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    jueves, 16 de septiembre de 2021

    Mi despedida al Padre Miguel José Vásquez Contreras, msc.


    Testimonio | Guadalupe De Lora Méndez

     


    Mi despedida al Padre Miguel José Vásquez Contreras, msc.

    (Grupo de Oración Los Amigos de Jesús, Parroquia Divino Niño Jesús, Las Praderas S.D.)

     

    Hermanos todos de una comunidad cristiana que vive el Evangelio de Jesús, con gozo y alegría a través del perdón, la oración, la fraternidad, la misericordia y el amor.

     

    Resulta muy difícil en estos momentos en que nos sobrecoge la tristeza, hablar del Padre Miguel José, el “Pequeño”, como todos le llamábamos, en contraposición a la grandeza humana y espiritual que integraba su vida.

     

    Conocí al P. Miguel, a principios del año 2000, en un Taller de Cristología en el Monte de Oración, cuando nos presentó a Jesús como el Hijo del Hombre, el Hijo de Dios, el Mesías, el Maestro, el Amigo, el Salvador y otras tantas formas de llamarlo, en la coincidencia de que en todos estos Jesús existe la misma frontalidad: el amor, el perdón, la solidaridad, la comprensión, la compasión, la justicia y la verdad.

     

    Ese Jesús que conocimos a través de este retiro, fue un punto de inflexión en mi vida de fe y estoy segura que en la de muchas personas, inspirándonos a conocer y gustar de este personaje, que da fundamento a la fe cristiana para transformar la dimensión personal y comunitaria del ser humano, llamado a vivir el amor fraterno y el servicio mutuo, haciendo presente el rostro de Dios para dar alivio a las miserias humanas.

     

    Gracias a esa pasión por el conocimiento en el Cristo que sustentaba su espiritualidad, podíamos hablar con el Padre Miguel José de las verdades profundas de la fe, para fortalecernos en el conocimiento de los dogmas y conceptos litúrgicos, la fundamentalidad de nuestra Iglesia, y sobre todo la respuesta material y espiritual del hombre a través de los siglos, ante la inmensidad de la Creación, la Verdad y los Misterios de la existencia humana.

     

    En el  último taller que nos impartió al Grupo Los Amigos de Jesús, navegamos  en aguas profundas sobre el tema de la escatología, la plenitud de los tiempos, la venida del Hijo del Hombre, y el Juicio Final, como una exhortación para no distraernos y dejar de  buscar en este mundo una ciudad permanente,  recordando que el final de los tiempos  es la realidad más  incierta del hombre,  la que   puede llegar en medio de la normalidad o no, por lo que debemos mantener la vigilancia con  una actitud adecuada”.

     

    Hace apenas un año vivimos y discutimos estos conceptos teológico-cristianos con la intención de distinguir el llamado, la revelación progresiva y dinámica de este llamado y calificar la solidez de la etapa de la fe que decidimos vivir y practicar, como camino permanente hacia la plenitud de los tiempos, fundamento de la esperanza cristiana.

     

    Todos estos comentarios los hacemos en razón, de que, en la vida del P. Miguel José, no hubo brechas para detenerse o desviarse del camino que le llevó al final de su tiempo, ante la impresionante y real presencia de Jesucristo, en plena celebración del memorial de la Eucaristía. El servicio, el estudio, la oración, la solidaridad, el trabajo, el acompañamiento, eran el combustible que le dio la energía para avanzar en este camino.

     

    Ayer me contaba una de las empleadas de la Casa Provincial, que él le había preguntado si tenía vivienda, y ante la negativa de la empleada, al día siguiente se sentó con ella a llenarle los formularios correspondientes para tramitar la solicitud por ante las entidades competentes.  A todos quería ayudar, con todos quería cumplir, a todos le quería extender los brazos que, por ser algo cortos, le obligaban a redoblar los esfuerzos, el tiempo y el espacio, pero finalmente satisfecho de haber servido con amor e integridad.  De verdad no tenía límites.

     


    Tendré siempre que agradecer al sacerdote, al pastor, al amigo, al hermano que me alentó y apoyó en la osadía de escribir las memorias del P. Lucas Lafleur, responsabilizándose hasta la revisión final para la edición de este libro.  A propósito, leyendo lo que el padre Lucas comenta en estas memorias sobre el Padre Miguel José, como relevo generacional de los Misioneros del Sagrado Corazón, hago referencia a dicho párrafo: “El P. Miguel José Vásquez, a quien llamamos cariñosamente el pequeño, porque al igual que yo es bajo de estatura, tiene una extraordinaria preparación en Teología y de manera especial en Cristología. Realizó estudios de Teología Dogmática, en la Universidad Católica Gregoriana de Roma. Es actual director de la Revista Amigo del Hogar y vicario de las Parroquia Divino Niño Jesús de Las Praderas y Nuestra Señora del Sagrado Corazón de Los Prados. Además, es acompañante en la formación de religiosos para optar al sacerdocio en la Casa de Formación MSC, ubicada en Los Prados. La sencillez y humildad de este hombre lo hacen grande ante mis ojos, lo que me lleva a sentir por él, una gran admiración.”

     

    Para despedirnos del Padre Miguel José, debemos inclinarnos ante su estatura humana y espiritual, ante la dimensión de un misionero cuya pasión fue Jesucristo, y aunque nos deja un vacío difícil de llenar por la separación física, también nos deja un legado de enseñanzas liberadoras para caminar de mano de la esperanza y consolidar la fe que nos lleve a un encuentro pleno con Jesús.

     

    El tránsito del Padre Miguel José a la Casa del Padre, sea signo de fortaleza y esperanza para sus familiares, sus hermanos de comunidad, y todos los que le acompañamos en este paso terrenal, para seguir junto a él tras las huellas de Jesús, ya que la misión del cristiano es avanzar haciendo las transformaciones necesarias hasta alcanzar la plenitud de los tiempos.

     

     Hasta siempre   P. Miguel José Vásquez, MSC

     

     

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