Para Vivir Mejor | Salvatore Cernuzio/VN
“Quería quedarme en Kiev, pero con los misiles era
imposible..."
El
testimonio de María, ucraniana en Rzeszóv, en el sureste de Polonia, donde
hasta ahora se han refugiado cuatro millones de personas. Se esperan otros dos
millones en las próximas semanas: "El frío, la falta de agua y
electricidad empujan a la gente a huir", explican las autoridades locales.
Hoy sale de la ciudad un camión con regalos y alimentos para un grupo de niños
de Leópolis con motivo de la celebración de San Nicolás.
"Me
llamo María. Soy de Kiev y vine a Rzeszóv a principios de noviembre. Quería
quedarme en mi patria mientras durara la guerra, porque creía que era mi deber.
Pero con los constantes ataques con misiles, fue difícil quedarse".
María
tiene 20 años, el pelo rubio y un jersey blanco de cuello alto. Estaba
recibiendo una clase de polaco en el Centro de acogida de prófugos del ACNUR,
una de las muchas que se imparten cada 30 minutos en este pequeño espacio
acondicionado con moqueta y muebles blancos de Ikea a las afueras de Rzeszóv,
una ciudad del voivodato de Podkarpackie en Polonia. Aquí comenzó ayer la
misión de un pequeño grupo de periodistas de diversas nacionalidades. La
misión, organizada por las Embajadas ante la Santa Sede de Polonia y Ucrania,
continuará durante los próximos días en Kiev y otras ciudades ucranianas.
Fragmentos
de vida
Antes
de hablar, María escuchó los relatos de sus compañeros de clase que querían
compartir fragmentos de una vida interrumpida brutalmente por la guerra. Yulia,
en fuga de Mariúpol, arrastrada por su hija de 20 años a Polonia, a quien le
gustaría volver a Ucrania, pero no puede puesto que, como dice: "Porque no
tengo adónde ir". Tatiana, informática, se fue de Odesa sola, con dos
niños pequeños, porque no quería que interrumpieran sus estudios. Paul, el
único hombre entre los pupitres, que estaba de vacaciones a finales de febrero
en Zanzíbar, se encuentra ahora aquí con su esposa y su hija de 13 años. Su
casa estaba en Donetsk: "Nunca volvimos, con nuestras maletas de vacaciones
nos vinimos a Polonia".
Una
segunda oleada de llegadas
María
levantó entonces la mano y pidió en inglés contar brevemente su historia:
"Pero quiero escribirla". Es la historia de uno de los cuatro
millones de prófugos que han cruzado la pequeña y poco conocida frontera de
Rzeszów en los últimos nueve meses. Donde – dicen las autoridades locales –
ahora que el frío ha empezado a penetrar en las fibras de la ropa y tras la
destrucción de numerosas infraestructuras energéticas, esperan la llegada de
"una segunda ola".
La
joven espera que su madre y su hermano, que se quedaron en Kiev, también puedan
estar con ella. "No quieren abandonar su hogar. Gracias a Dios – se lee en
la hoja arrancada del cuaderno – todos mis familiares están vivos y a salvo,
pero todos tuvimos que luchar contra la falta de electricidad y se hizo
realmente difícil permanecer en la ciudad. Por eso decidí venir a Polonia. Vivo
con mi padre y su familia". Quiere "volver en cuanto mejore la
situación", también porque "lo más difícil aquí – afirma – es
encontrar un buen trabajo y pagar el alquiler". Sin embargo, dice estar
agradecida "por la hospitalidad del pueblo polaco".
Acogida
y ayudas
La
hospitalidad, que – según informan los representantes de la Cruz Roja, Cáritas
y otros comités, realidades diocesanas y asociaciones (una, sobre todo, Profil,
que ofrece psicoterapia a las mujeres víctimas de violaciones y violencia –
parece haber sido enorme en estos meses de guerra. Un gran mosaico de acogida
en una ciudad que no llega a los dos millones de habitantes y en la que parece
que la reconstrucción poscomunista nunca llegó a completarse.
Para
los ucranianos – cuyo "objetivo no es abandonar su país, sino
sobrevivir" tal como comentan los responsables locales – se han creado
centros de acogida y se han recaudado fondos para la ayuda humanitaria.
