Para Vivir Mejor | Ángel Cabrero Ugarte/LFI
Paralizados por el móvil
Estar
movilizados podría sonar a que me han puesto en movimiento, me llevan o me
traen. Pero ahora tenemos el efecto contrario con el móvil.
Estamos
paralizados por el móvil. Aparentemente es un medio de comunicación que me
permite estar en muchos sitios, pero la verdad es que me ata. El efecto más
habitual es que me está dominando. Si preguntamos por ahí a cualquiera sobre
esta esclavitud la negarán. “Yo domino perfectamente el aparatito”.
Es
de gran utilidad la experiencia del control. Entrar en la aplicación que nos
dice, con minutos y segundos, el tiempo que hemos dedicado al móvil al cabo del
día. Cuanto, a los wasaps, cuanto, al correo, cuanto a los videos que me ha
enviado no sé quién, cuanto a buscar el tiempo me llevará ir a este sitio, o
cuanto tarda en llegar el bus. Es apabullante. La cantidad de veces que he
utilizado el móvil, el tiempo que he dedicado a este chisme. Horas.
Hace
15 años esas horas las dedicábamos a otros asuntos. Había gente que iba leyendo
en el metro. Llegábamos a casa y estábamos más asequibles para los demás, más
serviciales. Leíamos un buen libro, y al mes empezábamos otro. Teníamos menos
problemas para estar con los hijos. Ahora siento que me atosigan y me impiden
contestar a estas ocho conversaciones abiertas en el wasap, que me interesan
mucho porque están organizando no sé qué cosa…
Y
me han enviado unos videos, de cosas variopintas y casi siempre inútiles. Y me
siento en la obligación de enviarlo a no sé quién, porque le gustará mucho esta
historia o este chiste. Pero es que este otro vídeo dura 10 minutos. Debería
borrarlo sin más, no puedo perder ese tiempo. Pues voy y lo pierdo y, sí, fue
interesante, pero no es algo que me arregle la vida.
Acabo
de llegar a casa y veo que ha entrado ese correo... No me queda más remedio que
leer lo que me dice, porque es una cuestión urgente de trabajo, a ver si
consigo contestar… Y resulta que, en lugar de estar en las cosas de la casa, en
lugar de saludar tranquilamente a los hijos, a mi esposa, pues estoy en el pasillo,
atascado, necesitado de actualizar todas las bobadas -en su momento no las
llamaríamos así- porque si no pensarán que no me interesa.
¿Cuántas
veces te has propuesto terminar con semejantes pérdidas de tiempo? ¿Nunca? Pues
tienes un problema gordo. Has cambiado tu jerarquía de valores. Antes estabas
en lo que hay que estar, ahora estás en simplezas o, al menos, en cuestiones
efímeras que podrían resolverse en un ratillo al final del día, en el caso de
que tuvieras tiempo.
Nos
han estropeado la vida. Y esto sin contar todas esas gentes, con frecuencia
jóvenes e incluso niños, que se dedican a ver frivolidades o, directamente,
pornografía. El sistema, la tecnología, está destrozando la vida de miles y
millones de personas. ¿El sistema o la tecnología es malo en sí mismo? No, pero
ha desviado trágicamente nuestra vida.
Volver
a las prioridades. ¿Qué es lo más importante en mi vida? Hemos de ser capaces
de controlar nuestro tiempo. En la medida en que yo sepa controlar al móvil, en
la medida en que vuelva a dedicar mi día a lo verdaderamente importante, estaré
en condiciones de ayudar a otros. A quienes tengo a mi alrededor. Y me daré
cuenta de que tengo a uno de los hijos en su habitación, con la puerta cerrada,
y no sé si está estudiando o está totalmente perdido.
Y
seré consciente de cuántas cosas estupendas puedo hacer cuanto tengo un rato
tranquilo de descanso. Pero necesito esa conversión, dejar de lado ese mundo
que me esclaviza.
Publicado
por LaFamilia.info (original de Religión Confidencial)
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