Evangelización | Carlos Pérez Laporta
No es solo una estrella
Epifanía del Señor
/ Mateo 2, 1-12
Evangelio: Mateo 2, 1-12
Habiendo nacido Jesús en Belén de Judea en tiempos
del rey Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando:
—«¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido?
Porque hemos visto salir su estrella y, venimos a adorarlo».
Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó, y todo
Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y
les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías.
Ellos le contestaron:
—«En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el
profeta:
«Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho
menos la última de las poblaciones de Judá, pues de ti saldrá un jefe que
pastoreará a mi pueblo Israel»».
Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para
que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a
Belén, diciéndoles:
—«Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y,
cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo».
Ellos, después de oír al rey, se pusieron en
camino, y de pronto, la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos
hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño.
Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría.
Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas
lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso
y mirra.
Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que
no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino.
Comentario
Si todo el pueblo de Israel esperaba al Mesías,
¿cómo es que solo unos magos extranjeros, de oriente, han «visto salir su
estrella y vienen a adorarlo»?
«Los Magos, como son magos,
vieron la estrella nacer;
los hombres, como son hombres,
la miran y no la ven.
[…]
Pasan años y los hombres
siguen padeciendo sed,
la estrella sigue en el cielo,
solo muy pocos la ven».
Así canta el poeta Luis Rosales en su Villancico de la falta de fe. Porque toda la sed de los
hombres, toda la necesidad de Dios, no es suficiente para ver la estrella. No
es que la estrella fuera invisible, es que la estrella para ellos no
significaba nada, y por mucho que miraban no alcanzaban a verla. ¿Qué es lo que
permite ver la estrella?
«Los magos, por ser magos», dice el poeta. Los
magos, por ser magos, estuvieron dispuestos a dejarlo todo por una estrella
antes incluso de que ella saliese. Porque una estrella no era para ellos solo
una estrella. Una estrella para un mago, y para un poeta, es una eternidad, el
fulgor de la divinidad. El mago espera de la estrella un signo inequívoco e
incondicional de lo divino para los hombres. Por eso pudieron ver la estrella,
verla tal y como era y justo por lo que era.
«Los hombres, como son hombres, la miran y no la
ven»: por mucho que la miran, no ven lo que ella es, no ven un signo de lo
divino, por mucha sed de Dios que tengan, porque no creen en la magia de la
estrella, no están dispuestos a ver un signo eterno de lo divino. La mirada
pobre y seca de los hombres se ahoga en la energía lumínica de la estrella, sin
llegar a verla por dentro, sin escuchar en ella la voz de Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Promueve el diálogo y la comunicación usando un lenguaje sencillo, preciso y respetuoso...