Nuestra Fe | Paola Calderón Gómez/PC
«Aún nos quedan grandes desafíos»: Obispos ecuatorianos frente
a celebración del Bicentenario
Superar
las diferencias y apelar al diálogo como un camino para solucionar los
problemas sociales y económicos del país, fue una de las invitaciones hechas
por los obispos ecuatorianos en su mensaje por la conmemoración del
Bicentenario de la batalla de Pichincha este 24 de mayo.
Recordando
el aporte diario de sus ciudadanos, los obispos del país andino, indicaron que
la conmemoración del Bicentenario es una oportunidad para hacer memoria de
aquellos hombres y mujeres que soñaron con la libertad. Una ocasión para
agradecer a todos los que de manera valiente han forjado la historia del país.
«Este
Bicentenario nos llena también de alegría y gratitud por nuestra
ecuatorianidad, por aquello que somos, sus sabidurías ancestrales, sus
múltiples tradiciones culturales y religiosas, heredadas de nuestros padres y
que constituyen verdaderos tesoros donde deben nutrirse las jóvenes
generaciones,» indicaron los prelados.
La
memoria histórica
En
el mensaje, los obispos reconocen que la celebración del Bicentenario es un
llamado a no romper con los vínculos de la historia y los valores representados
en el ser, sentir y pensar de los ecuatorianos.
Si
bien reconocen que actualmente hay temas que urge resolver, como la pobreza
extrema, el desempleo, la violencia, la corrupción, el narcotráfico, el racismo
y la falta de tolerancia; el Bicentenario es un tiempo propicio para honrar a
los hombres y mujeres que, durante estos doscientos años, han trabajado por un
Ecuador mejor, desde todos los campos del quehacer cotidiano, como quienes han
luchado en las fronteras resguardado la integridad territorial.
Para
la Iglesia se trata de realidades que deben interpelar a ciudadanos y líderes
políticos a realizar un autoexamen sincero sobre su rol en la búsqueda y la
construcción del bien común. Según los obispos «no se trata solo de enfrentar
en negativo estos asuntos, sino de abrir nuevos caminos y estar abiertos a las
soluciones que no siempre vienen de los expertos«. Teniendo presente que desde
su condición de pastores se encuentran al margen de los rigores de la política
partidista y las rivalidades electorales, desde el ejercicio de su libertad y
los valores democráticos que caracterizan a la sociedad ecuatoriana se sienten
en el deber de invitar a los responsables de las decisiones a defender los
intereses de la población más vulnerable.
La
misión de la Iglesia
Refiriéndose
a los aportes de la Iglesia Católica y de otras confesiones religiosas a la
historia de la nación, recordaron que como institución han sido parte
integrante y relevante en el desarrollo del país, pues a través de sus obras
pastorales, no sólo han sostenido y levantado a muchos hombres y mujeres
agobiados por el peso de la existencia, sino que con el anuncio del Evangelio y
la asistencia espiritual, han trabajado por cumplir con su responsabilidad de
salvaguardar lo humano, garantizando, en muchos lugares y para miles de
personas, los servicios básicos de salud y educación.
Cooperación
que mantendrán porque hace parte de su misión, recordando siempre las palabras
del Papa San Juan Pablo II el 1 de febrero de 1985; es necesario vencer la
indiferencia y «que nadie se sienta tranquilo mientras haya en el Ecuador un
niño sin escuela, una familia sin vivienda, un obrero sin trabajo, un enfermo o
un anciano sin adecuada atención».
Escucha
y discernimiento
Recordando
la invitación del Papa Francisco a caminar juntos, los prelados ecuatorianos
aseguran que es tiempo de asumir una actitud de escucha y discernimiento ante
las diferentes posibilidades con el fin de tomar decisiones que incidan en el
compromiso con una cultura que respete a los diferentes sectores sociales y
proponga una economía capaz respetando las iniciativas privadas y la libertad
en donde toda la sociedad se sienta corresponsable de su presente y futuro.
Mirando
hacia el futuro, los obispos no dudaron en hablar de los grandes desafíos que
tienen como sociedad, pero su reconocimiento no implica abandonar los sueños
por la libertad y la equidad, sino que es una patria donde todos puedan
reconocerse como hermanos. «No hay enemigos que combatir, sino hermanos con los
que tenemos que contar para hacer realidad nuestros sueños,» concluyen.
Publicado
por Prensa Celam
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