Reflexión | Diego López, LC/Z
El peligro de ser cristianos dormidos y en sillón y qué hacer
para no caer en ello, según el Papa
El
Papa Francisco, en el Ángelus de este domingo, habló sobre varios peligros de
la vida espiritual como la mediocridad o la tristeza, y ofreció varios remedios
como la vigilancia y la oración.
En
el saludo dirigió unas palabras paternales hacia los emigrantes que sufren y
pierden tantas veces la vida. A continuación, ofrecemos el Ángelus íntegro. Los
títulos son añadidos de la redacción de esta agencia.
1)
Esperarlo con alegría incluso en medio de las tribulaciones
El
Evangelio de la Liturgia de hoy, primer domingo de Adviento, es decir, el
primer domingo de preparación para Navidad, nos habla de la venida del Señor al
final de los tiempos. Jesús anuncia acontecimientos desoladores y
tribulaciones, pero precisamente en este punto nos invita a no tener miedo.
¿Por qué? ¿Porque todo irá bien? No, sino porque Él vendrá. Jesús regresará,
Jesús vendrá, lo ha prometido. Dice así: “Tengan ánimo y levanten la cabeza,
porque está por llegarles la liberación” (Lc 21,28). Es bueno escuchar esta
palabra de aliento: animarse y alzar la cabeza, porque precisamente en los
momentos en que todo parece acabado, el Señor viene a salvarnos; esperarlo con
alegría incluso en medio de las tribulaciones, en las crisis de la vida y en
los dramas de la historia. Esperar al Señor. Pero, ¿cómo levantar la cabeza,
cómo no dejarse absorber por las dificultades, los sufrimientos y las derrotas?
Jesús nos muestra el camino con una fuerte llamada: «Estén atentos para que sus
corazones no se agobien […]. Estén atentos orando en todo momento» (vv. 34,
36).
2)
El peligro del cristiano adormecido
“Estén
atentos”, la vigilancia. Detengámonos en este importante aspecto de la vida
cristiana. De las palabras de Cristo observamos que la vigilancia está ligada a
la atención: estén atentos, vigilen, no se distraigan, es decir, ¡estén
despiertos! La vigilancia significa esto: no permitas que tu corazón se vuelva
perezoso y que tu vida espiritual se ablande en la mediocridad. Ten cuidado
porque se puede ser «cristiano adormecido» —y nosotros lo sabemos: hay tantos
cristianos adormecidos, cristianos anestesiados por la mundanidad espiritual—
cristianos sin ímpetu espiritual, sin ardor en la oración, que rezan como
papagayos, sin entusiasmo por la misión, sin pasión por el Evangelio.
Cristianos que miran siempre hacia adentro, incapaces de mirar el horizonte. Y
esto nos lleva a «dormitar»: a seguir con las cosas por inercia, a caer en la
apatía, indiferentes a todo menos a lo que nos resulta cómodo. Y esta es una vida
triste, andar así… no hay felicidad allí.
3)
El peligro del cristiano “en el sillón”
Necesitamos
estar atentos para no arrastrar nuestros días a la costumbre, para no ser
agobiados —dice Jesús— por las cargas de la vida (cf. v. 34). Los afanes de la
vida nos pesan. Hoy, pues, es una buena oportunidad para preguntarnos: ¿qué
pesa en mi corazón? ¿Qué es lo que pesa en mi espíritu? ¿Qué me hace sentarme
en el sillón de la pereza? Es triste ver cristianos “en el sillón”.
