Reflexiones | Telésforo Isaac
Cuaresma, cuarenta
días emblemáticos para los fieles cristianos
La Cuaresma es un lapso en que
los cristianos se dedican a la observancia de retiros, ejercicios espirituales,
ayuno y oración; recordando en algo, los cuarenta días de lluvia del diluvio
universal; los cuarenta años de los israelitas en el desierto; el viaje del
profeta Elías de cuarenta días hasta el monte Horeb; e igualmente los cuarenta
días de Jesús en el desolado lugar de las tentaciones.
Debemos tomar el tiempo de la
Cuaresma para hacer introspección de nuestras almas, examinar la conciencia,
ordenar la mente, escudriñar las acciones del pasado y decidir las normativas
que regirán la conducta del presente, con el compromiso de seguir adelante,
cimentando lo bueno y fortaleciendo las virtudes.
La estación litúrgica de la
Cuaresma comienza el Miércoles de Ceniza y termina el jueves de la Semana
Santa; es tiempo propicio para estudiar cómo alcanzar el estado más elevado de
espiritualidad, cómo lograr los deseos y metas, para satisfacer mejor la
vocación de amar y servir a Dios, al prójimo y a uno mismo. Este período -de
acercamiento a Dios y de introspección- nos faculta para hacer diagnóstico del
procedimiento efectivo de la inteligencia emocional y las posibles
consecuencias del cumplimiento puntual de las virtudes de la fe, la esperanza y
el amor.
En la Biblia, el retiro a un
lugar apartado equivale a un tiempo de prueba y tentaciones en que los malos
deseos deben tornarse en anhelos y metas positivas; la soberbia debe
transformarse en humildad y el “ser viejo” debe morir, para dar paso a una “nueva
criatura”, transfigurada y revestida de espiritualidad, de virtudes, de
moralidad y de mansedumbre. Durante los tres primeros siglos del cristianismo,
el período de enfoque e intensidad espiritual que hoy conocemos como Cuaresma,
era sólo de dos o tres días previos a la celebración Pascual de la
Resurrección. Los candidatos o catecúmenos hacían ejercicios espirituales con
mucha vehemencia antes de su bautismo, lo cual se efectuaba la víspera del
Domingo de la Resurrección.
La primera mención de la Cuaresma,
como tiempo de ayuno, oración y preparación pre-bautismal, ocurrió en el
Concilio de Nicea, en el año 325 d.C. Su origen –seguramente- se debió a la
reminiscencia de cuatro acontecimientos narrados en la Santa Biblia: 1) El
diluvio, cuando “por decisión de Dios de terminar la mucha violencia en el
mundo llovió cuarenta días y cuarenta noches sobre la tierra.” (Génesis 6:13)
(Génesis 7:12). 2) Los cuarenta años que duró el éxodo del pueblo hebreo en su
peregrinación a la tierra prometida (Éxodo 24:18). 3) El peregrinaje de Elías
al Monte Horeb, que duró cuarenta días y cuarenta noches, (1 Reyes 19:8) y 4)
los cuarenta días de Jesús en el desierto de las tentaciones después de su
bautismo en el Río Jordán. (Mateo 4:2). (Es de notar que cuarenta (40) para los
hebreos significa un largo tiempo y no, necesariamente, días o años contados).
En los primeros tiempos las estrictas observaciones durante la Cuaresma se
fueron incrementando a través de los años.
Se establecieron muchas
costumbres y prácticas además del ayuno, oración y dar limosna. Algunas de las
tradiciones formaban parte del ritual de la liturgia: el Aleluya, Gloria
in Excelsis Deo, y las antífonas de alabanzas no se usaban en las
conmemoraciones, celebraciones eucarísticas u otros oficios religiosos. No se
celebraban matrimonios, ni fiestas bailables, ni se cantaba o tocaba música
secular. La costumbre era abstenerse de comer carne roja, huevos y lácteos, los
miércoles y especialmente los viernes.
A partir del siglo IX, hubo algo
de relajamiento de estas estrictas restricciones y ya con la Reforma
Protestante del siglo XVI, muchas de estas prácticas y costumbres fueron
ignoradas y a veces burladas por algunos cristianos; pero todavía hay residuos
de esas tradiciones. A fines del pasado siglo XX, la mayoría de las prácticas
piadosas que los cristianos venían observando durante la Cuaresma, fueron
ignoradas o relevadas por diversas actividades. Muchas no tienen relación con
la fe y la práctica religiosa. Por el contrario, son fiestas seculares, bacanales,
paseos, excursiones turísticas, u oportunidad para descansar, visitar a
familiares o lugares de origen.
A pesar de los cambios y
relajamiento de las tradiciones y costumbres de ayunar, orar y hacer actos de
benevolencia, la Cuaresma es tiempo de introspección y espacio para ponderar en
la vida de Jesucristo, su ministerio, su acción redentora, y la esperanza que
Él nos ofrece tener vida abundante ahora y siempre.
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