Reflexión | Gonzalo Haya/FA
La lógica del evangelio
¿Es
que el Evangelio tiene lógica? ¿Es lógico que los últimos sean los primeros, y
los primeros sean los últimos? ¿Que las prostitutas y los publicanos precedan a
los sacerdotes en el Reino? ¿Es lógico abandonar a todo el rebaño para buscar a
una oveja que se ha perdido? ¿Es lógico que los justos paguen por el
comportamiento de los pecadores? ¿Es lógico proclamar “Bienaventurados los que
eligen la pobreza” y ensalzar a la mujer que lo unge un perfume muy caro? ¿No
era más consecuente la reprensión que le hacían los discípulos?
Vamos
por partes. En primer lugar, Jesús generalmente hablaba para el pueblo
sencillo, no para los sabios y entendidos; y hablaba con exageraciones, con
caricaturas, para que el pueblo captara al momento el mensaje transmitido. A
nadie del pueblo se le ocurrió arrancarse un ojo o castrarse para no caer en la
tentación; sólo se cuenta de Orígenes, un eximio teólogo y exegeta, que se
castró siendo joven, pero posteriormente en su exégesis de Mateo 19,12 insiste
en que no debe interpretarse literalmente.
En
segundo lugar, en los evangelios existen dos planos, que requieren dos lógicas
diferentes. El plano de la plenitud del Reino, que sólo alcanzará su plenitud
en la vida definitiva; y el plano de la vida mortal en la que ya se inicia el
Reino, pero no se alcanza su plenitud. Ya sí está presente el Reino, pero
todavía no, como dicen los teólogos.
También
las leyes humanas conocen dos situaciones, las leyes ordinarias, que tratan de
proteger (más o menos) los derechos y las libertades de las personas, y la ley
marcial, que permite a la autoridad militar o civil el suspender algunos de
estos derechos.
En
la plenitud del Reino la única norma, la única lógica, es el amor desinteresado
e incondicional; y ni siquiera es una norma ni una lógica, porque es una
tendencia espontánea, es la Vida misma. No tiene sentido hablar de defender
derechos o libertades, porque todo es donación de sí mismo por amor.
Durante
la vida mortal coexisten las dos lógicas, la del Reino y la legislación
ordinaria (o quizás habría que llamarla la ley marcial), que tiene que defender
los derechos y libertades de los débiles, frecuentemente amenazados por los
fuertes.
Jesús
tiene que presentar su proyecto de Reino en toda su plenitud y animar a
vivirlo, pero conoce perfectamente el lastre de egoísmo que todos arrastramos.
Por eso emplea una pedagogía progresiva, adaptada al momento y posibilidades de
cada oyente o grupo de oyentes.
Siempre
me ha chocado la contradicción que surge frecuentemente en los evangelios entre
la retribución por méritos y la gracia total por parte de Dios. Entre el ciento
por uno (incluso por el vaso de agua) y la gratuita llamada de Dios a compartir
la plenitud de su amor. La retribución por méritos corresponde a la lógica del
caminante; la gratuidad del amor corresponde a lo que ya ha percibido de la
plenitud del amor. “No me mueve, mi Dios, para quererte / el cielo que me
tienes prometido / Ni me mueve el infierno tan temido / para dejar por eso de
ofenderte...”
En
conclusión
¿Existe
una lógica en el Evangelio?
La
lógica del Evangelio no es una lógica argumental, que se basa en frágiles
conceptos abstraídos de experiencias limitadas en el tiempo. Es más semejante a
la lógica de la vida, que se basa en un proceso evolutivo hacia la colaboración
integradora.
La
lógica del evangelio tiene una coherencia que se desarrolla en forma pedagógica
progresiva, que va acomodándose a las posibilidades cada uno.
La
lógica del evangelio es la lógica del amor, que rebasa, pero no anula, a la
lógica de la justicia; como también la física cuántica rebasa, pero no
sustituye, a la física determinista.
La
lógica del amor rebasa incluso a la lógica de la fe. Teresa de Lisieux confiesa
“Si no puedo creer, al menos podré amar”.
Publicado
por Feadulta.com
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