Fe y Vida | Andrés
Martínez Esteban
¿¡Salvación!?
¡¿Qué salvación?!
Tras el encuentro entre Jesús y el joven rico, el
maestro hace unas afirmaciones que sorprenden a los discípulos, lo que provocó
que Pedro preguntase: «Entonces, ¿quién se puede salvar?» (Lc 18, 18-27).
Si hoy hiciéramos esta misma pregunta, ¿qué
respondería la gente encuestada? Me imagino que dirían algo así: «Salvarse, ¿de
qué? ¿de la pandemia, de la crisis económica, del paro, de la guerra…?».
Es indudable que vivimos en un mundo secularizado,
sin referencia trascendente, que considera que se basta a sí mismo para
salvarse de cualquier cosa, problema y situación que le pueda sobrevenir, como
afirmó el escritor Yuval Noah Harari, icono de la posmodernidad y autor de
grandes éxitos como Sapiens u Homo Deus, en un artículo publicado en El Confidencial (26-04-2020):
«No necesitamos esperar la segunda venida de Cristo para vencer a la muerte. Un
par de científicos en un laboratorio pueden hacerlo».
Además, vivimos en una sociedad plural en la que
nos encontramos ante un mercado de propuestas, religiosas o no, en el que el
cristianismo es una más, y donde, como afirma Ángel Cordovilla, profesor en la
Universidad Pontificia Comillas y autor de este libro, «[…] en
las nuevas formas de religión de la Modernidad se ha producido un proceso de
privatización y de secularización de la salvación». Entonces, ¿cómo proponer la
salvación que presenta el cristianismo como verdadera ante otras o junto a
otras?
A lo largo de estas páginas hay frecuentes
alusiones a la cuestión planteada por san Anselmo en el siglo XI: Cur Deus homo. Una pregunta que, como muy acertadamente
pone de manifiesto, ha perdido actualidad y se ha vuelto problemática, tanto
para la teología como para la transmisión del mensaje revelado. Y, sin embargo,
todo lo que en este libro se explica «[…] tiene que ver con la esencia del
cristianismo, que halla su origen y fundamento en la persona de Jesucristo».
Es cierto que la pregunta sobre Dios en general y
sobre la salvación en particular interesa muy poco o nada, pero no podemos
olvidar que el ser humano, como creatura que es, tiene inscrita en su corazón
una sed de eternidad y felicidad que nada ni nadie finito puede saciar, ni
tampoco nos la podemos dar a nosotros mismos, por mucho que nos empeñemos o que
la ciencia lo intente una y otra vez.
Se podrían destacar muchos de los puntos tratados
en este libro, pero me atrevo a señalar solo dos que pueden resumir todos. El
primero, que Ángel Cordovilla no tiene miedo a hacerse preguntas fundamentales
que están presentes en la cultura contemporánea. El segundo, que propone
argumentos que nos pueden ayudar a una mejor comprensión de lo que es el
cristianismo y, por tanto, a profundizar en aquello que creemos para dar
testimonio de nuestra fe.
La pregunta que Pedro hacía a Jesús está
íntimamente relacionada con otra que hoy, más que nunca, está en la mente de
muchos: ¿Qué podemos esperar? Benedicto XVI quiso responder a esta pregunta
en Spe salvi.
Al tiempo que reconocía todo lo que la ciencia puede aportar, también advertía
de su peligro y hacía una crítica a una forma de entender el cristianismo
excesivamente individualista. Y aseguraba: «El hombre es redimido por el amor
[…]. Cuando uno experimenta un gran amor en su vida, se trata de un momento de
“redención” que da un nuevo sentido a su existencia […]. Si existe este amor
absoluto con su certeza absoluta, entonces –solo entonces– el hombre es
“redimido”, suceda lo que suceda en su caso particular. Esto es lo que se ha de
entender cuando decimos que Jesucristo nos ha “redimido”» (Spe salvi, 26).
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