Espiritualidad | Alcedo A. RamÃrez
Prevenir
y vencer las tentaciones
En
esta primera semana de la Cuaresma, luego del Miércoles de Cenizas, llegamos al
Primer Domingo de Cuaresma, en el cual se nos presenta la imagen acogedora del EspÃritu
de Dios, que empuja a Jesucristo al
desierto, luego de que El Padre lo proclamara su Hijo Amado, y en el que
estuvo cuarenta dÃas, con sus noches, para afianzar su misión a través de las
oraciones, al final de los cuales tuvo hambre y sed, lo que aprovechó el
demonio para tentarlo tenazmente, sin importar su naturaleza divina.
Esta
narración nos ayuda a resaltar el hecho de que en la vida terrenal hay una
lucha permanente entre las debilidades y las fortalezas de las personas y de
las sociedades, por lo que existe una tensión
permanente entre el bien y el mal, el EspÃritu y Satanás. Si bien se nos
presenta claramente al demonio tentando a Jesús, no menos cierto es que Dios
también está presente, a través de su EspÃritu, que lo acompaña y fortalece en
todo el drama vivido. Lo mismo nos ocurre a nosotros en nuestras vidas y en las
tentaciones a que somos sometidos por el mismo demonio, de manera pertinaz y
mediante actores sutiles diferentes.
Aunque
nuestro Señor Jesucristo es el Hijo de Dios, el demonio no tuvo miramiento
alguno para tentarlo y hacerle caer en sus redes diabólicas, ya que también
Jesús es verdadero hombre, con igual naturaleza humana que nosotros, pero si
mancha de pecado original. Pero de la misma manera que Jesús no cayó en los
lazos sutiles y atractivos del diablo, asà nosotros también podemos prevenir y vencer las tentaciones,
siempre y cuando usemos las mismas herramientas y armas que Nuestro Señor empleó
para salir airoso de este ataque despiadado y tentador.
En
primer lugar, Jesús fue bautizado y recibió la Gracia y la Fortaleza del
EspÃritu Santo, antes de internarse en el desierto para sus momentos de oración
y retiro. Es decir, primero Nuestro Señor buscó la protección del Santo
EspÃritu, a fin de estar bien protegido para poder enfrentar y vencer los
embates del enemigo. Por más que creamos que somos fuertes y resistentes, jamás
podremos vencer el demonio solo con nuestras propias fuerzas. Es imprescindible
la ayuda del AltÃsimo, si queremos salir triunfantes de todas las zancadillas
que nos ponen Santanas a lo largo de nuestras vidas. Si estamos bautizados y protegidos por el EspÃritu
Santo, podemos tener la seguridad de que vamos a recibir su ayuda inmediata
y efectiva al momento de vivir las tentaciones y las fuerzas necesarias para
vencer dichas tentaciones, no importan su origen y su intensidad.
Una
vez superadas estas primeras tentaciones diabólicas, con la seguridad que nos
pueden proporcionar estas victorias iniciales, tenemos que prestar mayor
atención a las nuevas tentaciones que
nos va a presentar el demonio, ya que seguro va a usar gran astucia como
tentador experimentado, a fin de poder vencer nuestra resistencia mediante el engaño
con comerciantes del dinero, del placer y del poder, mujeres atractivas,
polÃticos corruptos y otros artilugios que pueden dar al traste con nuestras
falsas seguridades y protecciones, poniéndonos a merced de estas tentaciones.
Entonces,
con el paso del tiempo y nuestra oración diaria y permanente, viene el tiempo
en que tenemos que estar atentos a las
tentaciones del demonio cuando nos sobrevengan periodos de cansancio y tedio,
en los que nos fallan nuestras fuerzas vitales y la voluntad de nuestro ánimo,
porque es cuando más nos pueden hacer daño las tentaciones seductoras del
diablo. Aquà es necesario e imprescindible recurrir a las Sagradas Escrituras,
para que las mismas nos ofrezcan el camino a seguir para prevenir y vencer
dichas tentaciones. Asà lo hizo Cristo, y asà debemos hacerlo nosotros, ya que
es un camino conocido y seguro.
Finalmente, tenemos que recordar que la tentación no es un juego, sino algo muy serio y peligroso, que puede hacernos caer en pecados graves, pero que no es una condena a priori, aunque muchas veces sucumbamos a sus avances. Como tenemos la certeza de que el EspÃritu Santo nos acompaña antes y durante dichas tentaciones, para poder hacer nacer en nosotros las fuerzas necesarias y la orientación correcta que nos ayudan a vencer estas tentaciones, triunfar en nuestras luchas con el demonio, a la vez que nos proporciona la sabidurÃa suficiente para guiarnos por el camino correcto en el curso de nuestra historia personal, comunitaria y social.
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