Espiritualidad | Miguel A. Munárriz/FA
Nuestro destino es Dios
Lc
24, 46-53
«Y
mientras los bendecÃa, se separó de ellos»
Muchas
personas entienden los relatos de la resurrección como los “hechos” que
acontecieron tras la pasión, y en consecuencia, creen que Jesús se mostró
fÃsicamente vivo tras su muerte y que se elevó fÃsicamente al cielo. En el
extremo opuesto hay personas que consideran pueril este tipo de creencia,
sienten desdén por quienes la profesan y les instan a superarla… pero quizá la
cosa no sea tan sencilla.
Para
cada uno, es verdadera la creencia que le mueve a dar buenos frutos y llena de
sentido su vida —aunque todos los sabios del mundo afirmen que es falsa—. Y es
que lo de Jesús no tiene nada que ver con el conocimiento, la erudición o la
teorÃa, sino con el corazón; no es algo reservado a iniciados, sino abierto a
todos; es lo más anti iniciático que cabe concebir.
Entrando
ya en materia, la lógica nos dice que la muerte es el final del camino, que
todo muere en este mundo y que el ser humano no tiene por qué ser la excepción
a la regla. Heidegger afirma: «Venimos de la “nada de antes” y vamos a la “nada
de después”, y debemos ser capaces de aceptar esta realidad y asumir la
angustia de caminar hacia la nada».
Pero
el evangelio nos ofrece otra perspectiva.
El
texto de hoy constituye —según los expertos— una hermosa profesión de fe de los
Testigos: “Jesús es exaltado al lugar que le corresponde; la diestra del
Padre”. Y lo bueno para nosotros, es que los evangelistas presentan a Jesús
como “persona” y como el “primogénito” que nos muestra que la muerte no es el
final, sino nuestra liberación definitiva del poder del mal; nos invitan a ver
en Jesús la grandeza del ser humano capaz de alcanzar la divinidad.
El
evangelio nos anuncia por tanto que nuestro destino es Dios, aunque en ningún
momento trata de describir la naturaleza del “más allá”... Pero somos curiosos,
nos gusta imaginar lo que nos espera y elaboramos imágenes que nos ayudan a
mantener viva la esperanza. Y asÃ, unos afirman que nuestro destino es
fundirnos con el Todo Universal, otros, gozar eternamente de la presencia de
Dios, y otros, otras cosas.
Pero
a veces confundimos estas imágenes con realidades, ignorando que no existe
soporte alguno para vislumbrar siquiera qué nos espera tras la muerte. Pablo
asà lo entendió y lo expresó de forma genial: «Ni ojo vio, ni oÃdo oyó, ni ha
entrado en el corazón del hombre lo que Dios tiene preparado para los que le aman»
… En esa misma lÃnea podemos recordar un comentario muy coloquial de Ruiz de
Galarreta: «No tengo ni idea de lo que me espera tras la muerte, pero confÃo en
que mi Madre me tenga preparado algo estupendo».
Publicado
por Feadulta.com
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