"Más de cincuenta millones de zlotys” – unos 10 millones de euros –
explica el presidente de la Región, Wladyslaw Ortyl. La suma se utiliza para
comprar alimentos, ropa, productos de higiene, pero también para mirar a largo
plazo y asegurarse el apoyo financiero a las actividades comerciales de
particulares y empresas. Ya sea para trasladarlas desde Ucrania o para ponerlas
en marcha directamente en Polonia.
Regalos
de San Nicolás a los niños de Leópolis
Con
estas sumas también se intenta llevar a cabo iniciativas para los más pequeños.
Hoy, por ejemplo, con motivo de la festividad de San Nicolás, tradicional en
Europa del Este, sale del voivodato de Podkarpackie un camión cargado de
juguetes, caramelos, mochilas y otro material escolar. El destino es Žovkva, en
la provincia de Leópolis; los destinatarios son unos 600-700 niños, entre
prófugos, huérfanos y discapacitados, que son alojados aquí y atendidos por las
hermanas dominicas.
Las
religiosas, encabezadas por la superiora, sor Mateusza, "llamaron
insistentemente" a las puertas de la Cruz Roja para que el conflicto no
arrastrara la tradicional fiesta de San Nicolás al vórtice del horror y los
pequeños refugiados de Leópolis pudieran celebrar en paz a su patrono.
"Nosotros
estamos listos"
Con
Leópolis, separada de Rzeszów por menos de 170 km, los contactos son constantes
gracias al arzobispo Mieczskaw Mokrzycki, natural de Polonia – Lubaczóv para
ser exactos – tal como lo explica el presidente Ortyl. Y añade: "La
frontera ucraniano-polaca ha sido cruzada por unos siete millones de personas,
más de cuatro millones han pasado por nuestra región. Ahora nos enfrentamos a
la posibilidad de una segunda oleada a causa de las infraestructuras
destruidas, el frío, la falta de agua y de servicios. La gente quiere salir. Y
nosotros estamos preparados”.
Tras
una primera fase de emergencia, las formas de ayuda evolucionaron. Siempre
siguiendo el principio de "conceder a los refugiados los mismos derechos
que a los ciudadanos polacos". Así, acceso a servicios médicos gratuitos,
ayudas sociales como la bonificación de 500+ por cada niño que empieza el año
escolar.
Autoridades,
bomberos y amas de casa
Para
echar una mano no sólo están las autoridades regionales o el cuerpo de
bomberos, que explica el comandante, en un sólo día pusieron en marcha
"treinta y tres trenes y 154 autobuses para transportar a veintisiete mil
personas". También hay "clubes de amas de casa" que se dedican a
proporcionar comidas calientes y ropa limpia.
“Personas
con el corazón abierto", las define el alcalde del pequeño municipio de
Stalowa Wola, Lucjusz Nadberezny. Y hay ONGs y voluntarios católicos. Don
Piotr, responsable de la Cáritas local de quien dicen que "lleva nueve
meses sin dormir", nos habla de una acción constante entre frontera y
estación: desde el envío y distribución de paquetes de alimentos, medicamentos
y generadores de electricidad, hasta campamentos de verano para niños, pasando
por cursos de idiomas y asesoramiento profesional, incluso psicológico. También
se destinaron más de 6.200 paquetes de alimentos al ejército ucraniano.
El
centro médico
Los
soldados heridos por acciones militares o lesiones causadas por las heladas son
recibidos y tratados en centros especializados. "Hasta ahora han pasado al
menos veinte mil", explica Marek, de la Cruz Roja. Los heridos, de todo
tipo, también son llevados al Medeval Hub, un cobertizo a pocos metros del
aeropuerto de Rzeszów-Jasionka, un centro controlado desde principios de
febrero por quinientos militares estadounidenses, desde donde pasa toda la
ayuda enviada a Ucrania. “Todo tipo de ayudas", explica el director.
El
Centro Médico, por su parte, reestructurado con fondos de la Unión Europea,
funciona desde el 9 de septiembre y ha atendido hasta ahora a ciento setenta
personas, organizando su evacuación hacia otros países europeos (Austria es el
destino más popular). El mecanismo también ha funcionado en casos límite, como
niños con fracturas en las piernas por ataques con misiles o enfermos de
cáncer. Así lo cuenta el enfermero Adam, quien, mostrando las
"habitaciones individuales" con camas y equipamiento, añade: "El
objetivo es hacer el bien a todos".
Publicado
por Vatican News
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