Reflexión | Mateo González Alonzo/VN
¿Qué futuro le espera a la vida consagrada?
Los
abandonos
La
vida religiosa afronta de manera continua las desafecciones de algunos de sus
miembros. A las disminuciones que se provocan debido a los fallecimientos –y la
pandemia ha sido especialmente dura en algunos casos–, las congregaciones
sufren un continuo goteo de quienes, ya sean profesos temporales o perpetuos,
cuelgan los hábitos o entran en algún proceso especial de discernimientos
que los lleva fuera de la comunidad.
Ante
tanta diversidad de carismas, las cifras son complejas y cuando llegan al
Vaticano los procesos están prácticamente cerrados. Aun así, la Congregación
para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica,
publicaba por primera vez en 2012 que en los últimos cinco años se habían
concedido 11.805 dispensas de votos entre indultos para dejar la orden,
dimisiones, secularizaciones ‘ad experimentum’ e incorporaciones de sacerdotes
religiosos a una diócesis. Las cifras, que ha rescatado la agencia Zenit en
estos días, dejan un promedio de 2.361 dispensas al año. Por su parte, la
Congregación para el Clero, concedió 1.188 dispensas de las obligaciones
sacerdotales y 130 dispensas del diaconado a religiosos. Todo sumado, según los
datos de 2012 –y han pasado 10 años ya–, implica que, por cada 1.000
religiosos, 2,54 dejan la vida religiosa.
La
fidelidad
La
realidad no parece haber mejorado. Así lo muestran las orientaciones que ha
publicado la congregación pontificia bajo el título “El don de la fidelidad”.
En la primera parte del documento, en el que se trata de poner de manifiesto el
mensaje que envía la propia realidad de los abandonos se repasan algunas de las
causas de estos procesos como son la fragmentación, la sociedad líquida, la
falta de empatía, el “alejamiento del drama humano”, una visión superficial de
la vida, las incertidumbres del futuro de los institutos frente a su carácter
profético de los orígenes, el individualismo, el espiritualismo, la
cerrazón en los propios “pequeños mundos”, la dependencia, el dogmatismo, el
pesimismo, el refugio en las normas, el culto a la eficacia de la sociedad, la
tentación de la supervivencia a cualquier precio…
Además
de las causas, podríamos decir, objetivas de este fenómeno; institucionalmente
se puede estar dando, denuncia el texto, una inadecuada valoración de las
dificultades que los propios religiosos están teniendo. Ante ello, la
orientaciones invitan a fortalecer todos los procesos relacionados con la
construcción de la propia identidad; a reforzar de forma clara, central y
explícita las opciones de fe y el papel de esta en la vida del consagrado; a no
minusvalorar el modo de entender y vivir el celibato y la forma de canalizar
toda la vida afectiva para que esta sea sana y equilibrada; a enfocar la regla
desde las opciones fundamentales, evitando personalidades quemadas por vivir en
una sinrazón; a no desdeñar las relaciones interpersonales y luchar contra
la soledad; a gestionar la misión y la vida comunitaria y la inmersión del
mundo digital o la relación con los propios bienes y el poder…
El
discernimiento
¿Con
todos estos factores es posible vivir la fidelidad? El amplio documento de
orientaciones invita a un serio discernimiento entre las exigencias de la
vocación a la especial consagración y el mundo presente. Un discernimiento
compartido y a varias bandas para que realmente la Palabra de Dios ilumine
aspectos claves en la vida de un religioso o una religiosa como son la
libertad responsable, las decisiones vitales irrevocables o la fidelidad
dinámica. En todo esto, la comunidad es algo más que un espacio común de
trabajo o de residencia… es el auténtico sujeto del acompañamiento mutuo.
Afirma el texto que “sin una buena vida fraterna, el acompañamiento espiritual
persona está expuesto a muchos riesgos. Y siempre está al acecho la caída
en una relación intimista, sin espacios reales de comunidad en los que se
cuenta al otro aquello que deberíamos ser, pero no lo que realmente somos. La
perspectiva de una vida común, entendida como ‘schola amoris’, nos lleva a
centrarnos en los que puede convertirse, de forma realista, en una ocasión de
crecimiento y de cambio” (núm. 59). Más allá de esto, el documento insiste en
desarrollar un estilo acogedor y en centrar las decisiones en Dios.
La
vida consagrada del siglo XXI –y no solo en los contextos occidentales– vive un
camino de purificación y, seguramente, de redimensionamiento. Ya sea por los
números, los errores y abusos del pasado, la sociedad en la que vive o los
retos una misión cada vez más compleja… le toca resurgir desde su
autenticidad y su esencia carismática purgando los apegos del tiempo o de los espacios.
Frente a los broncos escenarios institucionales que quedan tras una salida
llena de pifias y medias verdades… queda el silencio elocuente de quien solo es
un mero buscador de Dios.
Publicado
por Vida Nueva
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Promueve el diálogo y la comunicación usando un lenguaje sencillo, preciso y respetuoso...