Fe y Vida | Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
El cantante de U2 presenta una autobiografía
plagada de confesiones en la que Jesucristo y la fe son los principales
protagonistas
¿Qué se puede decir sobre Bono que no se haya dicho ya? Quizá solamente lo
que él quiera contar, y en las casi 700 páginas de su autobiografía Surrender —cuya
gira de presentación le trajo a Madrid el 28 de noviembre— cuenta mucho.
Surrender comienza con un chaval de Dublín, huérfano de madre a los 14 años,
con una difícil relación con su padre y con el mundo: todo un paisaje emocional
que moldeará después la vida del artista. Dentro del equipaje que le llevará
por todo el mundo las décadas siguientes está la fe, un elemento de su
biografía que nunca ha escondido y que le ha acompañado hasta el día de hoy, y
que está muy presente durante todo el libro, desde sus primeras páginas. De
padre católico y madre protestante, Bono se siente cómodo entre ambos mundos,
sabedor de que Dios es más grande que cualquier religión.
Así, reconoce que «las canciones son mis
oraciones», porque «Dios está interesado en los pormenores de cualquier vida».
«Yo nunca he apartado a Jesús de las acciones más banales o profanas de mi
vida», confiesa, aun sabiendo que «soy un seguidor de Cristo consciente de que
no da la talla». Su compromiso es tan fuerte que en su juventud llegó a decidir
junto a The Edge dejar el grupo para ser misionero. Afortunadamente, Dios ha
recibido mucha gloria a través de sus canciones y sus giras, y millones de
seguidores le estamos agradecidos.
En Surrender, el Bono
padre y esposo aparece con todas sus inseguridades, un simple ser humano que
debe aprender a la fuerza tanto a ser una estrella del rock como a llevar a sus
hijos al colegio con normalidad. Enternece leer cómo este tipo duro del norte
de Dublín venera a su mujer y cómo Ali ha sido el faro de su vida desde que se
hicieron novios la misma semana en que la banda tuvo su primer ensayo.
Con ella musita la oración que se reza en su hogar desde
hace años: «Haznos útiles, Señor». Y Dios se lo ha concedido: su labor por la
paz en Irlanda, ante las hambrunas de Etiopía y la emergencia del sida, o
contra la guerra en Ucrania dan fe de su fe. Su deseo de mitigar la pobreza le
llevó a encabezar la iniciativa que permitió condonar la deuda externa de 36
países pobres. Pero en ningún momento va de héroe. Al contrario, el salmo 40,
con el que ha querido concluir su autobiografía, no es sino la plasmación de
una vida entregada. «El momento de la rendición es extraordinario. Postrarte de
rodillas y pedir que el silencio te salve. Arrodillarte, caer postrado y pedir
que te lleven. Tragarte el orgullo y descubrir que hay un rostro y un nombre en
ese silencio», escribe. De eso va la historia de Bono, de eso van quizá todas
nuestras historias.
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