(Grupo de Oración Los Amigos de Jesús, Parroquia
Divino Niño Jesús, Las Praderas S.D.)
Hermanos
todos de una comunidad cristiana que vive el Evangelio de Jesús, con gozo y
alegría a través del perdón, la oración, la fraternidad, la misericordia y el
amor.
Resulta
muy difícil en estos momentos en que nos sobrecoge la tristeza, hablar del
Padre Miguel José, el “Pequeño”, como todos le llamábamos, en contraposición a
la grandeza humana y espiritual que integraba su vida.
Conocí
al P. Miguel, a principios del año 2000, en un Taller de Cristología en el
Monte de Oración, cuando nos presentó a Jesús como el Hijo del Hombre, el Hijo
de Dios, el Mesías, el Maestro, el Amigo, el Salvador y otras tantas formas de
llamarlo, en la coincidencia de que en todos estos Jesús existe la misma
frontalidad: el amor, el perdón, la solidaridad, la comprensión, la compasión, la
justicia y la verdad.
Ese
Jesús que conocimos a través de este retiro, fue un punto de inflexión en mi
vida de fe y estoy segura que en la de muchas personas, inspirándonos a conocer
y gustar de este personaje, que da fundamento a la fe cristiana para
transformar la dimensión personal y comunitaria del ser humano, llamado a vivir
el amor fraterno y el servicio mutuo, haciendo presente el rostro de Dios para
dar alivio a las miserias humanas.
Gracias
a esa pasión por el conocimiento en el Cristo que sustentaba su espiritualidad,
podíamos hablar con el Padre Miguel José de las verdades profundas de la fe,
para fortalecernos en el conocimiento de los dogmas y conceptos litúrgicos, la
fundamentalidad de nuestra Iglesia, y sobre todo la respuesta material y
espiritual del hombre a través de los siglos, ante la inmensidad de la
Creación, la Verdad y los Misterios de la existencia humana.
En
el último taller que nos impartió al
Grupo Los Amigos de Jesús, navegamos en
aguas profundas sobre el tema de la escatología, la plenitud de los tiempos, la
venida del Hijo del Hombre, y el Juicio Final, como una exhortación para no
distraernos y dejar de buscar en este
mundo una ciudad permanente, recordando
que “el final de los tiempos es la
realidad más incierta del hombre, la que
puede llegar en medio de la normalidad o no, por lo que debemos mantener
la vigilancia con una actitud adecuada”.
Hace
apenas un año vivimos y discutimos estos conceptos teológico-cristianos con la
intención de distinguir el llamado, la revelación progresiva y dinámica de este
llamado y calificar la solidez de la etapa de la fe que decidimos vivir y
practicar, como camino permanente hacia la plenitud de los tiempos, fundamento
de la esperanza cristiana.
Todos
estos comentarios los hacemos en razón, de que, en la vida del P. Miguel José,
no hubo brechas para detenerse o desviarse del camino que le llevó al final de
su tiempo, ante la impresionante y real presencia de Jesucristo, en plena
celebración del memorial de la Eucaristía. El servicio, el estudio, la oración,
la solidaridad, el trabajo, el acompañamiento, eran el combustible que le dio
la energía para avanzar en este camino.
Ayer
me contaba una de las empleadas de la Casa Provincial, que él le había
preguntado si tenía vivienda, y ante la negativa de la empleada, al día
siguiente se sentó con ella a llenarle los formularios correspondientes para tramitar
la solicitud por ante las entidades competentes. A todos quería ayudar, con todos quería
cumplir, a todos le quería extender los brazos que, por ser algo cortos, le
obligaban a redoblar los esfuerzos, el tiempo y el espacio, pero finalmente satisfecho
de haber servido con amor e integridad.
De verdad no tenía límites.
Tendré
siempre que agradecer al sacerdote, al pastor, al amigo, al hermano que me
alentó y apoyó en la osadía de escribir las memorias del P. Lucas Lafleur,
responsabilizándose hasta la revisión final para la edición de este libro. A propósito, leyendo lo que el padre Lucas
comenta en estas memorias sobre el Padre Miguel José, como relevo generacional
de los Misioneros del Sagrado Corazón, hago referencia a dicho párrafo: “El P. Miguel José Vásquez, a quien llamamos
cariñosamente el pequeño, porque al igual que yo es bajo de estatura, tiene una
extraordinaria preparación en Teología y de manera especial en Cristología. Realizó
estudios de Teología Dogmática, en la Universidad Católica Gregoriana de Roma.
Es actual director de la Revista Amigo del Hogar y vicario de las Parroquia
Divino Niño Jesús de Las Praderas y Nuestra Señora del Sagrado Corazón de Los
Prados. Además, es acompañante en la formación de religiosos para optar al
sacerdocio en la Casa de Formación MSC, ubicada en Los Prados. La sencillez y humildad de este hombre lo
hacen grande ante mis ojos, lo que me lleva a sentir por él, una gran
admiración.”
Para
despedirnos del Padre Miguel José, debemos inclinarnos ante su estatura humana
y espiritual, ante la dimensión de un misionero cuya pasión fue Jesucristo, y
aunque nos deja un vacío difícil de llenar por la separación física, también
nos deja un legado de enseñanzas liberadoras para caminar de mano de la
esperanza y consolidar la fe que nos lleve a un encuentro pleno con Jesús.
El tránsito del Padre Miguel José a la
Casa del Padre, sea signo de fortaleza y esperanza para sus familiares, sus
hermanos de comunidad, y todos los que le acompañamos en este paso terrenal, para
seguir junto a él tras las huellas de Jesús, ya que la misión del cristiano es
avanzar haciendo las transformaciones necesarias hasta alcanzar la plenitud de
los tiempos.
Hasta
siempre P. Miguel José Vásquez, MSC
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