Espiritualidad | Pedro Barrado/VN
¿Visita Dios a su pueblo?
La
pandemia ha obligado a cambiar algunos de los usos eucarísticos, como el del
gesto de la paz. Por circunstancias que no vienen al caso, el pasado
domingo tuve que celebrar la eucaristía en una parroquia distinta de aquella a
la que voy habitualmente. Y hubo un detalle de la celebración que me
sorprendió: a la hora de la comunión, los fieles no tuvimos que acercarnos al
altar según un determinado orden, sino que fue el cura que presidía la
celebración el que fue pasando por los bancos y repartiendo la comunión a
aquellos que lo deseaban.
Cristo
acercándose
Después
de un rato, comprendí que la “innovación” litúrgica resultaba enormemente
interesante, dado que en el gesto se podía descubrir un evidente sentido
simbólico. En efecto, acercarse a comulgar tiene el valor “gráfico” de hacer
visible cómo la persona busca al Señor, haciendo de su vida una auténtica
peregrinación. Y esto, naturalmente, es valioso. Pero el hecho de que el cura
se acerque al fiel con la eucaristía tiene el valor simbólico de “ver” a
Cristo acercándose a las personas. De este modo, para el que quiera verlo,
volveríamos a presenciar algo parecido a la escena de los discípulos de Emaús:
“Aquel mismo día, dos de ellos iban caminando a una aldea llamada Emaús,
distante de Jerusalén unos sesenta estadios; iban conversando entre ellos de
todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona
se acercó y se puso a caminar con ellos…” (Lc 24,13-15).
Blaise
Pascal, hablando de la búsqueda de Dios por parte del ser humano, dice en sus
‘Pensamientos’: “Consuélate, no me buscarías si no me hubieras encontrado” (n.
553). Es verdad, pero teniendo en cuenta que el encuentro con Dios –o con
Cristo– siempre tiene un primer paso, que no es precisamente el del ser humano.
Es lo que, en la tradición bíblica, se conoce como las “visitas” de Dios a su
pueblo. Así, dice Moisés al recoger los huesos de José en Egipto que “este
había hecho jurar solemnemente a los hijos de Israel, diciendo: ‘Ciertamente os
visitará Dios, y entonces llevaréis de aquí mis huesos con vosotros’” (Ex
13,19). Y en el tercer evangelio, ante la resurrección del hijo de la viuda de
Naín, todos los presentes, “sobrecogidos de temor, daban gloria a Dios,
diciendo: ‘Un gran profeta ha surgido entre nosotros’, y ‘Dios ha visitado a su
pueblo’” (Lc 7,16).
Publicado
por Vida Nueva
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