Testigos de la Fe | Benedetta Capelli
Semeraro: Mario Ciceri y Armida Barelli,
flores que difunden el perfume de Cristo
En la misa de beatificación, celebrada en Milán, el Prefecto de la
Congregación para las Causas de los Santos recuerda a las dos figuras que crecieron
a la luz de Jesús: Ciceri en la sobriedad de un sacerdocio vivido en un
oratorio, Barelli en una dimensión pública, desde su compromiso con la
universidad hasta el reconocimiento de los derechos de la mujer
Un "Cura de Ars" de la comunidad de Sulbiate, en la provincia
de Monza y Brianza; "una joya" cincelada por Dios. Estas son las
definiciones utilizadas por el Cardenal Marcello Semeraro, Prefecto de la
Congregación para las Causas de los Santos, en la misa de beatificación de Don
Mario Ciceri y Armida Barelli. Dos expresiones de santidad crecidas a la luz de
Cristo, en una vida modelada sobre las huellas de Jesús.
Sandalia de la Iglesia
Don Mario Ciceri trabajó diariamente -explica el Cardenal- para limar
algunas asperezas de su carácter, mostrando en sà mismo una eficaz combinación
de vida espiritual y pastoral, hasta el punto de que todos reconocÃan en él a
un sacerdote que cumplÃa su vocación con celo y fidelidad. Nació el 8 de
septiembre de 1900 en Veduggio, en la provincia de Milán, cuarto de seis hijos.
De niño, su sueño era ser sacerdote, y de hecho se convirtió en sacerdote en
1924. TÃmido, discreto pero atento a las necesidades de su pueblo,
especialmente durante la Segunda Guerra Mundial, se caracterizó por una frase
que solÃa repetir: "El bien hace poco ruido y el ruido hace poco
bien". Murió en 1945 tras un accidente de bicicleta. "Fue un 'ejemplo
para los sacerdotes', afirma Semeraro, que lo describe como 'sandalia de la
Iglesia' porque era 'útil para ayudar, útil para obedecer'.
Para las mujeres y no sólo
Una mujer que dejó "un legado que enriquece verdaderamente las
filas de la vida católica y marcó el camino de la educación moderna de las
jóvenes". Asà es como el Cardenal Semeraro, citando a Montini, define a Armida
Barelli. Fue protagonista de un apostolado que "abarcó varios frentes,
desde la Obra de la Regalidad hasta la Universidad Católica del Sagrado
Corazón". También fue grande su contribución a la valorización de la
mujer, "promotora de un catolicismo inclusivo, acogedor y universal",
capaz de impulsar a las mujeres -subraya el purpurado- para "comprender
cuáles son los principios sociales de la Iglesia, para ejercer nuestro deber de
ciudadanas" porque, decÃa Armida, "las mujeres somos una fuerza en
Italia".
El perfume de la Iglesia
"En estas historias de santidad: humildes y escondidas como la del
beato Mario Ciceri, o públicas y conocidas como la de la beata Armida
Barelli", afirma el Cardenal Semeraro, "se manifiesta siempre la
fuerza del EspÃritu, que el Resucitado posee sin medida". Una fuerza que
encuentra lugar en la Iglesia y donde crece para convertirse en fruto.
Esto es la santidad: seguir la estela del perfume de Cristo. Para el
beato Mario Ciceri fue la vocación al ministerio sagrado; para Armida Barelli
fue la vocación al apostolado laico.
Flores perfumadas de Cristo en el jardÃn de la Iglesia. "A los
muchos perfumes que ya fragantes en esta Iglesia, hoy -concluye el Prefecto de
la Congregación para las Causas de los Santos- añadimos el de los dos Beatos,
cuya santidad es ahora reconocida oficialmente para que desde aquà se extienda
a toda la Iglesia y al mundo entero".
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