Espiritualidad | P. Domingo Tor, MSSCC
Acompañamiento espiritual en tiempos de tempestad
Hace
unos años que por acá se están viviendo tiempos difíciles no solamente por la
pandemia del Covid 19 que sigue cobrando víctimas mortales, sino también, se constata
en la geografía nacional un auge de casos de violencia de todo tipo:
intrafamiliares, genéricas, homicidios, suicidios, y muchas otras situaciones
de muerte. En el ámbito internacional también, se está presenciando conflictos bélicos
entre naciones, conflictos ideológicos y religiosos, asesinatos, entre otros. Esta
situación esbozada afecta indudablemente la vida del ser humano en todos sus
ámbitos, incluyendo la dimensión religiosa, o sea la relación con Dios. De allí
que es urgente preguntarse ¿cómo el ser humano, sobre todo religioso, puede
afrontar y sobrevivir a esta situación que potencialmente amenaza su fe en el
Dios de la Vida? De igual modo, uno se preguntaría ¿qué puede estar diciéndonos
Dios en estas circunstancias actuales?
La
respuesta a esta inquietud de fondo puede encontrarse en una práctica eclesial
de antaño que está recobrando relevancia, sobre todo en la situación en el cual
se encuentra el mundo actual. Se trata evidentemente del acompañamiento
espiritual antiguamente llamado dirección espiritual. Pero ¿qué es el acompañamiento espiritual?
El
acompañamiento espiritual, que se sitúa dentro del marco de la relación de
ayuda, puede darse desde diferentes espiritualidades o religiones. Empezamos
por decir lo que no es. El acompañamiento espiritual no es la atención
pastoral, la cual es una ayuda puntual que da un sacerdote, un religioso o
religiosa y algún laico a otra persona creyente en necesidad. No es la confesión de los pecados, aunque no
se excluye que el acompañamiento concluye con el sacramento de reconciliación.
No es ni una terapia psicológica ni la consejería. No se trata de dirigir o de
controlar la vida de los demás ni de caer en el espiritualismo. Finalmente, no
es exclusivo de ministros ordenados o personas consagradas.
Ahora,
veamos lo que es. El acompañamiento espiritual es “la ayuda dada por un
creyente a otro que le permite a este prestar atención a lo que Dios le
comunica, responder a este Dios que se comunica personalmente, crecer en
intimidad con él y vivir las consecuencias de esta relación” (Barry y Connolly
2011: 27-28). En el acompañamiento espiritual, lo que se busca es el cultivo de
la relación de la persona acompañada con Dios por lo que lo decisivo aquí no
son las ideas sino la dimensión religiosa de la experiencia.
En
este sentido, el acompañamiento espiritual permite que la persona acompañada
tome conciencia de la presencia o el paso de Dios en su vida a través de las
experiencias cotidianas. Con la ayuda del acompañante, el cual es una persona
con experiencia en la comunicación divina, la persona acompañada descubre lo
que Dios le habla o sea la voluntad de Dios en los acontecimientos que le
afectan en el día a día; son las comunicaciones de Dios para él o ella.
Comprendido
mejor lo que Dios le dice, la persona acompañada está en la medida de
responderle a Él, es decir de asumir su existencia con referencia firme a Él.
De allí, que el acompañamiento espiritual permite hacer frente a la realidad
sin importar lo difícil que puede parecer porque a través de ella, Dios sigue
hablando y se le puede oír y responder con obediencia reverencial.
Por
lo tanto, los protagonistas del acompañamiento espiritual son: la persona
acompañada, Dios y el acompañante. En esta triada, el acompañante no es el que
suscita la relación entre Dios y el acompañado. Dios es quien siempre busca
maneras para entrar en relación con el ser humano (Hb 1, 1-2). El acompañante
es sólo un testigo y un compañero de camino. Su tarea es ayudar a la persona
acompañada a afianzar su relación con Dios.
ADH 869
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