¿Cuáles
son las mediocridades que me paralizan, los vicios, cuáles son los vicios que
me aplastan contra el suelo y me impiden levantar la cabeza? Y con respecto a
las cargas que pesan sobre los hombros de los hermanos, ¿estoy atento o soy
indiferente? Estas preguntas nos hacen bien, porque ayudan a guardar el corazón
de la acedia. Pero, padre, ¿qué es la acedia? Es un gran enemigo de la vida
espiritual, también de la vida cristiana. La acedia es esa pereza que nos sume,
que nos hace resbalar, en la tristeza, que nos quita la alegría de vivir y las
ganas de hacer. Es un espíritu negativo, es un espíritu maligno que ata al alma
en el letargo, robándole la alegría. Se comienza con aquella tristeza, se
resbala, se resbala, y nada de alegría. El Libro de los Proverbios dice:
«Guarda tu corazón, porque de él mana la vida» (Pr 4,23). Guarda tu corazón:
¡eso significa estar atento, vigilar, estar atento! Estén atentos, guarda tu
corazón.
4)
El remedio: la vigilancia en la oración
Y
añadamos un ingrediente esencial: el secreto para ser vigilantes es la oración.
Porque Jesús dice: «Estén atentos orando en todo momento» (Lc 21,36). Es la
oración la que mantiene encendida la lámpara del corazón. Especialmente cuando
sentimos que nuestro entusiasmo se enfría, la oración lo reaviva, porque nos
devuelve a Dios, al centro de las cosas. La oración despierta el alma del sueño
y la centra en lo que importa, en el propósito de la existencia. Incluso en los
días más ajetreados, no descuidemos la oración. Ahora estaba viendo, en el
programa “A su imagen”, una bella reflexión sobre la oración: nos ayudará
verla, nos hará bien. La oración del corazón puede ayudarnos, repitiendo a
menudo breves invocaciones. En Adviento, acostumbrémonos a decir, por ejemplo:
«Ven, Señor Jesús». Solo eso, pero decirle: “Ven, Señor Jesús”. Este tiempo de
preparación para Navidad es hermoso: pensemos en el pesebre, pensemos en la
Navidad, y digamos con el corazón: “Ven, Señor Jesús, ven”. Repitamos esta
oración a lo largo del día y el ánimo permanecerá vigilante. “Ven, Señor
Jesús”: es una oración que podemos repetirla tres veces, todos juntos. “Ven,
Señor Jesús”, “Ven, Señor Jesús”, “Ven, Señor Jesús”.
Y
ahora recemos a la Virgen: ella, que esperó al Señor con un corazón vigilante,
nos acompañe en el camino del Adviento.
5)
Un mensaje paternal para los emigrantes
Ayer
me reuní con miembros de asociaciones y grupos de migrantes y de personas que,
con espíritu de fraternidad, comparten su camino. ¡Están aquí en la plaza, con
esa gran bandera! Bienvenidos. Pero cuántos migrantes —pensemos en esto—,
cuántos migrantes están expuestos, incluso en estos días, a peligros muy
graves, y cuántos pierden la vida en nuestras fronteras. Me duelen las noticias
de la situación en la que se encuentran tantos de ellos: de los que murieron en
el Canal de la Mancha; de los que están en las fronteras de Bielorrusia, muchos
de los cuales son niños; de los que se ahogan en el Mediterráneo. Mucho dolor
al pensar en ellos. De los que son repatriados al norte de África, capturados
por los traficantes, que los convierten en esclavos: venden a las mujeres,
torturan a los hombres… De los que, también esta semana, han intentado cruzar
el Mediterráneo buscando una tierra de bienestar y encontraron allí, en cambio,
una tumba; y de tantos otros. A los migrantes que se encuentran en estas
situaciones de crisis les aseguro mi oración, y también mi corazón: sepan que
estoy cerca de ustedes. Rezar y obrar.
Doy
las gracias a todas las instituciones, tanto de la Iglesia Católica como de
otros lugares, especialmente a las agencias nacionales de Cáritas y a todos los
que se comprometen a aliviar su sufrimiento. Renuevo mi más sincero llamamiento
a quienes pueden contribuir a resolver estos problemas, especialmente a las
autoridades civiles y militares, para que el entendimiento y el diálogo se
impongan finalmente a cualquier tipo de instrumentalización y orienten sus
voluntades y esfuerzos hacia soluciones que respeten la humanidad de estas
personas. Pensemos en los migrantes, en su sufrimiento, y recemos en silencio.
Publicado
por Zenit
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